Exponer en San Alejandro es una experiencia muy feliz

18 de julio de 2017

|

Estrella Díaz

|

Academia de Artes de San Alejando, Artes plásticas, Cuba, Cultura

 

 

El próximo 20 de octubre, Día de la Cultura cubana, el destacado artista de la plástica Rigoberto Mena, inaugurará una muestra personal en la exigente Galería Habana y en noviembre –junto a su hijo Antuán Mena, también pintor y grabador– expondrá en galería ARTIS, ambas en la capital cubana.

Pero, por estos días y hasta fines del presente mes de julio, Mena apostó por HOMO ABSTRACTUS, que se exhibe en dos espacios expositivos de la prestigiosa Academia de Artes de San Alejando, institución que en enero venidero arribara al bicentenario de su creación.

 

 

En conversación exclusiva con el espacio Luces y sombras de Habana Radio –que se transmite todos los jueves de 7:00 a 7: 30 p.m.– Mena aseguró que la esencia de HOMUS ABTRACTO fue mostrar a los estudiantes y a todo el que visite la Academia, dos facetas de su quehacer: la gráfica y en la otra pintura. En cuanto a esta segunda manifestación insistió Mena la obra exhibida pertenece a su más reciente producción:“seis obras de formatos pequeños (de 50 x 50 cm.), en técnica mixta y desde la abstracción, que es el lenguaje con el que me expreso. La serie se llama Café y bambú porque, anteriormente, había hecho una titulada Bambú garden y tenía relación con unos papeles de bambú. Esta es una serie bastante mínimal –mucho menos expresionista– y ahora lo he mezclado con sacos de café reciclado.

Hay otra sala con nuevas pinturas que vienen a reafirmar mi vocación por la caligrafía –que de alguna manera tiene un acercamiento con el arte japonés–: esto es un recurso gráfico, pero a su vez es pintura y son imágenes que se repiten en las que prevalece la línea. Es pintura, pero el protagonismo lo tiene la línea.

 

 

Has sido un abstracto que ha mantenido un equilibrio, ¿por qué la línea tiene ahora mayor fuerza?

La línea es un recurso expresivo y a mí me gusta mucho el dibujo. La línea responde más a un recurso de pintura que de dibujo. Creo que se da un equilibrio entre pintura y dibujo. Estas obras tienen un formato mediado, de 130 x 130 cm.

 

 

En exposiciones anteriores el gran formato era evidente, ahora noto cierta constricción, ¿a qué responde?

Las cosas responden a muy diversos motivos –a veces hasta que uno no encuentra tela para trabajar. Cuando vas a hacer una exposición, el artista tiene que dialogar con la sala y ella te pide una determinada obra. En esta ocasión hicimos la curaduría entre Isabel Pérez, profesora de la Academia y responsable de la galería, y yo; creo que fue acertada porque en la sala, que no es muy grande, las piezas se venían muy bien. Creo que otro valor de esta muestra es que se organizó a partir de la obra que estoy produciendo en estos momentos. Hay una pieza de dos metros por dos metros y luego hay obras de pequeño y mediano formato.

 

 

Eres un artista bastante cauto con el color, ¿sigue siendo así o ha habido algún giro dentro en el trabajo?

Los colores son los mismos, es decir, con los que tradicionalmente me siento bien expresándome. Creo que la exposición es elegante y hay una austeridad en el uso del color y, además, una mezcla entre gráfica y pintura, que considero muy armónica.

 

 

¿Qué has encontrado en el grabado que ha hecho que dediques una parte importante de tu producción a esa manifestación?

El grabado es una técnica riquísima, variada y compleja; hay grabadores que se especializan en una sola manera de hacer. Pienso que eso va condicionado cuán cómodo se siente el artista con la manifestación. En mi caso comencé a hacer grabado gracias a Eduardo Guerra, que era profesor del Instituto Superior de Arte; fue él quien me enseñó a trabajar sobre metal. Recuerdo que me sorprendía como un niño cada vez que aprendía algún nuevo secreto de la técnica y comencé a ir a bibliotecas,museos y a investigar: estaba hambriento y sediento de conocimientos. En aquella época me convertí en un trabajador incansable.

