En la Casa México: Los hijos de Frankestein

28 de marzo de 2018

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Estrella Díaz

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Artes plásticas, Centro HIstórico de La Habana, Cuba, Cultura, Exposición

Fotos: Alexis Rodríguez

 

 

Hasta finales del mes de abril puede disfrutarse en la Casa del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, la exposición Los hijos de Frankestein del joven artista Alejandro Cordovés, quien además se desempeña como profesor del Instituto Superior de Arte, ISA.

La muestra tiene como hilo conductor la vida después de la muerte y una manera peculiar de interpretar la resurrección, y está integrada por una treintena de obras realizadas en cerámica con disímiles piezas adosadas de metal, cristal u otros elementos entremezclados.

En conversación con el espacio Luces y sombras –que se transmite todos los jueves de 7:00 a 7:30 p.m. por nuestra emisora Habana Radio, La Voz del Patrimonio Cubano–, Cordovés reveló detalles sobre Los Hijos de Frankestein.

 

 

”Además del tema de la muerte como eje central, hay otro elemento que unifica la exposición: casi todas las piezas son animales que, metafóricamente hablando, son producto de un laboratorio en el que ellos vuelven a la vida a través de un trabajo.

”La idea es que el animal completo o parte de él, cobre una vida ficticia. Por ejemplo, en la serie de platos —compuesta por nueve platos— hay una pequeña representación humana (con un cráneo) que se transforma mediante un espiral en un animal. Es una manera de intentar unificar la exposición, de darle coherencia.

 

 

”El pequeño y mediano formato no es algo nuevo en mi trabajo, pero no quiero que se me encasille como el hacedor de piezas monstruosas de tres o más metros. En esta muestra se pueden encontrar piezas de base que van colocadas sobre el pedestal clásico. Hay una serie que simula muelas humanas o de animales colocadas sobre una base de cristal. Esta serie de dientes sugiere en qué se puede convertir un diente o una muela fuera de su sitio natural, es decir, dentro de la boca.

 

¿Y el dinosaurio que combina madera con cerámica?

 

 

Esta pieza tiene una pequeña historia. Salía de uno de los turnos de clases en el ISA y veo el tronco, y fue como un amor a primera vista. Semejaba a un dinosaurio en sus momentos finales. Busqué ayuda y traslade el tronco para el taller y desde ese momento supe lo que quería con él. El resultado es un dinosaurio agonizando que mezcla madera con cerámica adosada intentando buscar el ojo, las garras y otros elementos de la fisonomía del dinosaurio.

 

 

El reciclar y convertir lo desechado en arte es algo que se hace mucho, ¿cuál es tu precepto conceptual?

El reaprovechamiento de las cosas no tiene para mí un concepto de reciclaje. No se trata de reciclar por reciclar, ni le tengo lástima a lo que está en desuso: por ejemplo, un soporte que tenga un doblez –aunque venga de una factura industrial– me pude servir si me sugiere algo: es algo que no he hecho con mis manos, pero que llega a mí. Me da igual que sea de hierro o de cristal o de cualquier otra naturaleza, pero que tenga una forma previa.

 

 

El conejo y el rinoceronte son a mi juicio piezas que resaltan dentro de la expo…

Esas piezas surgen de una cosmogonía personal que viene de los animados y, sobre todo, de la música: creo que todas las piezas poseen una base musical muy personal. En el caso de estas dos piezas hay una base gráfica que proviene del cine a partir de películas como Alien. Me siento muy identificado con el trabajo del maestro Alfredo Sosabravo y, aunque trato de no hacer nada parecido, siento que tiene una gran influencia sobre mí.

 

 

Estas en las aulas del ISA como profesor, ¿qué te aporta?

Creo que el maestro marca caminos importantes en cualquier estudiante, no solo porque les enseñamos técnicas o maneras de hacer, sino que puede que influyamos en sus criterios a la hora de establecer ideas en torno al arte. En el Instituto no solo enseño cerámica sino también dibujo y pintura, pero siento una gran responsabilidad con la cerámica porque cada día son menos la personas que se dedican a esa manifestación debido a varias razones: las personas que tienen el conocimiento gracias a los años de ejercicio, se van retirando o desgraciadamente fallecen. Por otro lado, la cerámica necesita una base material costosa e importante –requiere de un horno, de un espacio físico y de esmaltes que son caros; nosotros en el taller tratamos de enseñarles a los estudiantes maneras alternativas de esmaltes o un óxido metálico para lograr un tipo de expresividad en la forma y la textura.

 

 

También, a veces sucede que el tamaño de horno limita por lo que los encausamos en la técnica del ensamblaje que te da más posibilidades. Tratamos que los alumnos comprendan que la cerámica no es solo una taza o una vasija para sembrar plantas sino que se pueden hacer esculturas muy contemporáneas y de altos valores estéticos.

 

 

Se dice que el horno es quien dice la última palabra, ¿cuántos fracasos has tenido?

¡Muchos! porque el que trabaja todos los días –como yo que tengo la suerte de poder hacerlo– se equivoca mucho, pero siento que tiene el derecho de errar y lo que es más importante, aprender de los fracasos.

 

 

Son muy recurrentes los accidentes no solo en el esmalte sino en la construcción, porque las piezas se rajan u olvidamos hacerle el orificio y suceden percances desafortunados. Pero, a pesar de estos accidentes hay piezas que son salvables y salen cosas que no teníamos pensadas. Así que todas las experiencias se sacan provechos.