Arrocha es un incansable
4 de octubre de 2018
|Fotos: Alexis Rodríguez
Hasta mediados de octubre se exhibe en la galería del Cine 23 y 12, del Vedado capitalino, una sui generis exposición titulada Papel, tela… ¡acción! que incluye 108 diseños de vestuario realizados en distintos momentos por el maestro Eduardo Arrocha, Premio Nacional de Teatro 2007 y Premio Nacional de Diseño otorgado por la Oficina Nacional de Diseño (ONDI), en 2013.
La muestra —que intenta hacer un apretado recorrido por la huella dejada por Arrocha vinculada al séptimo arte y algunas breves pinceladas de su quehacer en el teatro dramático, que “ha sido su fuerte”: recordar que tiene en su haber más de 400 obras diseñadas solo para esa modalidad— fue curada por la joven especialista de cine cubano Daymar Valdés y por la experimentada Sara Vega, especialista de la Cinemateca de Cuba.
En un aparte con estas páginas electrónicas Vega —quien es una profunda conocedora de la cartelística cubana, para ella “su foco delirante”— enfatizó que “usualmente el diseño de vestuario no se expone, es decir no es una manifestación que se está promocionando todo el tiempo porque esos trabajos quedan archivados en expedientes que se convierten no solo en memoria sino en patrimonio, que es tan importante”.
Reconoció que Arrocha se merece no solo esta sala sino muchísimo más espacio: “es un hombre encantador y es gusto trabajar con él porque posee una lucidez extrema y un sentido del humor y una dulzura que dan gusto” al tiempo que reconoció que Papel, tela… ¡acción! —dentro de la inmensidad de su obra— “trata de que el público tenga una idea cercana de cómo dibuja Arrocha, mostrar su capacidad para dar aguadas, exhibir la manera en que concibe los personajes”.
Según comentó, al enfrentar la labor curatorial se seleccionaron trabajos que no fueron filmados porque “en última instancia, la película es el final de camino, pero cuando no se llega al final del camino no quiere decir que el camino no exista”, enfatizó. El diseño de vestuario es lo primero que se hace de una película y según Sara Vega, “no quisimos cometer un acto de injusticia al no poner diseños que no se llegaron a realizar”.
Por otra parte, enfatizó Sara Vega, como Arrocha no solamente es un diseñador de vestuario, se reservó un espacio de la galería para mostrar diseños que realizó para el ballet, el teatro y la ópera: “ha sido un verdadero lujo acercarnos a estas piezas luego del paso del tiempo porque en ellas no solo se ve la manera de dibujar sino cómo concibió los personajes y la época determinada. Cuando un diseñador acude a todas sus referencias culturales —que es una acumulación de conocimientos que se sedimenta con el paso del tiempo— es lo que da la verosimilitud de la película”.
Insistió en que un filme es reconocido, entre otras razones, por las actuaciones y la música, pero también tiene un gran peso la escenografía y el vestuario: “este último —reiteró— es el que ubica al espectador y eso necesita una sedimentación de conocimientos y una profunda investigación para poder reflejar con certeza y con verosimilitud un determinado momento histórico”.
Al ser preguntada por los beneficios que, sin duda alguna, aportan las nuevas tecnologías, la especialista reconoció que tienen muchas bondades, pero también trae innumerables problemas: “en la llamada era digital en la que supuestamente vivimos los cubanos, no contamos con la retroalimentación de las últimas producciones; en otras palabras se pierde el proceso de trabajo porque ves el resultado final, pero el proceso desaparece y no está mas”.
Actualmente —significó Vega— no se guardan los bocetos porque no se hacen a mano y ese fenómeno, también, se repite con los diseñadores de carteles que están bocetando en una tableta o en una PC o en cualquier otro dispositivo, pero el proceso como tal ¿dónde queda?: “sí, nos llega la imagen perfectamente concluida pero, ¿cómo puedes reflejar el camino seguido por un creador? Es cierto que puedes guardarlo en una carpeta digital, pero eso nunca se imprime y me pregunto qué va a pasar cuando, en el futuro, quieras mostrar el trabajo de alguien. La belleza de estos trabajos hechos a mano y enmarcados como obras de arte, no se tendrán”, se lamentó.
Instó en hacer más cantidad de exposiciones con este carácter porque contribuyen a que los jóvenes conozcan los antecedentes, las raíces: “lamentablemente sucede que hay muchas personalidades de nuestra cultura que están preteridas y arrinconadas en sus hogares, pero por todo lo que han realizado durante su vida merecen que su labor se haga visible. Arrocha —que ya sobrepasa las ocho décadas de vida— es un incansable y tiene muy clara la relevancia de no dejarse aplastar por el tiempo: de eso, también, trata esta Papel, tela… ¡acción!”, dijo concluyente.
¿Quién es Eduardo Arrocha?
Arrocha nació en Guanabacoa, La Habana, en el año 1934 y es hoy una firma muy reconocida y reverenciada dentro del diseño cubano: no por gusto a lo largo de su intensa vida creativa, que ya sobrepasa las seis décadas, se ha ganado el calificativo de Carbono 14, el todo terreno del diseño, The best, y en la temprana década de los sesenta recibió uno de los elogios más grandes de su vida cuando Andrés García le dijo: “tu diseños parecen Dureros”.
Laborioso, constante, trabajador incesante, casi un adicto, aun hoy Arrocha continúa inclinándose ante su mesa de dibujo porque, según él, “no sabe decir que no”: a pesar de sus ya pasadas ocho décadas de vida, directores de las más prestigiosas y exigentes compañías cubanas continúan reclamando sus saberes y haceres.
Las cifras son, por lo general, muy frías, pero indicativas de realidades y certezas: Arrocha ha diseñado para más de un centenar de directores teatrales y coreógrafos y ha trabajado para el teatro dramático —“su preferido”— en más de 400 piezas, sin contar sus innumerables y reiteradas prestaciones para el Ballet Nacional de Cuba, Danza Moderna, Conjunto Folklórico Nacional, Ópera, Zarzuela, Teatro Musical, Teatro Guiñol, Cine, Cabaret, Televisión y los Carnavales.
Es poseedor, entre otros reconocimientos, de la Distinción por la Cultura Nacional conferida por Ministerio Cubano de Cultura en 1988, y ganador del Grand Prix de la Ville de París, en el Quatrieme Festival International de Danse de París, otorgado como obra integral a Giselle, del Ballet Nacional de Cuba en 1966.
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