Emilio Roig de Leuchsenring: el fundador
23 de agosto de 2018
| |Foto: Alexis Rodríguez García
“Me complace mucho volver al punto de partida”, dijo el Historiador de la Ciudad de La Habana, el Doctor Eusebio Leal Spengler, aludiendo a los 80 años que se cumplen, este 2018, de la creación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana por Emilio Roig de Leuchsenring, de quien se cumple hoy el aniversario 129 de su natalicio.
El acto celebrado en el Palacio de Lombillo, donde se trasladó la Oficina luego de su fundación en el Palacio de los Capitanes Generales, acogió también la inauguración de la muestra “Actas Capitulares de La Habana”, dedicada precisamente a dicho natalicio.
La Oficina del Historiador, a decir de Leal, fue “una novedad dentro del contexto de las instituciones cubanas. Su fundador venía ya, de lejos, creando un sistema institucional que fuera útil a la armónica estructura de la Cuba que su generación vanguardista deseó realizar para nuestro país”.
“Esos hombres y mujeres tuvieron un pie en el siglo XIX y otro en el XX. Habían alcanzado la adolescencia en los años postreros de la dominación española, vivieron la intervención militar norteamericana y contemplaron también el nacimiento de la República (…)”, expresó el Historiador refiriéndose al contexto del nacimiento de su predecesor, el Doctor Roig, un 23 de agosto de 1889.
Al referirse a esta última etapa de la lucha por la independencia de España, el también Director de Red de Oficinas del Historiador y el Conservador de la Ciudades Patrimoniales Cubanas, acudió obligado a la figura de José Martí, representante de esa dualidad de hombre de pensamiento y de acción de la cual fue deudor luego Leuchsenring.
“Martí tuvo la habilidad, la capacidad, la fiereza para ir articulando la unidad indispensable para el regreso”, dijo sobre la guerra del ’95. Calificó esta magna obra del Héroe Nacional como “el proyecto de devolver a Cuba a los que estaban absolutamente distanciados después de haber chocado contra una pared, al reintentar aquel gran esfuerzo” [la guerra del ‘68].
“Esas aspiraciones fueron interrumpidas por el acontecimiento azaroso de su caída tan temprana a los 42 años. ¿Qué se puede hacer hasta los 42 años? A partir de ahí, ningún adjetivo, ni Apóstol, ni maestro, ni guía supremo, ni líder del Partido Revolucionario Cubano, son suficientes para ponderar lo que debió escribir, a veces en esos largos viajes.
“Su obra fue infinita, pero no podía llevarla a cabo sin contar con otros que no eran solo hombres de armas, sino también de pensamiento, (…) particularmente Antonio Maceo, hombre tan singular en el cuadro de la historicidad cubana. (…) Y el tercer elemento Máximo Gómez.
“En cuánto a los hombres puramente de letras y de pensamiento, siempre tenían que luchar primero contra su inadaptación a la vida montaraz y difícil del mambí. En los Poetas de la Guerra, que Boloña va a reeditar facsimilarmente con motivo del 150 aniversario que conmemoramos este año, aparecen esos poetas con un prólogo de Martí esencial, en que subraya cómo toda aquella visión literaria de Cuba, de lo bello, de lo hermoso y abstracto de lo cubano, fue suscrito con la sangre de la casi totalidad de los poetas.
“En ese tiempo posterior se formó el carácter de Fernando [Ortiz], de Emilio [Roig], y el carácter de los grande hombres que se reunieron luego en la égida fundacional de a quien todo el mundo llamaba, cariñosamente, y hasta el último día de su vida, “Emilito”.
Leal conversó con los presentes sobre la forja de la cultura política de Emilio Roig de Leuchsenring y cómo la abogacía quedó en la base de su conocimiento historiográfico, al no ser su verdadera vocación sino la complacencia a los padres. “Se ve en su primer discurso político y jurídico, ‘La ocupación de la República Dominicana por los Estados Unidos y el derecho de las pequeñas nacionalidades de América’ (1919).
“Comenzó a elucubrar la Sociedad Cubana de Estudios Históricos Internacionales, a pensar en cómo diseñar a través del uso de la prensa, de la palabra viva que este patio tantas veces escuchó, un proyecto intelectual adecuado para Cuba, en el cual una materia como es la preservación y el valor de los monumentos para la educación pública, patriótica, social y humana jugara un papel importante. Como cuando funda la Comisión Nacional de Monumentos y la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, donde se une a Don Fernando Ortiz en ese propósito (…).”
“Periodista, escribió en esa monumental revista, el Fígaro, o en la revista que era como una ola de aquel tiempo, y que él y Conrado Massager transformaron en una revista de pensamiento y de vanguardia, en el diseño y también en el decir, Social; se comprometió a escribir en Bohemia, Carteles, y el Diario de la Marina cuando tuvo un espacio de apertura progresista. Emilito fue un fundador”, argumentó Leal Spengler.
