El equipaje emocional
9 de enero de 2019
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¡Líbrate del equipaje emocional! para que puedas enfocarte en lo importante, le decía un personaje de un filme a otro en un clarísimo mensaje en que valoraba las emociones como un obstáculo para el razonamiento; por lo que puedo pensar que el escritor del guión es un perfecto desconocedor del papel que juegan las emociones en tener una vida plena, feliz y exitosa.
Como en ocasiones anteriores he dicho –y no me cansaré de repetirlo– tener una buena inteligencia emocional nos provee de recursos para lograr mejor nuestras metas, y por lo tanto, tener éxito. La frase con la que comencé, aunque metafórica, nos lleva a la clara imagen de estar cargados de maletas, bultos muy pesados con los que apenas podemos, y en eminente peligro que aparezca una hernia por todo el esfuerzo físico imprescindible para avanzar. La verdad es que solo de pensarlo resulta agotador, por lo que me parece aún más chocante la dichosa frasecita que me está dando vueltas en la cabeza desde que la oí.
¿Cómo es posible que un razonamiento libre de emocionalidad pueda ser bueno, útil, beneficioso para la vida? Pónganse a analizar la certeza de lo siguiente: conozco a un hombre de mi edad más o menos, profesional como yo, con valores muy bien definidos sobre la familia, la amistad, compartimos similares gustos, en fin, lo que “lógicamente” según un pensamiento muy racional definiría como “una joyita”, pero esa maravilla de hombre que enumerando sus virtudes sería ganador de un premio Nobel de la Perfección (si existiera), no me hace acelerar el ritmo del corazón, no me hace soñar despierta, no hace que se me enrede la lengua, o sea, en pocas palabras, no me dice nada emocionalmente.
Entonces a estas alturas tengo dos caminos, me dejo llevar por la perfección de este hombre, porque mi raciocinio me dice que mejor imposible y la gente que me quiere me dice ¿pero vas a dejar escapar a ese hombre?! Ojalá yo me encontrara uno así, me dice una amiga, llena de buenas intenciones o el otro camino es que lo rechazo porque sencillamente no estoy enamorada. Si me llevo por la lógica desprovista del pesado equipaje emocional, sería muy infeliz, porque vivir con alguien sin amor debe ser una de las peores torturas que existen, incluso más mala que la de la gotica de agua, y principalmente me cerraría el camino para encontrar el amor, porque estaría atada. Si tomo la decisión de rechazarlo, es posible que pase un buen tiempo pensando en si tomé la decisión correcta, ya que verdaderamente es un “gran partido” y se sabe que en eso del amor, no solo son importantes los sentimientos, también “hay que usar la cabeza” porque la vida en pareja es difícil y tener un hombre en quien confiar, que piense similar a mí y las otras virtudes no son cosas a despreciar. Por lo que, tanto en una u otra decisión, las dudas me atacan, y si es así es porque soy de esas personas que tengo poca comunicación entre la mente racional y la emocional, en pocas palabras, tengo un bajo alfabetismo emocional, que es un aspecto educacional poco valorado, y por lo tanto, menos trabajado en la educación de las personas.
Desde que somos pequeños, nuestros padres se ocupan en que nos lavemos bien los dientes, que comamos vegetales, que seamos decentes, honestos, trabajadores, y en términos de amores (que es el ejemplo que puse) que encontremos a una persona buena, honesta, que respete a la familia, no es una prioridad educativa el que nos enseñan manejar bien las emociones en función de vivir una vida inteligente y en un lugar central no nos enseñan a amar con la cabeza, o sea, que seamos capaces de unir armónicamente lo que sentimos y lo que pensamos para que la relación sea exitosa, lo cual se dice fácil, pero resulta realmente difícil y para explicarlo, le dedicaré el espacio de la semana próxima. Tal vez ayude a que mis lectores piensen al respecto de una forma diferente, poniendo muy juntitos al pensamiento y las emociones. Por hoy termino, esperando que a ustedes no se les ocurra pensar que las emociones son una maleta rellena con la que no podemos cargar.
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