Hasta dónde llegará Trump
7 de diciembre de 2017
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La pregunta que da título a este comentario se escucha tanto a personas que nos hablan de cada acción irracional del presidente estadounidense Donald Trump, como en medios internacionales que presentan análisis, entrevistas y comentarios sobre lo que hace el magnate inmobiliario devenido en ocupante de la Casa Banca.
Este 6 de diciembre dio un paso más en su afán por ser centro mediático –para bien o para mal– en este mundo interconectado y mal gobernado del siglo XXI.
Reconocer a Jerusalén como capital de Israel es dar una bofetada a una comunidad internacional ya golpeada por la inmovilidad y la desidia que caracteriza la política hegemónica que se impone en los organismos internacionales.
Es echar más leña a un fuego que ya ha dejado decenas de miles de muertos, millones de palestinos obligados a abandonar su Patria y la destrucción de miles de viviendas y otros inmuebles, a la vez que Israel levanta miles y miles de asentamientos para ser habitados por judíos, en plena tierra palestina ahora ocupada.
Los listados de las barbaridades cometidas por mandatarios estadounidenses en su paso por la Casa Blanca son muchos y dan vergüenza, como ha sido con las guerras, las ocupaciones de países, los bombardeos indiscriminados, el uso de uranio empobrecido y otras sustancias prohibidas para revestir cohetes y bombas.
Millones han sido las víctimas y todavía hoy lo son. Personas mutiladas que nacen con deformaciones terribles o padeciendo leucemia a consecuencia del uranio, todavía llevan el lastre de las guerras en Irak, Afganistán, la ex Yugoslavia, entre otros países.
Pero Trump se ha propuesto romper todos los récords y aparecer mediáticamente como el mandatario que se propone un Estados Unidos al margen del resto de la comunidad internacional.
Su discurso de este 6 de diciembre tiene el sello de su estilo: “He determinado que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como capital de Israel”.
Como en irracionales medidas anteriores adoptadas sobre el cambio climático, la salida de Estados Unidos de la UNESCO, los preparativos para la construcción del muro del apartheid en la frontera con México, entre otros, Trump ha culpado a sus antecesores de no haberlo hecho.
La decisión de reconocer a Jerusalén como capital israelí, ilegal si se tiene en cuenta que Naciones Unidas no ha hecho ese reconocimiento y la comunidad internacional toda se opone a la misma, ha provocado una verdadera rebelión entre la población palestina, además de manifestaciones en muchos países y declaraciones condenatorias de jefes de Estado y Gobierno.
Países como Rusia, Irán, Alemania, China y otros han advertido sobre las posibles consecuencias negativas de la decisión de Trump.
También el gobernante estadounidense ha sido criticado por la ONU, la Unión Europea y hasta el Vaticano. De igual forma, muchos países árabes, Turquía, entre otros, aseguran que se presentarán “peligrosas consecuencias” por esa acción.
No obstante, la pregunta de ¿hasta dónde llegará Trump? no creo que ni el propio magnate se atreva a contestarla. Su irracionalidad lo ciega y su disfrute mediático lo enajena.
Pero la comunidad internacional, lejos de la contemplación apacible ante el escenario enrarecido que está construyendo Estados Unidos, debe advertirse a sí misma y unir esfuerzos para detener tanta irresponsabilidad, si es que hay tiempo todavía.
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