Poder versus autoridad
19 de octubre de 2018
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Parece lo mismo pero tienen grandes diferencias y hoy me dedicaré a explicarlas, y aunque para que la vida funcionara mejor quien tiene poder debía basarlo en la autoridad, lamentablemente no es así. Voy a conceptualizar cada uno de ellos: el poder es la capacidad de forzar o coaccionar a alguien para que este, aunque prefiera no hacerlo, haga su voluntad porque la posición que ocupa le permite forzar, sancionar, reprimir. Es por ello que vemos tantas frases como “¡lo haces o te vas de mi casa!, ¡cumples con lo que te mando o pierdes el trabajo!”, incluso cuando puede ser que lo ordenado por quien ostente el poder esté fuera de las regulaciones e incluido las leyes. Tengo un ejemplo muy cercano de mi hermana más pequeña quien es abogada y trabajaba (fíjense que hablo en pasado) en una empresa muy importante económicamente y cuyo presidente le “ordenó” hacer algo contra la ley y como ella se negó las amenazas e insultos tuvieron un tono tan elevado que no puedo reproducirlas literalmente. Él le recordó que el auto, el móvil, la laptop que le dio la empresa se las quitaría y terminó amenazándola con una sanción y…. aquí vienen las palabras fuertes que voy a matizar porque con un golpe sobre la mesa terminó diciendo “tú haces lo que a mí me sale de……”. Sin comentarios, y mi hermana presentó su renuncia inmediata.
Este es un ejemplo de poder sin autoridad porque la verdadera autoridad es el arte de conseguir que la gente haga voluntariamente lo que tú quieres debido a tu influencia personal, y así lo define James Hunter en su relato sobre la verdadera esencia del liderazgo llamado La paradoja, y que les traigo porque comparto completamente su criterio.
Como se darán cuenta, la diferencia entre poder y autoridad es grande, y debían ser muy cercanas, no lo son en muchos casos. Veamos entonces que la autoridad se fundamenta en el prestigio, la experiencia personal, en competencias emocionales como la empatía, la mediación de conflictos, ser catalizador de cambio, tener sentido de la solidaridad, poner sus conocimientos y experiencia para ayudar al desarrollo de los demás, aceptar y utilizar la diversidad de las personas, todo lo cual hacen que los demás lo sigan, lo respeten y busquen sus criterios porque saben que es una persona que tiene eso de popularmente llaman “don de gentes”.
La persona que tiene autoridad no tiene que ostentar cargos, tener una posición que lo coloque por encima, sino que tiene algo que se llama “liderazgo” que es también una competencia emocional que significa que la persona es capaz de exponer visiones claras y convincentes que resultan motivadoras para los colaboradores logrando guiar su comportamiento hacia metas compartidas, o sea, poder influir sobre los otros, lo cual es un arte y una destreza aprendida.
En la actualidad, el medio laboral que se respete y que quiera que se logren las metas de la empresa, la fábrica, la escuela, el hospital o cualquier otra instancia, se tiene en cuenta para designar a las personas en los diferentes cargos, este conjunto de cualidades de la autoridad y el liderazgo, ya que tener en cuenta otras condiciones que solo abarquen el ámbito de lo técnico y no sean capaces de influir y de ser modelo, va hacia el fracaso ¡y ni hablar de esos jefes que dan puñetazos en el escritorio para ser obedecidos! Porque estos (que existen lamentablemente) lo que demuestran es una enorme incapacidad para que los demás lo sigan gustosamente para que el centro de trabajo crezca, y lo más importante, que las demás personas se sientan a gusto. Y les termino la historia de mi hermana, porque después que presentó su renuncia ¡¿Saben lo que le dijo su jefe?! ¡Por favor, quédate, dime lo que quieres, pero no te vayas porque tú eres muy capaz en tu trabajo. Así que para calificar a este hombre solo tengo un adjetivo y es ¡Incapaz!
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