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Respetar y darse a respetar

18 de octubre de 2018

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El mundo transita en medio de caminos complicados y sujeto a emboscadas por doquier.

La palabra respetar, como sinónimo de amar, admirar, tolerar, entre otras, aparece dislocada en una especie de cuerda donde malabaristas de mala fe, imponen su manera de actuar, no importa dónde o contra quién sea.

Pero, la vida como mayor fuente acumulativa de cultura o de incultura, indica que, además de saber respetar hay que darse a respetar. No se puede pedir respeto cuando se hace todo lo contario.

En política, por ejemplo, el saber actuar con respeto hacia los demás es la mejor garantía de que se nos respete. Se trata de una conducta que no puede tener varias maneras de interpretarla.

Estos primeros párrafos los escribo como prólogo para un tema muy de estos días, el show inventado por Estados Unidos, en los locales de la ONU, para satanizar a Cuba en el tema de los derechos humanos.

Y, aunque un día después alguna prensa internacional se “vaya con la de trapo”, como se die en el argot popular, y dé más importancia a la “falta de diplomacia” de los representantes cubanos presentes en la reunión, que a gritos de Cuba sí, bloqueo no; con golpes en las mesas y coros interpretando el Himno Nacional, abortaron la patraña montada por el Departamento de Estado con la presencia del más pálido de todos los personajes de la fábula contrarrevolucionaria latinoamericana, el secretario general de la OEA, Luis Almagro.

No se quieren dar cuenta que esas mismas provocaciones las han montado contra la Isla desde hace 59 años; que la han acompañado con sanciones económicas, bloqueos, invasiones, amenazas de guerra nuclear, entre otras, y que no han podido derrotar a la Revolución, cada vez más invicta y cimentada en un pedestal que jamás arreará su bandera para entregar su estrella solitaria al blasón del imperio.

Ahora el show, con la misma manufactura pero con la lógica mediática de estos tiempos, se empeñó en convocar para la ONU —algo violatorio del derecho internacional y de las reglas de conducta de esa organización, que debe servir a la paz y nunca ser utilizada contra pueblo alguno— a un convite vulgar, con la presencia de mercenarios, y donde los anfitriones de Washington salieron trasquilados aunque hayan apagado el micrófono cuando la embajadora cubana Anayansi Rodríguez Camejo, alzaba su voz que no es otra que la de todo un pueblo que exige el cese de las provocaciones y el fin del bloqueo económico y comercial contra nuestro país.

Cuando se analiza la preparación de esta farsa por parte del gobierno norteamericano y el selecto grupo de invitados, entre ellos dos mercenarios y un bufón con apellido Almagro, nos damos cuenta de que el propósito era “hacer bulla mediática” con las más pérfidas mentiras, para desviar la atención del evento mayor, la votación en la Asamblea General de la ONU de la Resolución contra el bloqueo, el próximo 31 de octubre.

Estados Unidos se sabe sólo una vez más. Está desesperado en busca de coro para intentar que algunos de los países al menos se abstengan de votar a favor del documento que presentó Cuba.

Cómo puede permitirse que el recinto de la ONU haya servido para tal patraña. Por qué la representante estadounidense, Kelley Eckels Currie, se negó a abrir los micrófonos a la delegación cubana que asistió al evento para denunciar la violación de los principios elementales de la Carta de las Naciones Unidas. ¿Cuál es el temor del arrogante imperio y sus personajillos de turno?

Y preguntaría además, por qué alguno de los grandes medios presentes en la sala no han hecho referencia a la presencia allí de grupos solidarios con Cuba, de los que dentro de Estados Unidos se pronuncian contra el bloqueo y a favor de las relaciones normales entre ambos países. Por qué la gran prensa no ha denunciado que esos grupos estadounidenses fueron sacados del local, mientras se permitía allí la estancia de dos mercenarios y de un despreciable personaje como Luis Almagro.

Un dato curioso lo aporta un despacho de la AP cuando cita a la representante de Estados Unidos,  Kelley Eckels Currie, la conductora de la farsa, que dijo a los reporteros, una vez fuera de la sala, que los diplomáticos cubanos “deberían estar avergonzados”… al parecer por haberle echado a perder aquel montaje mediático.

Se olvidan, insisto, en que nuestros diplomáticos son, primero que todo, cubanos honestos, dignos, muy profesionales y valientes como todo el aguerrido pueblo al que representan.

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