La tragedia de Sutherland Springs no se detendrá
13 de noviembre de 2017
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Lo más desgraciado de lo ocurrido como consecuencia de la tragedia de la primera iglesia bautista de Sutherland Springs –pequeña localidad de Texas esta vez– es que en Estados Unidos continuarán y cada vez serán más frecuentes los tiroteos y los sucesos de sangre, aparentemente sin motivo o como obra de algún desquiciado o criminal incontrolado pero con causas más profundas.
Ellos han sido, son y serán el reflejo del propio sistema imperial hacia el exterior y del capitalismo salvaje hacia el interior, sobre los cuales se asienta el país y dentro del que sus ciudadanos se ven obligados a sobrevivir en condiciones en que la convivencia pacífica y civilizada ha sido históricamente difícil a lo largo del proceso en que las 13 colonias británicas se convirtieron en potencia e imperio.
Diversos son los factores nefastos que contribuyen a esta situación, la han agravado paulatinamente y hoy son diferentes los puntos de vista que se exponen intentando explicar lo indetenible y creciente de las masacres. Varios de ellos, sin embargo, son coincidentes y comunes en los diferentes análisis al respecto.
Pocos dudan en señalar a la llamada Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense promulgada en 1791, que permite la posesión y uso indiscriminado de las armas de fuego, como una importante causa originaria que no ha podido ser modificada ni regulada desde entonces, dando paso a una enriquecida e influyente industria y negocio de los armamentos y la muerte.
Agrupados en la Asociación Nacional del Rifle (NRA) estos mercaderes de la sangre actúan cada vez más abiertamente en la política local y subsidian campañas electorales de alcaldes, gobernadores, representantes, senadores y hasta candidatos presidenciales.
Como beneficiarios de la NRA en la más reciente campaña electoral han sido públicamente señalados por la prensa, entre otros, el actual presidente Donald Trump y el senador Marcos Rubio.
El ex presidente Barack Obama intentó algunas medidas limitantes de la venta de armas a personas con problemas mentales o con antecedentes penales así como la venta de poderosas armas de asalto. Por supuesto, todas fueron echadas abajo por Trump tan pronto llegó a la Casa Blanca.
De ahí que el mandato de la actual Administración no augure nada beneficioso en cuanto a la pacificación doméstica del Imperio y el contagio a sus vecinos, situación que se agrava por la constante implicación del país en guerras en el exterior extendidas por años. No es casual que muchos de los protagonistas de estos sucesos sean veteranos de esas guerras, víctimas de secuelas mentales y otros males.
Con una perspectiva tan siniestra y un gobierno que nada hace por combatir el odio, la discriminación y el racismo sino que más bien lo estimula y alienta, puede afirmarse que tragedias como la de Sutherland Springs no se detendrán.
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