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Eduardo Abela: la corteza es solo un pretexto

10 de julio de 2017

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Fotos: Cortesía del artista

 

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En estos momentos el pintor y dibujante Eduardo Abela Torrás (La Habana, 1963) está inmerso en la preparación de una muestra personal a inaugurarse el 28 de enero del próximo año y que estará dedicada a festejar el Aniversario 19 de Habana Radio, Voz del Patrimonio cubano, emisora adscripta a la Oficina del Historiador de la Ciudad.

En conversación exclusiva con el espacio Luces y sombras –fundador de planta y que se transmite todos los jueves de 7:00 a 7:30 de la tarde y en tiempo real por Internet (www.habanaradio.cu)–. Abela adelantó que “será una exposición que mezclará lienzos y objetos” y también “un homenaje adelantado a La Habana en su cumpleaños 500”, a celebrarse en noviembre de 2019.

Entre los muchos temas abordados con el artista están sus raíces.

“De niño tenía problemas de asimilación porque durante todo el tiempo de clases estaba dibujando y no atendía; mis libretas estaban garabateadas y no solo las mías, sino las de otros compañeros de aula, la paleta del pupitre era un block de anotaciones.

”Como me llamo Eduardo Abela –al igual que mi papá y mi abuelo– siempre me decía ’no puedo ser pintor’, por lo que pensaba estudiar y dedicarme a la música que es mi otra gran vocación, incluso llegué a estudiar guitarra y un poco de piano. Aún hoy conservo el instrumento y algunas partituras”.

 

¿Por qué esa irreverencia contra la plástica, acaso sentías que era demasiado el peso del apellido?

Cierto, era y sigue siendo demasiado el peso, es una sensación que no se ha ido. Otra vertiente que me gusta mucho es el humor por lo que en principio me dediqué a hacer caricaturas y mi primera meta profesional fue llegar algún día a ser parte una publicación humorística. En el año 1984 me uno a un grupo de jóvenes caricaturistas entre los que estaba Ares, Laz, etc., que tenían un espacio en el periódico Tribuna de La Habana. Era una página que salía cada domingo y que se llamaba La Aspirina. Allí comencé a publicar mis primeras y horribles caricaturas. En el humorismo grafico había encontrado un espacio donde realizarme y desmarcarme en algo de la herencia que tenía.

 

 

De 1985 a 1991 colaboraste con el DDT, Pa’lante, Bohemia, Tribuna de La Habana ¿alguna vez te sentiste, de verdad, humorista?

Sinceramente nunca me lo llegué a creer, pero disfruto mucho el humor; es algo que consumo constantemente y no solo el gráfico sino el que se genera desde el cine, la literatura, el teatro y también el que va acompañado de actores,de mimos, música, lo performático como el que cultiva Les Luthiers, mis preferidos.

 

" Love is in the air", mixta-tela, 2016

“Love is in the air”, mixta-tela, 2016

 

En 1991 te graduaste en la especialidad de grabado de la Academia de Artes de San Alejandro…

Siempre fui bastante regado, carecía de la más elemental disciplina por lo que supongo llegué a San Alejandro por casualidad, o por obra y gracia del espíritu santo. Tenía unos 22 años y la Academia no era mi plan, así que contra todo pronóstico llegué en 1987 –bajo protesta y de la mano del ya desaparecido escultor Díaz Peláez, quien en ese momento era profesor de la escuela–. El Gallego, como se le conocía a Díaz Peláez, era amigo de mi padre desde que tengo conciencia: un día nos cruzamos en la calle y me preguntó a qué me dedicaba, y le solté ‘soy caricaturista’. De inmediato me dijo: ‘en un mes son las pruebas de actitud en San Alejandro y te quiero allí’.

Finalmente hice mis pruebas y matriculé en la especialidad de Grabado, en el curso para trabajadores porque estaba pasado de edad para el curso regular. No tenía idea en qué consistía el grabado, pero sospechaba que algo tenía que ver con el mundo editorial. De lo que sí estaba seguro era que no quería estudiar pintura por aquello del apellido. Ya después –en el propio proceso de aprendizaje de una academia–empiezo a descubrir otras maneras de hacer y, poco a poco, fui despojándome de ese humor gráfico más convencional que venía haciendo. Es decir, el del texto en un globito y el muñequito narizón, de pautas y reglas de las que no te puedes salir.

