Museo del Ferrocarril: Tocar la historia con las manos

3 de septiembre de 2019

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Ofelia Sandar Valles

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Cuba, Museo del Ferrocarril, Oficina del Historiador de La Habana, Patrimonio

 

 

Aunque aún queda mucho por hacer, los constructores integrantes de la Cooperativa no Agropecuaria Pirámides reparan tanto el interior como la fachada del Museo del Ferrocarril y su cerca perimetral, para que reabra sus puertas próximamente como regalo a La Habana en sus 500 años.

 

 

“La estación Cristina (nombre en honor a la Reina de España Doña María Cristina de Borbón) tiene un significado especial para la capital. En el siglo XIX existían tres inmuebles de este tipo de gran importancia en la urbe: la de Villanueva, donde está ahora el Capitolio; la de Concha, aproximadamente donde radica el mercado Carlos III, y de allí salían los trenes de Marianao y Cristina, sede de los ferrocarriles que iban hacia Pinar del Río. También radicaba en ese espacio la empresa ferroviaria Ferrocarriles del Oeste de La Habana”, dijo en exclusiva para Habana Radio Mercedes Herrera Sorzano, historiadora del Museo del Ferrocarril.

 

 

La sede del Museo de Cristina –frente al icónico mercado de Cuatro Caminos, también en restauración–, fue inaugurada en 1861. La anterior no se asemejaba en nada con el edificio que ahora se aprecia en el lugar. Su estructura original era de madera, pero años después, debido al deterioro, se construyó de mampostería. Otra modificación sustancial, la cual llega hasta la actualidad, ocurrió en 1902. En 2002, año del 165 aniversario del ferrocarril cubano, dicha Estación es declarada Monumento Nacional.

 

 

Al inaugurarse la Estación Central de Ferrocarriles en 1912, a ella se trasladaron todas las operaciones relacionadas con la transportación de carga de las empresas habaneras, y más adelante, la de pasajeros.

“Cristina devino, entonces, almacén, taller de locomotoras y de automóviles. Incluso, luego de inaugurarse el mercado de Cuatro Caminos (en los años 20), las frutas llegaban a la terminal en vagones, donde se habilitó una línea para el mejoramiento de los cítricos”, asegura la especialista.

 

 

Al paso del tiempo se utilizó para el traslado de los becados hacia las escuelas en el campo: el movimiento llegó a ser de cinco mil jóvenes a la semana. En 2004 ya comenzó a funcionar solo como museo, hasta 2014.

 

Una obra Monumento Nacional

Cuando uno entra a la antigua estación Cristina, se queda asombrado con la monumentalidad del edificio y el mundo ferroviario que se respira dentro de él. Atesora la historia de un movimiento industrial poco conocido.

 

 

Una vez concluida la remodelación, se podrá observar una colección de locomotoras envidiable. Por ejemplo, entre ellas destaca La Junta, la más longeva que se conserva en Cuba, en toda Iberoamérica y el Caribe, con 166 años y casi todas sus piezas originales. Se construyó a mediados del siglo XIX por una firma estadounidense (Rogers) y declarada Monumento Nacional en 1987.

 

 

Está también la única locomotora inglesa que atesora la institución, La Manning (1873), actualmente la segunda más antigua conservada en Cuba. Algunas piezas fueron localizadas y recogidas en un proceso de investigación de arqueología industrial ferroviaria, sin precedentes en Cuba, en los alrededores del Central “Gregorio Arlee Mañalich”, antiguo “Mercedita”, al sur de la Habana (entre ellas, el tanque de agua que estuvo 20 años sirviéndole de depósito de agua a una familia).

El visitante podrá apreciar, además, la máquina de vapor 1112, utilizada en la película cubana “José Martí: el ojo del canario”, y que estuvo operando a finales del siglo XX en los centrales. Se consideraba en aquel momento la locomotora de vapor en activo más antigua del mundo.

 

 

Otro de los atractivos que resguarda el Museo es la locomotora con la que el líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, inauguró el primer tramo reconstruido y modernizado de la línea central del ferrocarril cubano, el 29 de enero de 1979; a partir de ese momento, la fecha fue considerada como el Día del Trabajador Ferroviario en la Isla.

 

Otros atractivos del museo una vez reinaugurado

Una vez que reabra sus puertas la instalación, tendrá una sala científico-técnica (salón polifuncional), la biblioteca, un espacio para el ferromodelismo y un área representativa del centro de operaciones de un jefe de estación, a la usanza de inicios del siglo XX, con su telégrafo, teléfono y su pesa.

 

 

Se suman un salón de espera con los relojes y bancos típicos; mientras que en las galerías estarán expuestas grandes piezas, representativas de las utilizadas en las vías y talleres ferroviarios. Pero el plato fuerte son las locomotoras de vapor y, excepto a La Junta, todo visitante podrá acceder a las máquinas, subirse a ellas, tirarse fotos; en fin, las personas pueden “tocar la historia con sus manos”.

 

 

Teresita Sosa, Jefa del Departamento San Isidro, encargado de la obra, aseguró que el museo contará con una nave aledaña que se utilizará para el mantenimiento y reparación de las locomotoras y la “pretensión desde el punto de vista de la inversión es que se pueda visitar ese espacio para, en un momento determinado, apreciarlas en plena restauración”.

Además, contará con un aula para la participación de los niños y jóvenes en círculos de interés y el concurso infantil de dibujos sobre la historia del ferrocarril.

 

 

Elizabeth López Angulo, inversionista residente de la obra, aseguró a Habana Radio que la remodelación del Museo asciende a los 17 millones de pesos en moneda total: “Es una obra costosa pues son piezas muy grandes a restaurar”.

Hoy, la preservación, restauración y socialización de este inmueble, y de la colección que resguarda, es imprescindible para entender el devenir tecnológico del ferrocarril y su significación.

 

 

Lo cierto es que cuando el Museo del Ferrocarril reabra sus puertas, el visitante podrá apreciar la variedad de equipos, instrumentos y documentos del sistema ferroviario cubano en diferentes épocas; acercarse a la historia de un medio de transporte que nos convirtió en el séptimo país del mundo en utilizarlo, de las primeras naciones que lo empleó con fines agroindustriales y se conoce que, en su momento, el ferrocarril azucarero de Cuba en su conjunto era el ferrocarril industrial más grande del mundo.