Zarza: litógrafo de pura cepa
13 de octubre de 2017
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Una inusual exposición del reconocido pintor, grabador, diseñador gráfico e ilustrador Rafael Zarza quedará inaugurada el próximo 20, Día de la Cultura Cubana, en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, enclavado en el emblemático callejón del Chorro, a un aledaño de la Plaza de la Catedral, en La Habana colonial.
La muestra, que se titula Pruebas de cancelación: litografías de Zarza, incluirá veinticinco obras que están consideradas pruebas de cancelación, algo que no es común que se exhiba en el contexto cubano.
Zarza –nacido en La Habana en 1944 y graduado, en 1963, de la Academia de Artes de San Alejandro– es un artista que ha cultivado una intensa y sostenida obra litográfica y está considerado uno de los artistas que en la Isla mejor domina esa especialidad del grabado.
Este artista, fundador del Taller de Gráfica, institución que este año celebra los 55 años de creada, se ha mantenido desde los inicios muy fiel y produciendo obra en el taller, pero además casi desde los comienzos asumió el toro o de la res como iconos recurrentes en su quehacer.
En conversación exclusiva con estas páginas electrónicas Zarza nos ilustró acerca de lo que es una prueba de cancelación: “una prueba de cancelación es la imagen única que se obtiene al finalizar una edición. Esa imagen es la que se obtiene al destruir o cancelar la matriz –que es el término adecuado cuando se habla de cancelación de estampas. Esa cancelación se hace a partir de una marca que puede ser una cruz, un círculo o la que tú escojas. A esa única imagen se le saca una prueba como constancia que esa ha sido el final de una edición. En Cuba eso no se acostumbra a hacer, pero en otras partes del mundo sí”.
¿Por qué razón?
Porque, por ejemplo, en el Taller Experimental de Gráfica y en los talleres particulares de los artistas no se generan pruebas de cancelación porque si se desea destruir la matriz de una litografía se le añade un disolvente —por lo general aguarrás— que destruye la imagen y se manda la piedra al granero para ser limpiada.
Escuchamos términos como “pruebas del artista”, “prueba de taller”, “prueba de cancelación”, “Prueba de estado”. ¿Por qué esas categorías y qué significan?
Primero hay que tener claro el concepto de edición, que no es más que los impresos que se sacan de la cantidad que se desea reproducir de una imagen en cualquiera de las técnicas del grabado.
La edición es enumerada a lápiz por el artista, a manera de quebrado: el número de arriba indica el número de la hoja que tienes en la mano y el número de abajo se refiere a la cantidad de ejemplares que se hicieron. Se emplean los números arábigos.
En lo personal suelo hacer ediciones muy cortas, de solamente diez ejemplares, porque eso valora mucho más el grabado, lo legitima. Se firma a lápiz, es decir, con grafito, es una tradición gráfica que inició James Abbott McNeil Whistler (1834-1903), pintor, diseñador y artista gráfico estadounidense que firmaba sus ediciones con la W, de Whistler, que parecía una mariposa volando. Esa tradición se ha mantenido hasta hoy.
Las prueba de artista, son las pruebas que sacas, que son muy especiales y que pueden ser de la misma edición y, luego, las manipulas, es decir trabajas sobre ellas y, por lo general, las guardas para ti. Esas pruebas de artista son mucho más cortas y también van numeradas, pero en números romanos. También puede aparecer P/A, que no es más que prueba de artista.
Antes de hacer la edición definitiva, se saca la prueba de estado, su objetivo es verificar cómo está el estado de la plancha, el taco de madera o la piedra que vas a emplear; en otras palabras, supervisar el soporte en el que trabajaste. Esa prueba de estado tiene valor para el artista que por lo general la guarda enumerada, pero en orden inverso a cómo se imprime; por ejemplo, si vas a sacar 3, le pones el 3 a esa, a la segunda le pones el 2 y a la primera el 1, es decir de atrás hacia delante. Como este procedimiento es una prueba —la propia palabra lo aclara— todo depende del criterio del artista porque, tal vez, la que mejor quedó fue la segunda y esa es la que se conserva y las demás se desechan.
