¿A quién beneficia el chantaje nuclear?
1 de octubre de 2018
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La celebración del Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, en el marco de la actual 73 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, resultó ocasión propicia para examinar una vez más este importante tema que pudiera poner en peligro la existencia misma de la humanidad, en tanto no se produzca un desarme general y completo de esos terribles artificios.
La lucha por el desarme nuclear, por la no proliferación primero y posteriormente por su eliminación y prohibición absoluta, alcanzó un nivel trascendental cuando en julio del pasado año la ONU aprobó, con el voto afirmativo de 122 naciones, el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPAN) que se encuentra dentro del proceso de ratificación establecido para que entre en vigor.
Sería prematuro considerar desde ahora la culminación de tal proceso si se tiene en cuenta que algunos poseedores de armamento nuclear, y otros aún no han manifestado la decisión de suscribir el acuerdo, que sería entonces un sujeto de derecho internacional y, por tanto, teóricamente inviolable.
El TPAN se convierte en el sucesor avanzado del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), actualmente vigente y suscrito en 1963, cuyas partes se reunirán nuevamente para su reexamen en mayo de 2020.
Si hacemos una retrospectiva histórica, rigurosa y sincera del tema nuclear se hace evidente de inmediato que han sido los gobiernos imperialistas de Estados Unidos de América –creadores de la mortífera arma– los principales beneficiarios de las políticas de chantaje nuclear nacidas en 1945, cuando detentando entonces el monopolio atómico fueron el primero y hasta ahora el único país del mundo que utilizó tal armamento contra la población civil japonesa de Hiroshima y Nagasaki, para satisfacer sus ambiciones hegemónicas y emerger como suprema y única vencedora de la Segunda Guerra Mundial.
De ese crimen nuclear ningún gobierno de Estados Unidos se ha arrepentido ni pedido perdón al pueblo japonés.
Merece recordar que América Latina y el Caribe fue la primera área densamente poblado del mundo que se declaró Zona Libre de Armas Nucleares a través del Tratado de Tlatelolco, nacido en 1967 y ratificado en la Proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz, documento firmado por todos los jefes de Estado y Gobierno de la región en la Cumbre de la CELAC celebrada en La Habana en Enero de 2014.
Debe recordarse también que fue el Movimiento de Países No Alineados el autor de la iniciativa que la comunidad internacional hizo suya y culminó en el referido Tratado de Prohibición de Armas Nucleares firmado el año pasado. Cuba fue el quinto país en ratificarlo el 31 de Enero de 2018.
No obstante, ante el nuevo ambiente y las políticas reiteradas de agresiones, amenazas y sanciones que hoy emanan desde la Casa Blanca de Washington, para muchos observadores, analistas y especialistas del panorama mundial las perspectivas del TPAN se oscurecen, prevaleciendo la incertidumbre.
La ruptura unilateral por parte de la Administración Trump del Acuerdo 5 + 1 con Irán es clara muestra de que Estados Unidos aspira a seguir beneficiándose del chantaje nuclear.
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