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La unidad hermética de la clase obrera

28 de enero de 2019

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Con la presencia de Salvador Valdés Mesa, Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, se desarrolló este domingo 27 de enero la Gala del Ballet Nacional de Cuba (BNC) por el Aniversario 80 de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), en el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, justo donde se realizó la primera sesión del congreso constituyente de la Confederación de Trabajadores de Cuba, actual CTC.

La ocasión fue propicia para entregar el Sello Aniversario 80 de la fundación de la organización al Teatro y a la principal agrupación danzaria de la Isla por sus relevantes méritos y tradiciones históricas, por lo que se convirtieron en las primeras instituciones del país que recibieron tan alto estímulo. La primera bailarina Viengsay Valdés, directora artística del Ballet Nacional de Cuba, y Ernesto Eduardo González López, subdirector del Gran Teatro de La Habana, recibieron el reconocimiento de manos de Ulises Guilarte De Nacimiento, Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba.

Las palabras de acogida de tan histórica noche en que se celebró el 80 aniversario de la CTC estuvieron a cargo del Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana y Héroe del Trabajo de la República de Cuba, quien resaltó que era realmente un día muy importante “porque estamos en la vigilia de conmemorar este 28 de enero el nuevo aniversario del natalicio del Apóstol de la independencia de Cuba: José Martí; aquel que puso sus manos en el corazón de los trabajadores cubanos tanto en el país como en el exilio”.

Recordó Leal a los obreros españoles que venían de la península donde ya se habían formado sindicatos, y obreros que “introdujeron en Cuba la idea de los sindicatos y de crear además grupos de anarcosindicalistas que venían luchando, por cualquier forma, por poner coto a los desmanes del capital; (…) y recuerdo con particular ternura a Alfredo López, el gran dirigente obrero que mereció la admiración de Mella y de los primeros comunistas siendo anarcosindicalista por su voluntad, por su honestidad y por su disposición de morir por la clase obrera, como así fue”.

En otro momento de su intervención, Leal aseveró la importancia de la historicidad como necesidad de nuestro patriotismo al referirse al teatro que, a lo largo de tantos años, “ha reunido aquí a las distintas generaciones de cubanos; el pequeño y joven Martí, estudiante de la escuela de Mendive, volvía por los portales del Prado y llegaba al teatro para, con el pretexto de traer postizos de la barbería para los actores, introducirse en el mundo de la cultura tan importante para nosotros”.

“La clase obrera cubana sorprendió siempre – continuó – por su nivel cultural. Ella, fundamentalmente, en los dos polos en que se gestó la unidad de los trabajadores – el mundo de la caña y el mundo del tabaco –, aspiró siempre como la patria a que el único camino tenía que ser el de la unidad. Cuando abrimos los ojos observamos en los palcos – donde ahora están los dirigentes de nuestro Partido y gobierno – la figura de Céspedes, Agramonte, de aquellos los que, en determinado momento, estuvieron aquí. (…) La Acera del Louvre y el teatro fueron el escenario de nuestras luchas, el escenario de nuestras batallas, de nuestras esperanzas. Por aquí desfilaron el día en que iban hacer ajusticiados los estudiantes del 71; sabemos cuánto se movió en torno a ellos, cuántos desearon desde la virtud y desde los trabajadores salvar aquellos jóvenes inocentes sacrificados por su amor a la Patria”.

“Todo eso ha cimentado la base sobre la cual hace 80 años en este escenario se unieron las confederaciones obreras para crear la unidad de la Confederación de Trabajadores de Cuba y cómo, posteriormente, cuatro congresos se celebraron aquí alquilando los trabajadores el teatro que era propiedad privada para celebrar sus magnas reuniones”, aseveró.

El Historiador evocó, asimismo, cómo cerca del hoy Gran Teatro de La Habana, también en el Teatro Martí – igualmente restaurado –, se reunieron para expresar sus inquietudes y sus esperanzas y no lejos de estos lugares se vivió intensamente el martirio de aquellos líderes como Aracelio y Margarito en los muelles; como Miguel Fernández Roig, en la corona; como José María Pérez en los medios de transporte: “Y así, unos tras otros, los obreros tuvieron la gratificación de poder luchar y estar representados por aquellos revolucionarios que fueron, además, los que auparon y abrazaron al Primer Partido Comunista de Cuba fundado por Julio Antonio Mella; por los que tuvieron el valor de continuar con la idea que era entonces tratar de conquistar el cielo por asalto”.

“¿Que sería de nuestro país sin ella? ¿Cómo habríamos podido sobrevivir estos años difíciles y los cercos y trampas que se tienden a la revolución sin esa clase obrera”, sentenció.

Momento muy especial en su intervención: “Aquí en el palco del teatro, en no pocas representaciones, nos parece ver todavía la figura monumental de Fidel como símbolo del poder de la nación, que ese sí es poder: el de la clase obrera unida firmemente a los campesinos que formaron el Ejército Rebelde, nacido del ejército mambí; a los trabajadores de las fábricas, a los intelectuales, a los estudiantes, que conforman todos ellos la masa laboral y la masa organizada de un pueblo que luchará y vencerá”.

El también Presidente de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba aseguró que era un día de fiesta para los presentes: “Bienvenidos a la capital de Cuba que se apresta a celebrar su 500 aniversario el próximo mes de noviembre. De ese 500 aniversario, 80 pertenecen a la unidad hermética de la clase obrera. Nosotros brindamos con el corazón y con el pensamiento por los que la forjaron; por los que editaron los periódicos públicos y clandestinos; por los que cobraron las cuotas; por los que protegieron las familias de los trabajadores accidentados; por los que lucharon por el infortunio de las viudas”.

“Por todos ellos, en ese acto, ustedes subieron por la gran escalinata por donde un día bajó el féretro de Jesús Menéndez, el símbolo de la clase obrera cubana, del sacrificio; aquel de la voz hermosa, aquel hombre como de ébano que sabía tocar en el corazón de los cañeros, luchando por el diferencial, luchando por la justicia, por los que perecieron luchando armados como pudieron en el Realengo 18. Por todo eso, no hay nada más precioso, hermanos y hermanas, que ver la unidad de los trabajadores y el pueblo junto a su Partido, junto al gobierno que el próximo 24 de febrero pone a prueba con el voto de Sí la Constitución del estado socialista, irrenunciable en su propósito  de liberación, de paz, de justicia, de solidaridad con todos los pueblos del mundo”, concluyó.

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