 

 

Llegas al Taller Experimental de Gráfica de La Habana, el Taller de la Plaza de la Catedral. Se ha dicho que tu paso por esa institución constituyó un giro dentro de tu carrera, ¿qué significó el Taller y qué te aportó el trabajo en colectivo?

Cuando llegó el momento de hacer mi tesis de grado, tuve la gran suerte que el Taller Experimental de Gráfica de la Habana abrió sus puertas a los estudiantes de San Alejandro que ese año nos graduábamos de grabado. Su director era entonces el artista José Omar Torres, a quien estaré eternamente agradecido, pues además de permitirnos hacer e imprimir toda la obra de tesis allí, tuvimos la posibilidad de conocer personalmente y trabajar a la par conprestigiosos artistas como Pedro Pablo Oliva, Roberto Fabelo, Nelson Domínguez, Zaida del Río, el Choco, etc.

Era el principio de los años 90 y en el taller confluían muchos artistas, allí se respiraba un ambiente de fraternidad y profesionalidad que nunca he vuelto a ver. Pintores, escultores, grabadores, diseñadores, fotógrafos, arquitectos, incluso, músicos yescritores llegaban a realizar su obra gráfica; de todos aprendí muchísimo y, definitivamente, fueron quienes realmente me adentraron en el mundo de las artes visuales.

 

2014-Cabina Teléfonica, acrílico-madera, 150 x 50 cm_Old1

Cabina Teléfonica, acrílico-madera, 150 x 50 cm, 2014

 

Es cuando comienzo a experimentar e inevitablemente a expresarme de otra forma, con otro vuelo y, aunque seguí por algún tiempo más con mis caricaturas, ya no era tan ‘chistoso’, más bien parecía un ilustrador. Indiscutiblemente el Taller de Gráfica fue quien me abrió totalmente el horizonte, donde crecí y muté del humor gráfico al artista visual que soy hoy.

 

 

¿Cómo grabador cuál era tu tema?

En el grabado, y en casi todo lo que he hecho, el humor ha sido una constante e hilo conductor. Recuerdo que mi tesis –que fue de las primeras cosas medianamente serias hice– era un ejercicio de desacralización de la imagen religiosa. Mi propuesta fue una serie de litografías donde aparecían imágenes bastante conocidas de la pintura religiosa, pertenecientes al periodo gótico y al renacimiento, pero manipuladas y devueltas en situaciones absurdas y anacrónicas.

Por aquel momento estaba muy de moda en La Habana aquello que llamábamos ‘la Mc Donald cubana o la 4:40’ y recreé ese momento en una barra que devino en la última cena de Da Vinci –con vasitos de refresco incluidos–; en otra litografía había un Martirio de san Sebastián, atravesado por flechas y recostado auna ceiba donde se asomaba un racimo de platanitos con su cinta roja atada. Un Cristo de Rafael que bendice, pero que anacrónicamente vistea la moda y que lleva un cartel debajo que versa Cristo and Dior, todos fueron temas religiosos, pero traídos y recreados dentro de la contemporaneidad y realidad cubana. De más decir que me busqué más de un problema.

 

 

En 1998 en La Acacia, Andy Rivero y tú concibieron una exposición bipersonal, ¿cómo conjugaron ambos lenguajes: el tuyo figurativo el de él, abstracto?

A Andy me une una amistad desde los días del Taller de la Gráfica y, justamente, ese era el reto: nada tenía que ver mí obra con la de él y viceversa. Pero nos unimos en temática porque eran apropiaciones y también en el humor. Increíblemente ambos lenguajes se imbricaron y parecía la obra realizada por una misma persona, no se podía definir claramente donde terminaba un artista y donde comenzaba el otro. Cuajó un ajiaco, pero desde la gráfica como sustento porque ambos que somos grabadores.

 

"La Konga d Juana", acrílico-lienzo, 100 x 75 cm, 2016

“La Konga d Juana”, acrílico-lienzo, 100 x 75 cm, 2016

 

En Mecánica popular te inclinaste hacia el objeto.

