Siria: el ir y venir en Ginebra
4 de diciembre de 2017
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Una vez más –la oncena– se reúnen en Ginebra, Suiza, representantes del gobierno y la oposición de Siria, bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
Nada hace indicar que el resultado de esta cita pueda ser diferente al de las anteriores. Los que juegan a sacar al presidente sirio Bashar Al Assad del poder como condición para el fin de la guerra, así lo han anunciado. Y, desde Washington, esa nefasta condición es aplaudida como si lo que estuviese en juego no tuviera nada que ver con la vida de cientos de miles de ciudadanos sirios muertos en la contienda que ya pasa de seis años.
Poner zancadillas a la búsqueda de la paz a través del diálogo es dar la espalda al anhelo de una paz necesaria. Ya la contienda bélica arroja cifras escalofriantes como la de casi medio millón de muertos y dos millones de heridos.
Los que hoy acuden a la capital suiza tienen como antecedentes inmediatos otras reuniones muy importantes como la convocada por el presidente ruso Vladimir Putin, en Sochi, la pasada semana con los mandatarios de Turquía y de la República Islámica de Irán.
Se trata de países muy involucrados en la búsqueda de la paz siria y en el caso de Rusia con cuantiosos aportes militares para derrotar a los grupos terroristas que llegaron a controlar una buena parte del territorio de la nación árabe.
En sentido contrario, Riad, la capital de Arabia Saudita acogió por estos días un llamado Segundo Encuentro Ampliado de la oposición siria. En esta cita se conformó la delegación de las distintas facciones opositoras que acudirían a Ginebra y –muy importante– la decisión de que cualquier negociación con el gobierno sirio tendría que ser sobre la base de la salida del presidente Al Assad del poder.
Por sí misma, esta condición quita todo posible valor a la cita de Ginebra, por cuanto a nadie se le puede ocurrir un diálogo de paz excluyendo a un presidente y un gobierno legítimos y más cuando los terroristas están siendo totalmente derrotados en todo el territorio.
Es lógico que en un país donde predominan corrientes religiosas de varios tipos y el reparto del poder siempre ha sido motivo de conflictos entre grupos, la búsqueda de la paz tiene necesariamente que pasar por concesiones salidas de un diálogo en el que los intereses supremos sean del país todo, no de un grupo o facción.
En este caso, cuando parecen llegar los días finales para los grupos terroristas encabezados por el autollamado Estado Islámico o Daesh, se impone la reflexión más atinada y menos fundamentalista, es decir, actuar de manera conjunta para impulsar la reconstrucción del país, posibilitar que regresen los más de cinco millones de sirios que han salido hacia otros países o han sido desplazados en la propia nación.
La guerra ha dejado a un país devastado, en el que, solo la infraestructura destruida equivale a más de 226 000 millones de dólares.
La tasa de desempleo en la actualidad llega al 78% y la esperanza de vida de los sirios, que era al comienzo de la guerra en 2011 de 75,9 años ha bajado a 55,7 años a consecuencia de la guerra y sus secuelas.
El gran tema ahora es cómo financiar la reconstrucción de Siria. Y, ya por adelantado, países involucrados en su destrucción como lo es Estados Unidos, han optado por no comprometer ninguna ayuda, más bien, condicionar el futuro de la nación.
En este contexto, tanto Washington como países de la Unión Europea, lejos a ayudar, mantienen férreas sanciones económicas y comerciales contra Siria, tal y como hicieron al apostar a la caída del gobierno legítimo de Bashar Al Assad.
Siria va y viene de Ginebra. Las discusiones continúan. Pero, mientras los opositores condicionen su participación en el diálogo y gobiernos como el norteamericano usen iguales argumentos, la paz seguirá siendo un asunto pendiente en esta sufrida nación árabe.
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