A pesar de todo, La Habana celebra y reluce
29 de octubre de 2019
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No transcurre un solo día sin que el arrogante imperio anuncie nuevas medidas de presión y chantaje encaminadas a asfixiar nuestra economía y crear un caos social en Cuba. Ignorantes de la idiosincrasia y la altura moral de los cubanos, los representantes del fascismo de nuevo tipo intentan evitar lo inevitable.
La crisis del transporte público, generada por acciones extraterritoriales contra la llegada de petróleo al país, provocó la paralización de cientos de salidas de ómnibus y otros medios para el normal desplazamiento de los habaneros.
Por otra parte, turnos de trabajo en fábricas y oficinas y el abastecimiento oportuno de materias primas e insumos a entidades productivas y de servicios, se vieron afectados por la carencia del preciado combustible.
Ataques similares se han producido contra la actividad turística y las operaciones de nuestra flota aérea, que figuran entre las fuentes principales de ingreso de divisas al país.
Se trata de un plan maquiavélico, orquestado de manera minuciosa, dirigido a paralizar la vida cotidiana y entorpecer el desarrollo previsto para garantizar un futuro próspero y sostenible a la población cubana.
Sin embargo, no contaron los estrategas del Norte y sus acólitos con la vergüenza y el alto componente ético que nos distingue.
Asombra a quienes no nos conocen apreciar cómo vehículos de las más diversas denominaciones se detienen espontáneamente para ofrecer su aporte solidario a quienes esperan en paradas de ómnibus o populosas vías de la ciudad.
Jamás podrán comprender cómo, en breve lapso, las administraciones han tomado las medidas organizativas para incrementar el ahorro y continuar el trabajo con acciones racionales que ya muestran su efectividad para el presente y, sin dudas, para el porvenir.
En medio del recrudecimiento diario del absurdo y criminal bloqueo, asistimos a la puesta en práctica de un incremento salarial a decenas de miles de trabajadores y la entrega de viviendas confortables a compatriotas afectados por el tornado y otros desastres naturales. Se remozan parques y plazas; se reparan los elementos viales de la ciudad; mejoran las condiciones en escuelas y hospitales; las huestes restauradoras de la Oficina del Historiador de la Ciudad, junto a otras empresas constructoras, devuelven esplendor a esenciales sitios de la capital. Resplandece el emblemático Capitolio; el antiguo Mercado Único – de Cristina o de Cuatro Caminos – muestra a habaneros y visitantes una renovada imagen; frente a él resurge el Museo del Ferrocarril; valiosas esculturas del Cementerio Cristóbal Colón muestran sus encantos originales; majestuosos hoteles se incorporan al entorno citadino; abren sus puertas, embellecidos, mercados e instalaciones gastronómicas; se realizan esfuerzos renovados en las tareas de limpieza y recogida de desechos sólidos; los barrios y viviendas permanecen adecuadamente iluminados y en arterias principales de la urbe se emplazan novedosas luminarias; y abundan, entre carencias e insuficiencias que persisten, jornadas culturales y recreativas animadas permanentemente por las sonrisas de niños, adolescentes y jóvenes bajo la mirada complacida de los mayores.
Faltan recursos, pero abundan la iniciativa y el optimismo de quienes emprendemos el día a día con la convicción de que el egoísmo y las ambiciones desmedidas no son, ni pueden ser, el remedio para las dificultades que imponen los eternos enemigos de la Nación.
Ya somos muchos los que, sin abandonar nuestras legítimas aspiraciones personales, pensamos y actuamos como país. Protagonizamos colectivamente un proyecto que no tiene meta fijada para este 16 de noviembre. Este es solo un paso en el supremo objetivo de proporcionar a todos una mayor calidad de vida material y espiritual.
Por estas y otras muchas razones, fracasan todos los intentos por desviarnos del camino que libremente elegimos.
Así, enfrentando – con inteligencia y pasión – cada nuevo ataque del neofascismo, desarrollamos la creatividad sin perder jamás el rumbo hacia un creciente mejoramiento humano.
Pese al acoso de piratas y corsarios del siglo XXI, La Habana es y será como los habaneros y todos los cubanos queremos que sea: Añeja, cautivante y eternamente vital.
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