La prueba de taller es una pieza que se saca fuera de la edición. Por ejemplo, se hacen 10 piezas, solamente 9 pasan a la edición y una queda como prueba de taller. Esa prueba de taller es la memoria histórica, es la constancia de que se realizó en ese taller y lleva el cuño del taller y va firmada por el artista y se le pone P/T, es decir prueba de taller. Es deber del taller conservar esas piezas, que no son para comercializar. Creo que muchas de esas piezas deberían de pasar al Gabinete de la Estampa del Museo Nacional porque es una manera de conservarlas, de preservarlas. Cuando hablamos de grabado no se debe obviar las condiciones climáticas de nuestro país, es decir, alta humedad, salinidad y los hongos que puedan afectar el soporte cartulina.
¿Por qué un artista decide cancelar una serie?
En mi caso, cancelo la pieza si me gusta, es decir, es como un testigo gráfico de lo que realicé y por eso la tacho, la cancelo y la guardo para mí. En cualquier taller de Europa o de Estados Unidos esto es una práctica habitual y hacen el fin de la cancelación como constancia.
¿Es un acto que se hace público?
No y es un acto muy privativo del taller y una decisión que solamente toma el artista. A partir del año 1998 es que yo comencé a hacer las pruebas de cancelación. Hay piezas a las que le hago la cancelación y a otras no.
¿Y en la exposición venidera solo habrá pruebas de cancelación?
No quiero que la muestra sea, solamente, de pruebas de cancelación porque deseo evitar la reiteración de esas marcas pues puede convertirse en algo monótono. Aunque, las marcas no son siempre las mismas, a veces, les hago en forma de círculo y en otros momentos como una cruz.
¿Las pruebas de cancelación son en blanco y negro o a color?
Puedes coger una pieza de una edición y, durante el proceso, la separas y la guardas y te dices: voy a esperar a ver qué pasa porque ahí también va implícita la experimentación, el gusto del artista.
Usted ha sido un sostenido defensor del original múltiple…
Lamentablemente aun hoy hay mucho prejuicio en cuanto a la gráfica y existen persona que dicen, “si hiciste cinco, no es lo mismo que si fuera una”, y eso es un error. La estampación no es una reproducción sino originales múltiples porque ninguna es igual a la otra. Si observas una edición completa ninguna pieza es idéntica. Eso es imposible porque es un proceso manual y la impresión y el entintado no salen jamás igual. Hay coleccionistas muy exquisitos que lo que buscan es la prueba del artista o una prueba de cancelación.
Con mi obra no hago otra cosa que defender la litografía cubana que nace de las marquillas de tabaco y eso es lo que nosotros rescatamos, porque se iba a perder debido a la introducción de la técnica off set, que es mucho más contemporánea”.
Cincuenta y cinco años estampando en el Taller de Gráfica.
Así es. Uno de los objetivos por los que se funda el taller es, precisamente, mantener la tradición litográfica, rescatarla, porque esas piedras se iban a perder. La Litográfica de La Habana estaba en la calle Ayestarán y cuando aconteció la llamada Crisis de Octubre, en el año 1962, las piedras fueron usadas para hacer barricadas y, lógicamente, con ese destino se iban a deteriorar y, posteriormente, perder. Orlando Suárez, artista y, posteriormente el primer director del taller, pasó y vio aquello y, la verdad, se horrorizó y habló con el entonces ministro de industria, que era el Che y él accedió. Se buscó un pequeño local que estaba en la Plaza de la Catedral —frente a donde está hoy— y allí se estableció el taller. Ese es el embrión del Taller Experimental de Gráfica de La Habana.
¿Le agrada la vida de taller?
Hay muchos artistas que no le gusta la vida de taller, incluso, algunos aseguran ponerse nerviosos al tener tantos ojos encima. En lo personal cuando me ronda algún chismoso, simplemente, le digo: “vete echando, ¿qué haces aquí metiendo la nariz?”. Con quien más me comunico es con los impresores y siempre establezco con ellos un diálogo porque la relación entre el artista y el impresor es como un matrimonio, es un compromiso que tiene que funcionar muy bien. Por lo general siempre trabajo con el mismo impresor.
Hay quienes dicen que usted tiene malas pulgas, que peleón…
Lo dirán porque soy extremadamente exigente, pero trabajo de manera divertida. Sí soy estricto en cuanto al cumplimiento de algunas normas que no pueden violarse a la hora de hacer un grabado: la tinta debe de ser la mejor, el papel también, que las esponjas estén debidamente limpias, el agua tiene que, al menos, ser filtrada.
Todos esos factores, y otros más, inciden en el resultado final, en la calidad de la obra. Si por eso me califican de peleón, entonces, sí lo soy.
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