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Muerte silenciosa…

25 de junio de 2019

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El silencio es aplicable lo mismo para no ser inoportuno, que como símbolo de respeto, tal y como nos enseñaron nuestros padres. Estar callado en determinadas circunstancias es una expresión de cultura y civilización. Silencio es también una férrea voluntad para no hacer delación alguna.

Muchos son los ejemplos de estas y otras formas de aplicar el silencio. Pero esta vez comentaré sobre la muerte silenciosa. La muerte lenta, oculta, que va provocando la paralización de los órganos humanos, deformaciones severas y la falta de oxigenación, hasta que la persona muere integralmente.

He comenzado el comentario con estas observaciones sobre el silencio, para detenerme en una noticia recién llegada desde Río de Janeiro, Brasil, emitida por la agencia española EFE, donde la organización ambientalista Greenpeace denunció que el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro está «inundando de veneno» a Brasil, tras autorizar el uso de 42 nuevos agrotóxicos, que se suman a otros 197 aprobados durante su mandato.

Relata el despacho noticioso que según la citada organización, de los 239 químicos para la agricultura que han sido autorizados desde que Bolsonaro asumió como presidente de Brasil, el pasado 1 de enero, el 43 % es considerado como “extremadamente tóxico” y el 31 % no es aprobado en la Unión Europea.

Esto implica que cada vez en mayor medida los alimentos que llegan a la mesa de la población brasileña son venenosos. No cabe la menor duda que se trata de una muerte silenciosa, provocada por una irresponsable manera de conducir los destinos de una nación.

El último de los ejemplos se produjo este lunes 24 de junio, cuando fueron aceptados otros 42 químicos, de ellos 18 clasificados como «extremadamente tóxicos».

De acuerdo con Greenpeace, en 2018 fueron aprobados 422 agrotóxicos en Brasil.

Al meditar sobre el tema, retomé necesariamente la realidad brasileña de nuestros días donde, en mi opinión, otras muertes silenciosas se están produciendo bajo los auspicios del mandatario Jair Bolsonaro, conocido ya como el «Trump del trópico».

En el orden político la justicia es otra víctima del gobierno brasileño. En unos casos por ser aplicada por corruptos, en otros por proteger corruptos, y, muy especialmente, para sacar a figuras políticas como Lula, del escenario electoral del país.

Cada día se hace más evidente y escandalosa, la presencia de la corrupción hasta en los más altos niveles del llamado poder judicial brasileño.

Aún así, me parece oportuno que esa «justicia» actúe contra un presidente  que ahora aprueba cientos de agrotóxicos que, poco a poco, irán minando la vida ciudadana y causando una muerte silenciosa, dramática e irresponsable.

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