Nada optimista
22 de mayo de 2019
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Cristina Fernández dijo no hace mucho que para algunos es un pecado que ella haya nacido de familia rica y por ello tratan de endosarle todo tipo de calumnias para llevarla ante los tribunales, como está sucediendo ahora.
De todas maneras, la ex mandataria sorprendió por eso a muchos cuando se postuló a la vicepresidencia en la fórmula que encabeza su ex jefe de gabinete Alberto Fernández, un centro como ella, pero más a la derecha.
Así, enfrentará a Macri y otros que tratarán de ser candidatos en las venideras elecciones presidenciales, en las que el oficialismo está maniobrando para que Cambiemos no pague los platos que ha roto su aún “estrella” para la reelección.
La senadora del Frente para la Victoria oyó a quienes les dijeron que no debiera ser la principal candidata, por lo cual apeló a esta nueva opción.
Para comentaristas de izquierda, la elección de Alberto Fernández como precandidato trata de operar como recurso para ordenar todo el aparato del viejo Partido Justicialista, gobernadores, intendentes e impresentables de la más variada especie en un mismo bloque, con el fin de gobernar con orden, ante la pesada herencia del caos neoliberal dejado por Macri.
En definitiva: un programa de derecha, de ajuste por contención de la clase obrera, argumentos justifica torios en el desastre macristas y, en su opinión, una nueva frustración. .
Pero independientemente del rumbo que tome la fórmula Fernández-Fernández, de ser ganadora, o el propio Macri, s es reelecto, aunque parezca increíble, o cualquier otro victorioso, tendrá ante sí un panorama en el que el Fondo Monetario internacional, el Banco Mundial y hasta los cerebros bancarios coinciden en un punto:
La economía mundial está en declive y tiende a decaer en el 2020-2021. Señalan las tensiones Trump-China como un factor, y la propia Argentina se incorpora como “eslabón débil”. Todos los datos indican que vamos a un mundo con precios a la baja, presión sobre las deudas y retracción del comercio internacional. Ese escenario, para una estructura capitalista semicolonial como la argentina, preanuncia que se preparan condiciones que van a reforzar el deterioro social y económico.
Por lo tanto, el debate final es qué intereses sociales se tienen que priorizar: la deuda y la rentabilidad de banqueros y capitalistas, o el derecho a trabajar, a los servicios públicos como derecho, la salud y la educación públicas, universales y de calidad.
En fin: los patrones o la mayoría que vive de su esfuerzo (o lo intenta). Es un antagonismo de estrategia social y política. Lo real es que la situación argentina requiere un programa económico y social, de salvataje para el 99%.
Por eso, como hizo Cristina en su anterior gobierno, hay que cuestionar la deuda, no pagarla y reorientar esos recursos a reactivar la economía de la gente, no de los bancos.
A la vez, reestatizar las compañías privatizadas por Macri con control social y nacionalizar para una administración soberana del sistema financiero integral y el comercio exterior.
No sé si esa hoja de ruta pudiera ser la de un nuevo gobierno argentino, aunque sea el de Fernández-Fernández, y si este u otro binomio ganador pudiera gobernar para la clase obrera y el pueblo. No lo creo.
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