El cambiazo de “cambiemos”
17 de agosto de 2017
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En el viejo argot politiquero latinoamericano, un Cambiazo significa el desconocimiento abrupto o la omisión preparatoria de un fraude electoral que debería favorecer al candidato o los candidatos hasta entonces derrotados, buscando de este modo alterar a su favor los resultados de la votación.
Puede afirmarse que todos los países latinoamericanos han sufrido en mayor o menor medida y en diferentes épocas, los efectos de esos cambiazos electorales, que han pretendido y muchas veces han logrado esas súbitas alteraciones. Unas en mayor y otros en más tiempo lo han logrado
El cambiazo que hoy nos ocupa es el que intentó realizar la coalición electoral “Cambiemos” (el nombre no es casualidad) en las llamadas elecciones abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de Argentina, quienes se proclamaron sospechosamente ganadores a mitad de jornada adjudicándose un número de supuestos votos que le darían siete puntos de ventaja en la crucial provincia de Buenos Aires. Otro tanto ocurrió también en Santa Fe, tercer distrito electoral.
Los oficialistas de Mauricio Macri dieron rienda suelta en esas horas a un carnaval triunfalista, bochornoso y mentiroso al que acompañaron jubilosos los medios de comunicación de que disponían como Clarín y La Nación.
Era evidente las intenciones de presionar a través de los medios y configurar los resultados de las numerosas mesas aún en escrutinio para fabricar una victoria electoral por parte del régimen macrista, que mucho la necesitaba en medio del repudio popular masivo que le han ganado las medidas draconianas neoliberales dictadas desde su llegada al gobierno.
Las citadas PASO, aunque nada decide de inmediato por ser solo internas, si servirían como termómetro de la situación política y social actual en el país y sus resultados –sobre todo en Buenos Aires con casi 40 por ciento del padrón electoral– y de ahí la importancia de sus resultados con vistas a las legislativas y presidenciales futuras.
Todo indica que el cambiazo macrista no logró concretarse, pues a las tres de la madrugada todo se había trastornado y la Unidad Ciudadana de Cristina Fernández llegaba a un llamado “empate técnico” con 34.1 por ciento de los votos y 95 por ciento de las mesas escrutadas lo cual obliga a una redefinición de los resultados y un nuevo conteo en curso.
Estas primarias confirmaron en primer lugar el creciente rechazo al régimen macrista, huérfano ya del apoyo electoral que transitoriamente exhibió en el pasado, y la continuidad de la ex presidenta Cristina –más allá de la persecución y las campañas calumniosas en su contra– como una figura central de la política argentina, lejos de ser liquidada y con apoyo popular creciente.
El régimen macrista no solo recibió un duro golpe de rechazo y castigo, sino también hizo el más estruendoso de los ridículos al pretender apoderarse de un supuesto triunfo que no le correspondió.
El cambiazo de “Cambiemos” fue un fracaso.
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