 

 

¿Y por qué el metal?

Me gusta porque puedes empezar el trabajo y verlo terminado: preparas una plancha, la colocas dentro del ácido y comienzas a ver los resultados y a ejecutar distintas pruebas. Si tienes fuerza y capacidad, puedes trabajar con la plancha cuarenta y ocho horas seguidas.

 

 

¿Cómo asumes los códigos de la abstracción cuando estas frente a un grabado y cuando estas frente a una tela?

Cada medio es diferente y eso hay que entenderlo: si algún estudiante me pidiera un consejo, ¡ese sería!, es decir, cada técnica necesita una manera diferente de expresarse. No es lo mismo pintar sobre una superficie pequeña que sobre una grande; no es lo mismo pintar sobre una tela con una rugosidad determinada que sobre una más lisa. Escoges –ese es un acto muy racional– y a partir de ahí es que seleccionas una forma de hacer. Cada soporte te condiciona un trabajo completamente diferente.

¿Entonces piensas que la técnica condiciona al artista?

No. El artista debe usar y subordinar la técnica como medio para expresarse, de lo contrario no tiene sentido. Incluso hay artistas –a los que respeto mucho– que han pasado por muchas escuelas y a la hora de hacer la obra, se olvidan de la técnica. Existen creadores que en los que la técnica está por encima y la obra se convierte en algo extremadamente tecnicista; en lo personal prefiero una pintura más expresiva y emotiva. El proceso de la creación es complejísimo, pero lo que no puede faltar es la disciplina y horas de trabajo para lograr que el resultado sea armónico y coherente.

 

 

Hace unos años me dijiste que tu tema era el hombre y las circunstancias que lo rodean, ¿sigue siendo así?

A mí me gusta la marca en las paredes y eso lo encuentro muy interesante, porque no en todos los lugares la gente escribe lo mismo, pero lo que es común es el deseo de dejar una huella. La gente deja una marca y quiere verse plasmado, es un acto, casi, intuitivo y atávico, que viene de siglos atrás. En mi etapa inicial me interesé mucho en las pictografías; en ese momento no era tan abstracto porque había un coqueteo con la figuración. El hombre siempre ha estado, también, presente pero hacia adentro, parte de la intención de sacar sentimientos y dejar fluir tus motivaciones. Es por eso que todo lo que hago es honesto porque son emociones que salen de dentro de mí y no son copias de otras gentes, aunque existen artistas que siempre te influyan. Hay que encontrar una manera propia de decir las cosas.

 

 

Y en ese deseo comunicar, ¿nunca has tratado de que tu arte sea más público?

Sí, de hecho en una de las Bienales de La Habana hice una intervención en un espacio público –fueron las paredes de entre dos edificios que estaban en muy mal estado– y también realicé un mural en la ciudad canadiense de Quebec. Hacer algo sobre las paredes de La Habana vieja sería genial y un reto.

 

 

Has expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, que es la Meca del arte cubano, ¿por qué te ha interesado ahora exponer en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro?

Igual que los actores, para los que no existen los personajes pequeños, cualquier espacio es una oportunidad para mostrar tu trabajo. San Alejandro es una institución de mucho prestigio y por la que han pasado muchísimos artistas de gran valía, pero, además es la oportunidad de dialogar con los estudiantes.

Esa confrontación me interesa mucho y para nadie es un secreto que los estudiantes son muy irreverentes y la crítica de un estudiante, a veces, puede llegar a ser más importante que la de otros artistas ya maduros. Los jóvenes tienen maneras de expresarse muy frescas, también un nivel de información elevado y poseen una perspectiva que me resulta muy interesante. Exponer en San Alejandro es un desafío porque en esa academia hay excelentes profesores; me sentí muy acompañado y apoyado. Ha sido, es, una experiencia muy feliz.