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José Martí y la Estatua de La Libertad de los Estados Unidos de América

26 de octubre de 2018

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Durante su larga estancia en los Estados Unidos de América, José Martí en los trabajos que elaboró para distintas publicaciones de América Latina con las cuales colaboraba, de modo muy esencial primero para La Opinión Nacional, de Caracas, y después La Nación, de Buenos Aires, hizo referencia a significativos acontecimientos de carácter político y cultural ocurridos en el territorio norteamericano y particularmente en Nueva York, ciudad donde residía.
En sus trabajos, por ejemplo, comentó acerca de la inauguración de la Estatua de La Libertad, hecho ocurrido el 28 de octubre de 1886.
Precisamente al día siguiente de haberse realizado esa ceremonia Martí escribió una de sus “Escenas norteamericanas” en la que trató sobre esa singular estatua que fue donada por el gobierno francés al pueblo estadounidense.
En dicha crónica, que salió publicada en la edición del primero de enero de 1887 de La Nación, de Buenos Aires, primero expuso algunas consideraciones acerca de la libertad y afirmó al respecto: “Terrible es, libertad, hablar de ti para el que no te tiene. Una fiera vencida por el domador no dobla la rodilla con más ira. Se conoce la hondura del infierno, y se mira desde ella, en su arrogancia de sol, al hombre vivo. Se muerde el aire, como muerde una hiena el hierro de su jaula. Se retuerce el espíritu en el cuerpo como un envenenado.”.
Y también resaltó: “Del fango de las calles quisiera hacerse el miserable que vive sin libertad la vestidura que le asienta. Los que te tienen, oh libertad, no te conocen. Los que no te tienen no deben hablar de ti, sino conquistarte.”
Martí después hizo referencia a la imagen que mostraba la ciudad de Nueva York en los instantes previos al comienzo de la ceremonia de traslado y ubicación de la Estatua de La Libertad.
Señaló: “La emoción era gigante. El movimiento tenía algo de cordillera de montañas. En las calles no se veía punto vacío. Los dos ríos parecían tierra firme. Los vapores, vestidos de perla por la bruma, maniobraban rueda a rueda repletos de gente. Gemía bajo su carga de transeúntes el puente de Brooklyn; Nueva York y sus suburbios, como quién está invitado a una boda, se habían levantado temprano.”
Y más adelante manifestó: “¡Allí está por fin, sobre su pedestal más alto que las torres, grandiosas como la tempestad y amable como el cielo! Vuelven en su presencia los ojos secos a saber lo que son lágrimas. Parecía que las almas se abrían, y volaban a cobijarse en los pliegues de su túnica, a murmurar en sus oídos, a posarse en sus hombros, a morir, como las mariposas en su luz.”
Con gran maestría Martí logra hacer una descripción impactante y en forma metafórica al resumir la majestuosidad de la estatua y el efecto que esto causaba entre los habitantes de Nueva York, igualmente expuso: “Parecía viva: el humo de los vapores la envolvía: una vaga claridad la coronaba: ¡era en verdad como un altar, con los vapores arrodillados a sus pies.”
Estableció de inmediato una comparación con otros relevantes monumentos existentes en distintos lugares del mundo.
Señaló al respecto: “¡Ni el Apolo de Rodas, con la urna de fuego sobre su cabeza y la saeta de la luz en la mano fue más alto! Ni el Júpiter de Fidias, todo de oro y marfil, hijo del tiempo en que aún eran mujeres los hombres. Ni la estatua de Sumnat de los hindúes, incrustada, como su fantasía, de piedras preciosas. Ni las dos estatuas sedentes de Tebas, cautivas como el alma del desierto en sus pedestales tallados. Ni los cuatro colosos que defienden, en la boca de la tierra, el templo de Ipsambul.”
En esta crónica Martí detalló en su integralidad no sólo las características de la Estatua de La Libertad sino también toda la ceremonia que culminó con su emplazamiento.
Para lograr el nivel de descripción que se hace patente en esta crónica es indudable que Martí tuvo que valerse de varias fuentes periodísticas porque él obviamente no pudo captar cada detalle, pero es indudable que en dicho trabajo puso de manifiesto esa gran capacidad que tuvo para utilizar un lenguaje apropiado capaz de poder cautivar a los lectores.
Precisamente a Martí se le considera como un renovador del lenguaje en estas crónicas escritas en los Estados Unidos de América en las que interrelacionó el periodismo con la literatura en forma magistral.
El investigador cubano Mauricio Núñez Rodríguez, en un trabajo titulado La Estatua de la Libertad desde la perspectiva narrativa de José Martí, reflejado en la Revista Honda, en su edición 22, en el año 2008, expuso que al presentar la gran fiesta de inauguración de este monumento,
él va narrando y reflexionando sobre su trascendencia social, cultural y política.
Precisó que la amplitud de sus intereses culturales –presente de manera ineludible, aumenta ostensiblemente la trascendencia del texto.
Y agregó: “Súmese a ello, la celeridad con que están organizadas y presentadas las diferentes secciones y la progresión de una a otra –a pesar de ser esta una crónica extensa– y eso se halla condicionado por la rapidez del tempo en las Escenas, lo cual se debe, a su vez, a la coherencia con que aborda los acontecimientos desde diferentes normas: los describe, los narra, los valora.
“Las transiciones entre estas facetas son tan armónicas o están imbricadas de tal manera que se conjugan en el mismo discurso generando múltiples complejidades, difíciles de deslindar. La crónica posee, entonces, suficientes elementos que acercan su discurso al de un relato, lo cual corrobora las habilidades narrativas de José Martí, presentes en buena parte de sus crónicas periodísticas.”

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