También habló de sus esfuerzos por la publicación de las Actas Capitulares, que “hoy reciben aquí merecido homenaje, y son Patrimonio de la Humanidad, escríbalo o no en el índice. (…) En ese momento se convierte en el Paladín de la lucha”, en una época en que la biblioteca nacional estaba metida en la bóveda húmeda del Castillo de la Fuerza, donde fueron las actas. El Doctor Leal recordó los esfuerzos de su antecesor por la creación de la ansiada Biblioteca Nacional, pública, acudiendo a colegas y amigos que como él reconocían el libro como un objeto de culto, de fuente de conocimiento colectivo y no individual. “Emilito concibió la idea de hablar con todos y cada uno de ellos para copiar sus ficheros y así poner los textos, pertenecientes a esas bibliotecas particulares, a disposición de investigadores”.
Leal también narró sobre cómo lo conoció personalmente, lo apoyó, y se convirtió en su sucesor-por la entrega y la misma pasión contagiada-, tras su triste pérdida. “El 8 de agosto de 1964 murió el Doctor. Todo terminó con él, como suele pasar cuando estamos en el tránsito desde el subdesarrollo a un estadío superior, la desmemoria y el olvido. Vino el gran desastre (…) Por eso no se celebra ese día. Celebramos el 23, un día como hoy en que nació en Acosta no. 40, cerca del Convento de Belén, el colegio donde estudió y fue buen alumno; donde estudiarían también Carlos J. Finlay y otros grandes cubanos, como Eduardo Chibás, quien también fue su amigo a pesar de que Emilio Roig nunca militó en ningún partido político” señaló el Historiador.
“Era un hombre de izquierda, absolutamente laico, opuesto totalmente a la irrupción de la cuestión religiosa en la educación pública. Protagonizó una de las más grandes campañas que se hicieron en Cuba por una escuela cubana, libre. Luchó por un culto y respeto al magisterio cubano. Fue profundamente antiimperialista y apoyó a Mella en la fundación de la Liga Antiimperialista y en la creación de la Universidad Popular José Martí.
“Es mi deber en un día como hoy decir que lo que tenemos costó mucho trabajo, porque cuando se cerró su féretro en el cementerio, meses después, la Oficina del Historiador dejó de existir. Manifiesto mi gratitud pública a la Doctora Violeta Serrano que fue designada para que ocupara la administración y el tránsito. Esto no habría sido posible sin el apoyo de María Benítez quien fue extremadamente generosa al designarme discípulo de Roig, porque había otros, y me escogió, yo que era un descamisado, un loco que entraba aquí a buscar libros”, reconoció quien lidera la institución desde 1967. “A partir de allí comenzó la guerra, una guerra larga”.
“Todas las guerras para él terminaron con la victoria de la Revolución”, dijo refiriéndose a Emilio Roig. “Ya mi vida no tiene sentido –le dijo a Leal– porque la Reforma Agraria es la obra magna de la revolución cubana, porque hoy Cuba sabe que no debe su independencia a los Estados Unidos, porque hay una tradición antiimperialista en nuestra historia, por todas esas razones ya no tiene sentido, habrá que buscar otra”.
Leal recordó a los presentes todo lo que se ha logrado en medio siglo de nuevas batallas, aciertos y desaciertos… “Hoy tenemos un archivo histórico, pero no con los 100 libros con que me quedé; un sistema de museos, un Colegio Universitario, un Plan Maestro, una escuela taller, una Dirección de Patrimonio (…) Hoy la memoria está entre ustedes”, dijo a los presentes en el patio del Palacio de Lombillo en la mañana de hoy.
“Dentro de un momento iré a meterme en lo que el Doctor Roig no pudo hacer: en los rollos de la restauración material, con la satisfacción de que en Lamparilla se están terminando 80 viviendas para los que tienen menos; y vamos a inaugurar el 3 [de septiembre] el colegio de José María de Mendive. (…) Hemos devuelto al Centro Histórico los poderes del Estado, el Tribunal Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional. Si esto fuera todavía el arrabal miserable al cual solo se acudía para demoler, nadie vendría.
“Emilio Roig de Leuchsenring. Su nombre se recuerda gracias a que la institución que fundó vive, si no le tocaría el rincón oscuro que ha tocado a otros cubanos no menos meritorios; pero cuando hay frágil memoria las cosas se olviden y hay que volver a empezar, a investigar lo que otros ya investigaron, a descubrir lo que otros ya descubrieron. Ese no es nuestro caso”, concluyó Eusebio Leal.
Con sus palabras dejaba inaugurada la exposición “Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana”, con investigación y curaduría de Natacha Moreira y Ana Lourdes Insua, especialistas del Archivo Histórico de la Oficina del Historiador.
Las palabras del catálogo de la exposición anuncian que las “Actas-Roig-Archivo-Oficina se mezclan en una muestra cuyo principal interés es exponer el caudal que tiene este patrimonio documental y que debe quedar para las generaciones venideras, quienes deben conocerlo, apreciarlo, para luego defenderlo”.
En este texto, Ana Lourdes Insua afirma: “Es una exposición homenaje a Roig por su visión de futuro respecto a la preservación para la historia de la nación, de las Actas Capitulares; a Leal por la continuidad y expansión de la obra de su predecesor; a la Oficina del Historiador de la Ciudad por contar con un aval prestigioso en favor de la cultura nacional y al Archivo Histórico que, junto a la Oficina, transita por sus ocho décadas de labor con idéntica premisa: el rescate, la protección y la difusión del patrimonio documental”.
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