El verdadero enemigo de la paz en Venezuela
11 de febrero de 2018
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Con la suspensión indefinida de los diálogos de paz entre el gobierno constitucional bolivariano y la oposición contrarrevolucionaria quedó evidenciado una vez más quién es el verdadero enemigo de la paz en Venezuela: es el gobierno imperialista de Estados Unidos, que despliega todos sus chantajes y presiones con vistas a frustrar cualquier proceso pacífico que aleje al pueblo venezolano de un eventual conflicto y pueda derivar en violencia y muerte.
Lo ocurrido recientemente en cuanto a las conversaciones de paz y la firma de un acuerdo en ese sentido, bajo los auspicios del presidente dominicano Danilo Medina, el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y el grupo de países amigos compuesto por Chile, Bolivia, Nicaragua y San Vicente y las Granadinas, puso de manifiesto claramente dos cosas: la obsesión yanqui por recuperar a toda costa la otrora valiosa y rica neocolonia venezolana y sus recursos naturales v cuantiosos y la desverguenza y entrega absoluta de la llamada oposición a sus amos imperiales que son, en definitiva, quienes dictan su actuación.
Quienes siguieron paso a paso el proceso de avenencia y acercamiento promovido por el presidente Nicolás Maduro durante largos meses de diálogos y consultas, no pudieron evitar su sorpresa e indignación cuando la representación opositora –en la propia cancillería dominicana y a punto de firmar los acuerdos ya consensuados– dio por terminadas abruptamente esas reuniones tan solo momentos antes de que debieran firmarse esos acuerdos ya alcanzados.
¿Qué había sucedido, por tanto, durante las breves horas que mediaron entre la noche anterior en Caracas –cuando se logró el consenso final– y las horas transcurridas al día siguiente en la capital dominicana?
Según alegó públicamente y de inmediato el jefe de la delegación gubernamental venezolana Jorge Rodríguez, los representantes de la oposición habían recibido una “misteriosa llamada” desde Bogotá, donde en esos momentos se encontraba el secretario de Estado yanqui, Rex Tillerson, y a partir de ese momento se produjo la inexplicable marcha atrás que hizo fracasar el acuerdo.
Para la fragmentada oposición es como un salto al vacío que los obliga a volver al primer acto del drama o comedia –según se mire– y reanuda las contradicciones internas que la paralizan, desconciertan e inducen a graves errores.
Los más recientes y sucesivos procesos electorales realizados en el país. Constituyentes, gobernadores y alcaldes podían haberles servido de lección acerca de cuáles son los deseos de la abrumadora mayoría del pueblo venezolano; paz e independencia, por encima de cualquier otra consideración real o inventada.
Sin embargo, están tan comprometidos con el gobierno imperialista de Estados Unidos, al que deben vida y hacienda, que no pueden resistir y mucho menos desobedecer las presiones de Washington. Son servidores de la Administración Trump como antes lo fueron de Bush hijo y de Obama; son mercenarios de un poder extranjero y su actuación fácilmente los delata.
El Consejo Nacional Electoral de Venezuela ha llamado a las elecciones presidenciales para el 22 de abril. Queda por ver si la titulada oposición sigue apostando por la violencia y sigue al servicio del enemigo de la paz, que es el gobierno de Estados Unidos.
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