Mareilis Placencia: la locutora del optimismo
21 de junio de 2019
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Quien la conoce o simplemente la escucha por algunas de las estaciones radiales en las que trabaja, comprenderá que no exageramos al calificarla de esta manera. Aunque no lo acepte, ella ha marcado un estilo y una forma de decir que no se parece a nadie. Poco a poco y contrario a lo que uno puede imaginar, las barreras de la vida misma fueron moldeando ese modo típico de hacer la locución.
Con tantos palos que le dio la vida, Mareilis Placencia también sigue dándole a la vida flores y lo mejor de todo es que lo comunica, contagia y ofrece al oyente lo que en ocasiones resulta más importante que las noticias y la música: la alegría de estar vivos. “Si de algo presumo es de que la gente me quiere”, afirma con un orgullo que estremece.
Una conversación con Mareilis pasa a ser –sin ella proponérselo– una clase magistral de mucha fuerza para comerse al mundo y no dejar que sea al revés. Mientras habla uno se pregunta cómo esta mujer no ha tirado la toalla, cuando otros por cosas menores pierden la guerra.
“Eso está en tres cosas: en conocerse bien, en el amor y en pensar en los demás. A mí me han dado noticias muy desfavorables relacionadas con mi salud, se me une el cielo con la tierra y luego lo voy dosificando. Me refugio en mi música. Por ejemplo escuchar a Raphael, el cantante español, me saca de un bache.
”Busco refugio en contemplar un paisaje, las plantas o en ver una revista relacionada con la decoración. Todo el que me conoce sabe que soy muy doméstica; entonces recurro a esas fuentes y lo que pudo unirme con el cielo y la tierra lo convierto en energía positiva. Hay que encontrar amor en todo: en preparar un café, darle cariño a tu mascota, contemplar la vida… Como todo eso lo tengo dentro de mí, lo utilizo para conversar con el oyente, pensar en ellos y creo que con mi palabra lo logro”.
Indagamos sobre sus comienzos, buscando a lo mejor un hecho relevante que provocó esa manera libre de poner los pies en la tierra. La “noxa”, como dicen los médicos. Pero nada hay más allá que una infancia feliz, una niña mimada y esmerada educación.
“Yo fui una oficinista que trabajaba en Güines (actual provincia de Mayabeque) y en ese momento estaba en la casa con un niño pequeño y me entero de una convocatoria que sale al aire por la emisora y me presenté, tenía 21 años. Siempre me gustó ser artista, pero de verdad. Recuerdo que mi madre me enseñaba Los Zapaticos de Rosa por la noche y por la mañana que es cuando queda en mente, decía. Y con cuatro años me aprendí esa poesía cuando se hacían los actos cívicos en la escuela.
”Finalmente, obtuve la plaza y cursé estudios de locución en La Habana con profesores como Franco Carbón, Orestes Martel, entre otros. Se enseñaba aquella técnica de locución y se formaban a los locutores aplicando dicha técnica con esmero. He leído mucho, me apasiona la literatura. Desde Hemingway –que fue mi patrón a seguir durante mucho tiempo por el optimismo– a Cofiño, entre otros autores. Voy a un museo y me quedo con las lágrimas afuera porque me he sensibilizado con lo que estoy mirando…Todo eso no te lo da la universidad sino la vida, ser como eres”.
Queremos saber sobre la naturalidad, la misma que a muchos profesionales les cuesta trabajo aplicar y se escudan en personajes tontos, vacíos, maquillados con polvo de desconocimiento. De eso Mareilis no sabe absolutamente, nada.
“Detrás del micrófono soy como soy, no invento palabras y creo que por esa naturalidad es que la gente me acepta. A veces vengo por la calle y voy improvisando cosas por algo que veo, hasta he logrado sentir los olores de mi aula de preescolar… Son cosas que no tienen explicación, pero permanecen. Soy feliz, a pesar de… Y ahí lo dejo”.
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