Lo antiguo y lo nuevo en la familia

15 de diciembre de 2017

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Yolanda Ramiro Sánchez

 

 

Me quedé enganchada con el tema del artículo anterior sobre lo conservador y la espontaneidad, porque me parece que debía haber puesto más ejemplos. Aunque el tema se refería fundamentalmente al área laboral es perfectamente aplicable a cualquier otra esfera de la vida. Voy a referirme a la familia, que es tan importante para todas las personas y para la sociedad. No caben dudas de lo que ha cambiado la familia, en particular la que tiene sus raíces en España y su patriarcado rígido, donde existía una distancia entre las generaciones, y la relación entre abuelos, padres e hijos estaba marcada por una total subordinación de los más jóvenes a los más viejos, sin espacio al diálogo, la controversia y los cambios, porque se heredaban de generación en generación reglas y modos de actuación, ya fueran asuntos fundamentales, como otros que solo eran de forma.

En este sentido hay muchos ejemplos, empezando por la posición inferior que ocupaba la mujer, llena de deberes y con muy pocos derechos, y sin ninguna posibilidad de determinar el camino de su vida, ya que hasta el esposo se le escogía según criterios paternos. Otras cosas como un respeto sumiso hacia el padre, aunque este no fuera para nada ejemplo a seguir por los defectos que tenía. En fin, que puede ser mucho lo que se podría decir al respecto, pero creo que es suficiente para entender que mantener esa estructura familiar es manifestación de un conservadurismo ortodoxo, caduco y muy dañino para el avance.

También conocemos los cambios que se han operado, donde se han transformado roles, sus contenidos, estatus, o sea, la posición que ocupa cada miembro de la familia, porque ahora se puede ver que es la mujer puede aportar económicamente más a la familia, lo cual era inconcebible hace una décadas. Otros cambios tienen que ver con las reglas y normas, y en este sentido, nos podemos referir a aspectos esenciales y a otros que son formales. Estos cambios son algo bueno, porque es sinónimo de libertad, de avance, y permite o le da espacio a la espontaneidad. Ahora bien, ¿se debe cambiar toda la estructura, hábitos y características generales de la convencional familia patriarcal? Mi respuesta segura es “No”, porque hay valores fundamentales que como decía en artículo anterior, hay que preservar lo que no ha envejecido, lo que todavía funciona y que tiene que ver con la esencia de la familia, su mantenimiento y preservación.

La libertad de los miembros de la familia en cuanto a determinar su vida, emprender sus propios caminos es bueno, es más, es excelente porque cada generación es diferente a las anteriores, ya que la sociedad varía y las personas tenemos diferentes posibilidades y horizontes. Todo esto permite que las personas seamos espontáneos, y un ejemplo dentro de relación familiar está en que ahora un hijo puede ser franco con su padre para disentir con él, e incluso dar consejos y criticar, pero, en esta relación dinámica, sincera y útil hay que preservar algo de loa valores anteriores y es el respeto, porque el respetar no solo a sus mayores, está y será algo caduco, sino, todo lo contrario, puesto que es el aspecto fundamental donde convergen lo antiguo y lo nuevo. Esta relación que pongo de ejemplo entre padre e hijo, de la libertad del hijo de expresarse y también el respeto con que debe hacerlo, también se puede ver desde la otra perspectiva, o sea, el padre que acepta que su hijo pueda expresarse y que sus criterios también son respetables, y si no hay acuerdo, hay que ir al diálogo y de ninguna manera imponerse con un autoridad ciega, porque esa conducta en vez de propiciar una relación amorosa y que beneficie el mantenimiento de la familia, lo que provoca es el distanciamiento.

Siempre que pienso en este tema de la familia, sus cambios, la coexistencia de lo antiguo y lo nuevo, recuerdo la frase de Martí que dijo que los hijos se parecen más a sus tiempos que a sus padres, y estas palabras dicen lo suficiente y no necesitan que yo diga más.