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La música en la radio (VIII)

29 de agosto de 2017

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Cuando hablamos de la presencia de la música en nuestras emisoras de radio desde los primeros años de su existencia, no podemos dejar de mencionar a Radio Progreso, bautizada como “la onda de la alegría”, no porque un espacio con tanta demanda como Alegrías de Sobremesa resulte muy divertido, sino porque desde sus inicios, era la música su mayor exponente. Pero creo que se impone ofrecer alguna información sobre su historia.

Según los investigadores del medio, cuando en los años veinte de la pasada centuria la radio hizo su entrada en nuestro país y se convirtió en algo indispensable en la vida de los cubanos, un señor llamado Domingo Fernández, quien tenía un establecimiento de efectos eléctricos cuyo nombre era “El Progreso Cubano”, decidió incorporar a su negocio una emisora con ese mismo nombre. En sus inicios, estaba situado en la calle Máximo Gómez, pero después se trasladó para los bajos del Centro Gallego, y como el nombre original era bastante contradictorio con el del sitio peninsular donde ahora se encontraba, decidió eliminar lo de Cubano, y dejarlo sólo como Radio Progreso. En todos esos años, la emisora se caracterizaba por su programación musical, pero cuando hicieron su aparición en ella Luis Manuel Martínez Casado y su hermana Marta, actriz, crearon el primer cuadro de comedias de la misma, que llegó a convertirse en preferido de los radioyentes. Pero la responsabilidad mayor de la emisora era de los hijos de su creador: Manolo y Ovidio, constituidos en una Sociedad Anónima. Y la música continuaba siendo prioridad.

Como todo negocio que prospera, un día sus dueños decidieron ampliar las posibilidades de la emisora, construyendo un gran edificio, pero sin los errores –sobre todo acústicos– cometidos en Radio Centro. Fue así, que el 28 de noviembre de 1953 se inauguraron los estudios de la conocida como calle Infanta, cuyo nombre de entonces era: Avenida de Menocal, no hace falta explicar por qué. La construcción fue costeada con capital cubano aportado, principalmente, por los anunciantes, y los equipos, por la Westinghouse, la General Electric y la RCA, para pagar a plazos.

A partir de su nuevo edificio, Radio Progreso pudo escucharse en toda Cuba, y aunque su cuadro de comedias se amplió, la música continuó siendo su característica  fundamental, ¿y sabe algo?… a esta emisora nunca le interesó ganar los surveys de audiencia, pero en realidad no lo necesitaba, porque la excelencia de su programación garantizó el prestigio que alcanzó. Espacios como “Alegrías de sobremesa”, llevaron a sus micrófonos a las mejores agrupaciones musicales y solistas cubanos, como es el caso de la emblemática Orquesta Aragón, que enriquecen la transmisión de los excelentes guiones del inolvidable Alberto Luberta quien fue y será un escritor del mejor costumbrismo cubano interpretado por relevantes actores y actrices del medio.

Y luego de referirme a la importancia de la música en Radio Progreso, quiero cerrar esta serie de comentarios realzando el rol que jugó nuestro medio de comunicación, en la promoción de quienes marcaron la historia y trascendieron más allá de nuestras fronteras geográficas.

Cuba - Radio Progreso y RHC fachada edificio

Empezaré por Miguel Faílde que, con su danzón, se adueñó del gusto de los bailadores. Y dentro de ese género tenemos a Antonio María Romeu, bautizado como “el mago de las teclas” por la importancia que imprimió al piano dentro del género. A estos nombres tenemos que añadir el de Cheo Belén Puig, Armando Romeu (creador de la Orquesta de Música Moderna), Neno González, Frank Emilio, el Trío Matamoros, el Sexteto Habanero, el Sexteto Nacional de Ignacio Piñeiro, Paulina Alvarez (la emperatriz del danzonete), Fernando Collazo, Vicentico Valdés, Barbarito Diez, Enrique Jorrín, Rita Montaner, Isolina Carrillo, Merceditas Valdés, Celia Cruz, Benny Moré, Bola de Nieve, Ernesto Lecuona, Esther Borja, Joseíto Fernández… La lista es interminable, pero sirve para demostrar que la música y los músicos cubanos jugaron un rol importantísimo en la programación radial de todo el país, excepto en los años 40 de la pasada centuria, cuando los espacios hablados (dramatizados o no) provocaron una crisis que duró algunos años, debido a la mentalidad de los dueños de emisoras, que priorizaban aquello que les garantizaba mayores ganancias y menos inversiones.

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