La dignidad no tiene precio
15 de noviembre de 2018
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Me he pasado varias horas de miércoles y jueves buscando información, repercusión, antecedentes, y otras aristas relacionadas con las lamentables declaraciones del recién electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en relación con los médicos cubanas que cumplen misión internacionalista en ese país.
Entre uno y otro material o despacho noticioso, leí sus declaraciones de campaña electoral y sus primeros anuncios como el de trasladar la embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén, acción provocadora iniciada meses antes por Donald Trump, al que, todo parece indicar, que Bolsonaro quiere imitar.
También en lo interno ha hecho anuncios y emprendido acciones represivas contra los más pobres en favelas y pretende eliminar programas sociales, siempre y cuando estos hayan beneficiado a los millones de pobres o en pobreza extrema que viven en ese país. Los más ricos no serán afectados…
Estos personajes, acostumbrados a humillar, cuestionar, condicionar y hasta imponer fórmulas, se olvidan de que en el mundo hay países, pueblos, estados, gobiernos, que en ningún caso aceptarían poner precio a la dignidad.
Bolsonaro lo sabe muy bien. Los médicos cubanos fueron a su país a solicitud de Dilma Rousseff, y como parte de un acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud. A Dilma le dieron un golpe parlamentario para imponer a un Michel Temer de pálida hora de ruta, quien parece desconocer qué es ética, decoro, solidaridad humana, internacionalismo.
Jair Bosonaro, que para que resultada electo presidente tuvieran que llevar a la cárcel sin delito alguno a Luis Inacio Lula da Silva, principal favorito en los recientes elecciones, da continuidad ahora al uso de la injusticia disfrazada —mal disfrazada— de justicia, en sus planes de imponer en Brasil un gobierno al estilo de las dictaduras de décadas anteriores, cuando el personaje de marra comenzaba a vestir el uniforme militar que lo llevó al grado de capitán.
En el gigante sudamericano la reacción ante el anuncio de la terminación del programa Más Médicos al que Cuba aportó unos 8 500, y el ejemplo, no solo de aplicar buenas prácticas de salud, sino que los galenos de la isla marcharon hacia los lugares más apartados de la extensa geografía, en muchos de ellos, donde la población conoció por primera vez en la vida la presencia de un médico.
¿Qué dirán ahora los casi 114 millones de pacientes atendidos por los galenos de la Isla durante estos cinco años de colaboración? Cuánto afectará en cese de los servicios médicos cubanos que conforman el 80% de todos los médicos incluidos en el Programa concebido por Dilma y tirado al cesto por Bolsonaro.
De inmediato el Consejo Nacional de Secretarías Municipales de Salud y el Frente Nacional de Alcaldes de Brasil alertaron al Gobierno recién electo del ultraderechista Jair Bolsonaro sobre los inminentes e irreparables perjuicios a la salud de la población de ese país, como consecuencia de la salida de Cuba del Programa Más Médicos.
Lo que había sido una conquista de los municipios brasileños, en respuesta a la campaña «Dónde está el Médico», liderada por el Frente Nacional de Alcaldes en el 2013, se desconoce ahora, con la afectación principal para el pueblo brasileño.
La presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, denunció que por las amenazas del presidente electo, el ultraderechista Jair Bolsonaro, Brasil pierde hoy acceso a la medicina cubana, reconocida por la Organización Mundial de la Salud.
“Me siento triste por el pueblo brasileño que es tan bien asistido por ellos (los médicos cubanos). Vi ese programa nacer y ayudé a implementarlo”, dijo Hoffmann en su cuenta de la red social Twitter.
Es triste, penoso, saber que el pueblo más pobre de Brasil pueda ser abandonado así por un arrogante mandatario.
Pero un recordatorio siempre vendría bien. Para Cuba, para sus médicos, la dignidad no tiene precio.
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