María Fantoli
8 de septiembre de 2017
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Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que se vende en varias de las librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.
Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.
Fantoli, María (Roma, ?-La Habana, ?). Soprano y profesora. Nacida en el poblado italiano de Intra —que nominalmente no existe desde hace décadas, pues se incorporó, con la vecina, Palanzza, a la ciudad de Verbenia—, aún muy niña se radicó en La Habana, junto con sus padres. Estudió canto y repertorio en la academia de Tina Farelli y Arturo Bovi. Alentada por ellos hizo sus primeras presentaciones artísticas; una de sus más notables interpretaciones fue la del aria «Mi chiamano Mimi», de La bohème de Puccini, en la sala Espadero, el 21 de septiembre de 1919.
Su nombre quedó registrado en el elenco del concierto típico cubano realizado el 17 de agosto de 1924 por el maestro Jorge Anckermann en el teatro Payret. Desde el siguiente año participó en los espectáculos auspiciados por Ernesto Lecuona, quien admiró extraordinariamente la voz de la Fantoli. En sus recitales llegó a ser acompañada por prestigiosos instrumentistas e, incluso, la Orquesta Sinfónica de La Habana, bajo la dirección de Roig. En tales jornadas incluía arias de óperas y canciones criollas, fundamentalmente del autor de Canto siboney.
El diario El Mundo incluyó el 27 de julio de 1925 la siguiente valoración del poeta Gustavo Sánchez Galarraga acerca de la Fantoli: «…sus “agudos” poseen la luminosa transparencia de un diamante, y […] sus “escalas”, son escalas divinas por donde asciende el alma a lo infinito. Y aunque todo eso no es nada, puedo añadir que más que las “escalas”, los calderones y el y el cristalino timbre de su acento, lo que me ha estremecido más el alma suspensa ha sido, ora la pasión ardiente, ora la suave ternura, siempre el hondo y comunicativo sentimentalismo, de que sale saturada su voz, como si fuese ella, más que una vibración de su garganta sonora, un eco musical de su corazón emotivo. // Grande artista es María Fantoli de Carrasco… Como nacida bajo el sol de Italia, generador de artistas… Como criada bajo el azul sin nube de los cielos de Cuba. Muchos laureles ha ceñido a su frente triunfal de gloria. Muchos más le reserva el Porvenir […]».
Estando de vacaciones en Nueva York durante el verano de 1927 la Fantoli y y su esposo, el tenor Guztavo Carrasco, fueron invitados por Lecuona a actuar en conciertos que ofreciera el maestro en el hotel Alamac, en los cuales cantaban Miguel de Grandy, Dora O’ Siel y Luisa María Morales.
Críticos de la época elogiaron la interpretación que el 21 de abril de 1932 hizo en Payret de la Nedda, de la ópera l pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, protagonizada por el tenor italiano Giuseppe Radelli, que escogió a María Fantoli para tal personaje. Poco después, Ernesto Lecuona la mandó a buscar desde Madrid con el fin de ofrecer conciertos en teatros de esa capital y ciudades de distintas partes de España. La prensa de la nación ibérica (poner así) le adjudicó calificativos muy encomiásticos. En El Faro de Vigo se afirmó: «María Fantoli es una soberbia cantante que agradó extraordinariamente tanto por la amplitud de su magnífica voz como por su timbre cristalino y limpio. ¡Qué prodigio de voz! ¡Qué facultades! ¡Qué escuela de canto!». Terminados sus compromisos con el maestro, regresó a La Habana a principios de octubre de ese año y se le tributó un homenaje por sus triunfales jornadas en el exterior.
La Fantoli desarrolló su quehacer profesional fundamentalmente en conciertos. El teatro solo le gustaba desde el público, y confesó que le desagradaba «…todo lo que no sea el concierto, estirado y presidido por una inmovilidad que no se quebrante siquiera con la reverencia que agradece el aplauso […]». Por tal motivo resultó mínima su participación en empresas teatrales.
En 1935 inició en la radioemisora CMBZ un programa dominical denominado Audiciones selectas, el cual se trasmitió largo tiempo y le sirvió para difundir su arte y el de muchos de sus colegas. Este trabajo radial lo alternó, posteriormente, con su actividad como profesora de canto.
Entre sus principales creaciones estuvo la canción Desengaño, que Lecuona le dedicó en 1926.
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