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Cuando no hay permiso

28 de agosto de 2017

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El gobierno surcoreano ha vuelto a proponer a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) conversaciones directas entre ambas partes para intentar llegar a la distensión en la península, pero las autoridades de Pyongyang no las tienen todas consigo, conocedoras de que, por muy buenas intenciones que tenga el Ejecutivo de Seúl, hasta el momento ningún poder meridional se ha podio mover, proponer o hacer algo sin permiso de Estados Unidos.
Y es así, porque no puede permitir que un dirigente sudcoreano se haya salido presuntamente de la línea trazada por el Imperio para proponer un diálogo de paz a la RPDC, en medio de amenazas a la integridad de este país por la presencia de una fuerte flota de ataque norteamericana cerca de sus costas y la admisión por Washington de la probabilidad de que los misiles norcoreanos son capaces de llegar a EE.UU.
Como ven, es mucho para unas pocas líneas, y no es de extrañar la desconfianza del Norte ante la proposición seulita, cuando las fuerzas militares del Sur obedecen a pies juntilla los designios y caprichos de los estrategas norteamericanos.
No obstante, pienso que la proposición del todavía reciente presidente surcoreano, Moon Jae-in, es positiva en medio de este clima de tensión que pudiera desatar una conflagración nuclear, porque la RPDC ha tenido que recurrir a la posesión del arma nuclear con posibilidades de lanzamientos exitosos, ante el belicismo de un imperialismo que arrastra a sus socios de la región a un cheque militar con Pyongyang.
Por supuesto, nadie en su sano juicio querría una guerra de este tipo, como tampoco de otra índole, ni la propagación de armas tan terribles y que tienen a la humanidad chantajeada, al borde de una hecatombe. La propuesta surcoreana fue lanzada el 17 de julio y ratificada posteriormente.
El Ministerio de Defensa surcoreano emitió un comunicado al efecto que dice que “vuelve a llamar a Corea del Norte a aceptar nuestra propuesta tan pronto como sea posible”, El ente había sugerido una reunión de representantes de Defensa para rebajar la tensión militar en la península, y luego un encuentro a través de las respectivas delegaciones de la Cruz Roja para reanudar las reuniones entre las familias divididas que viven a ambos lados de la línea de demarcación.
El periódico Rodong Sinmun, órgano oficial del Partido del Trabajo de Corea, publicó un artículo en el que sostenía que un requisito previo para una mejora en las relaciones entre las dos Coreas es el rechazo de Seúl de la política de sanciones contra el Norte.
Algo que no recuerda la prensa favorable a Occidente, que es mayoritaria, es que, con anterioridad, Pyongyang había intentado relanzar infructuosamente las negociaciones con el anterior régimen surcoreano, cuya presidenta fue luego destituida por corrupción y abuso de poder, además de no haber tenido respuestas a varias proposiciones hechas a Estados Unidos para sostener incondicionalmente conversaciones de paz, incluso en dos ocasiones durante el mandato de Donald Trump.
Rusia ha sido hasta ahora la única potencia mundial que ha respaldado la proposición de Seúl, lo cual hace recordar aquellas negociaciones sobre la desnuclearización de la península que las dos Coreas, China, Japón, Estados Unidos y Rusia desarrollaron del 2003 al 2007, las cuales fueron paralizadas desde el 2009 cuando Pyongyang, molesto por el recrudecimiento de las sanciones internacionales en respuesta a sus pruebas nucleares y de misiles, se negó a continuar el diálogo.

Ahora hay otras motivaciones, aunque el mismo peligro latente de confrontación, que el mandatario Moon Jae-in se ha propuesto eliminar mediante conversaciones de paz, ya anunciadas al triunfar arrolladoramente en los comicios presidenciales para sustituir a la anterior presidenta, en la cual admitió que la mayoría del pueblo surcoreano quiere hacer una paz duradera con el Norte y proseguir las actividades de reunificación familiar, que mantiene divididas a unas 60 000 familias, según Surcorea.
El cambio de poder en Corea del Sur también originó la decisión de Moon Jae-in de reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, cuestión que ratificó junto a la propuesta de conversaciones en el curso de una visita a Alemania, tras reiterar que viajará a Moscú, Beijing, Washington y Tokio para hacerlo posible.
El intríngulis radica en hasta dónde EE.UU. permitirá que el sin dudas popular dirigente avance en sus propuestas a Pyongyang, que, susceptible, desconfía de hechos con apariencia lógica, conocedora, reitero, de la influencia y poder del imperialismo norteamericano en Corea del Sur.

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