Yemen sin futuro
7 de agosto de 2017
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El hecho de que 500 000 niños yemenitas vivan ante la incertidumbre de la guerra y la hambruna, crea una expectativa de inseguridad para un futuro que ya resulta espantoso.
Mientras la enfermedad del cólera se extiende y mutila una parte de esa población tan vulnerable, el hambre presenta desgarradoras imágenes de niños y mayores a los que solo les llegan alimentos por donaciones internacionales.
Constantes bombardeos de la aviación de Arabia Saudita parece sepultar cualquier iniciativa de negociación entre los grupos étnicos rivales.
Súmese a esa tragedia, la destrucción de gran parte del patrimonio de esa milenaria geografía, el colapso de hospitales, escuelas y centros laborales alcanzados por los cohetes que dispara la aviación y la inercia de una comunidad internacional que, por una u otra razón, no interviene decididamente en el asunto.
Luego de dos años de esa guerra, donde fuerzas gubernamentales apoyadas por Arabia Saudita se han propuesto eliminar al movimiento rebelde de los hutíes, se calculan en más de 10 000 las personas muertas y 40 000 las heridas.
Todo ha colapsado en Yemen, donde un 70% de la población está afectada directamente por el bloqueo impuesto por quienes desde el exterior han decidido acabar con los movimientos internos que acusan a las autoridades del gobierno por actos de corrupción.
En la actualidad, el sur del país está bajo el control gubernamental, y el norte está controlado por los rebeldes hutíes.
Hoy, las imágenes de niños muriendo en los pasillos de los hospitales por cólera y por hambre, son parte de un universo mayor en el que se observa la devastación casi total de la nación.
Blanco de los constantes bombardeos han sido también los acueductos y equipos potabilizadores del agua, aspecto este que contribuye en gran medida a que el cólera fluya por doquier.
Un equipo de periodistas de la BBC Mundo, que pudo constatar la situación, describe la enfermedad como una infección diarreica aguda causada por el consumo de alimentos o agua contaminada con la bacteria Vibrio cholera, que ha contagiado a cientos de miles de yemenitas en meses recientes, lo cual ha sido el peor brote en la historia.
La situación en Yemen puede considerarse un patrón de prueba de cómo se presenta la realidad política mundial.
Es lamentable que todavía en pleno siglo XXI haya potencias que no observen que el hambre y las enfermedades constituyen el mayor drama de poblaciones enteras como la yemenita, al margen de las contradicciones étnicas devenidas en conflicto.
Soy de los que pienso que una buena parte de las luchas internas en Yemen y en otros muchos lugares de la geografía africana, del Cercano y Medio Oriente y otras, tiene su centro en la desigualdad que provoca hambre y muertes.
Entonces, por qué no invertir los millones de dólares que hoy se emplean en aviones y bombas para atacar a Yemen, en búsqueda de comida y medicinas para controlar el cólera y acabar con los brotes de hambruna que allí se generalizan.
Mientras más del 60% de los yemenitas no sabe cuándo y ni de dónde vendrá su próxima ración de comida —si es que la hay—, un riesgo de hambruna extendida amenaza al país y las escuelas están destruidas o cerradas, cercenando así el futuro de la nación.
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