Las enseñanzas del poema “Los dos príncipes”
4 de agosto de 2017
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El gran dolor que siente un padre ó una madre ante la pérdida de un hijo fue un tema tratado por José Martí en sus creaciones poéticas.
Precisamente uno de sus primeros poemas, el titulado “A Micaela”, reflejó la angustia que sintió la esposa de su profesor Rafael María de Mendive cuando se produjo el fallecimiento de su pequeño hijo.
En dicha obra señaló en su parte inicial:
Cuando en la noche del duelo
Llora el alma sus pesares,
Y lamenta su desgracia,
Y conduele sus afanes,
Tristes lágrimas se escapan
Como perlas de los mares;
Y por eso, Micaela,
Triste lloras, sin que nadie
Tu dolor consolar pueda
Y tus sollozos acalle;
Y por eso, Micaela,
Triste en tu dolor de madre,
Lloras siempre, siempre gimes
La muerte de Miguel Ángel.
Años después en la revista La Edad de Oro publicó otro significativo poema, “Los dos príncipes”, que según expresara estuvo inspirado en la idea de poetisa norteamericana Helen Hunt Jackson.
En este poema que fuera reflejado en el segundo número de la citada revista, en la edición correspondiente al mes de agosto de 1889, se plasmó la tristeza que experimentaron en forma respectiva una familia real y otra campesina cuando se les murieron sus hijos.
Con respecto a lo ocurrido en el seno de la familia de mayor abolengo social, se detalló:
El palacio está de luto
Y en el trono llora el rey,
Y la reina está llorando
Donde no la puedan ver:
En pañuelos de holán fino
Lloran la reina y el rey
Los señores del palacio
Están llorando también.
De esta manera se describió lo que acontecía en el palacio ante la muerte del hijo del rey y después en el poema se estableció un paralelismo sobre lo que sucedía en la casa del humilde pastor ante la pérdida irreparable de su descendiente.
En los álamos del monte
Tiene su casa el pastor:
La pastora está diciendo
¿Por qué tiene luz el sol?
Las ovejas cabizbajas,
Vienen todas al portón:
¡Una caja larga y honda
Está forrando el pastor!
Como se puede apreciar en este poema se establece una igualdad ante el dolor que experimentan los padres al producirse la muerte de sus hijos, con independencia de si unos fueran reyes y otros humildes campesinos.
También se estableció una comparación entre los entierros de ambos fallecidos al describir la fastuosidad de uno con respecto al otro.
En relación con el entierro del hijo del rey, se manifestó:
El laurel del patio grande
Quedó sin hoja esta vez
Todo el mundo fue al entierro
Con coronas de laurel
-¡El hijo del rey se ha muerto!
¡Se le ha muerto el hijo al rey!
Así narró el funeral efectuado en el palacio, mientras que al hacer referencia al del hijo de los pastores, expresó:
El pastor coge llorando
La pala y el azadón
Abre en la tierra una fosa:
Echa en la fosa una flor:
-¡Se quedó el pastor sin hijo!
¡Murió el hijo del pastor!
Más allá de lo expuesto en esta obra, Martí trató el tema de la muerte tanto en trabajos periodísticos, discursos y en otros poemas.
Por ejemplo en un poema que elaboró en 1872 en el que rindió homenaje a los ocho estudiantes de medicina injustamente fusilados en Cuba el año anterior por las autoridades del régimen colonial español, Martí aseguró:
¡Y más que un mundo, más, Cuando se muere
en brazos de la patria agradecida,
a muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
¡Oh, más que un mundo, más! Cuando la gloria
A esta estrecha mansión nos arrebata,
El espíritu crece,
El cielo se abre, el mundo se dilata
Y en medio de los mundos se amanece.
Y en el discurso que pronunció el 27 de noviembre de 1891 en la ciudad norteamericana de Tampa, que suele ser conocido en nuestra historia con la frase con que él lo concluyó, Los pinos nuevos, destacó: -“Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida.”
Igualmente al referirse a los muertos él llegó a enfatizar en un trabajo publicado en el periódico “Patria” en la edición correspondiente al 3 de abril de 1892: “Los muertos, no son más que semilla, y morir bien es el único modo seguro de continuar viviendo.”
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