Siempre me ha atraído mucho la tridimensionalidad y desde hacía tiempo venía eventualmente haciendo algunas obras objetuales, coqueteaba de a ratos con el volumen, quizás producto de ese aburrimiento que a veces te produce la obra bidimensional. Para aquella expo en Villa Manuela, me inventé una serie de cajas de madera ensambladas, suerte de monitor de PC, donde aparecían unas supuestas páginas web (criollas) que irónicamente trastocaban el mundo virtual e intangible del Internet, en un espacio físico, matérico que –aunque ausentes de una visualidad moderna y globalizada–, nos conectaban aun universo más particular, cercano o familiar, de impronta envejecida y de pátina desgastada por el tiempo. En mis precarias websites, el visitante podía a acceder a servicios y productos bien conocidos por todos como www.elmaní.com, www.resolviendo.com, www.lacuota.com, www.juanakarpesky.com, etc.

Como pieza central para aquella expo aproveché una antigua y monumental maleta de madera –que usó toda mi generación para ir los 45 días de escuela al campo– y la convertí en un PC portable que titulé El lapto de los mulatos, haciendo cita a la archiconocida obra de Carlos Enrique. Mi lapto además de teclado y monitor, traía incorporada una pequeña cocina de keroseno con un par de hornillas, un pequeño botiquín con espejo, que incluía jabón-estilla, cepillo y pasta dental, cuchilla y brocha para afeitar, pequeña toalla y una peineta. En otro compartimento había una muda de ropa y chancletas de madera y en uno más pequeño, iban los artículos religiosos: un Elegguá, collares, tabaco y una virgen de la Caridad, a modo de protección. Por último y en una urna de cristal, había un machete para usar solo en un caso de emergencia o excepcional. Mi PC portable, brindaba una serie de aplicaciones dirigidas al ciudadano común.

 

 

Y ese gusto por el objeto y hasta por el arte pov era porque he visto obra tuya que saca del olvido determinados objetos que han tenido otras vidas, ¿continua hoy o es una etapa pasada?

Otra de mis grandes pasiones es coleccionar objetos antiguos –máquinas de escribir, teléfonos antiguos, relojes, cualquier tareco– y eso me permite tener un stock de objetos. Incluso, acabo de hacer unos diplomas que son objetuales, cajas donde además del texto del reconociendo, hay elementos tridimensionales incorporados y dispuestos en diferentes planos, como aquellos viejos libros de cuentos que abrías y los personajes se articulaban, es decir, continúo en ese mundo de la objetualidad. Esta manera de hacer me abre otro camino porque me aburro muy rápido y, a veces, no sé si es una virtud o un problema. Por lo general los pintores trabajan una línea hasta buscar e incluso encontrar un sello propio, pero en lo personal no me interesa.

 

"Muchacha con cabeza en las nubes", acrílico-lienzo, 77 x 70 cm, 2016

“Muchacha con cabeza en las nubes”, acrílico-lienzo, 77 x 70 cm, 2016

 

Deduzco que lo experimentación está siempre presente.

Constantemente estoy experimentando y tengo una gran cantidad de proyectos hechos en bocetos, algunos, confieso, son un poco locos e irrealizables.

 

 

En 2014 en la espaciosa galería El reino de este mundo, de la Biblioteca Nacional, José Martí, de La Habana, expusiste una muestra que fue una suerte de diálogo entre el arte y el llamado arte contemporáneo, ¿cuál fue la tesis de esa muestra?

El arte contemporáneo va a una gran velocidad y lo que antes era una loma de escombros, ahora puede ser una instalación, cualquier objeto por inocuo que sea, un zapato, una botella de Coca cola, un calzoncillo –empercudido–, ahora puede ser una obra de arte. El pionero en esta práctica fue Marcel Duchamp, hace ya 100 años cuando convirtió un urinario en la famosa Fountaie-1917. Con la simple acción de llevar el objeto a la galería, lo despojó de todo su significado mundano y lo llevó a categoría de arte.

Pienso fue una acción muy cínica y trasgresora, en protesta a los estándares establecidos en el arte. A partir de ahí las barreras de lo que es arte o no comenzaron a ser muy difusas, lo que otrora era feo, ahora es hermoso y desaparecieron los límites. La palabra arte se convirtió en sinónimo de libertad. Me muevo entre las maneras más tradicionales del arte y no quiero que se entienda como una cruzada personal contra el arte contemporáneo porque creo que la expresión no es la que define sino los artistas son los que son buenos o malos.

En esa exposición trabajé a partir de estéticas muy establecidas, Velázquez, Rembrandt, Arcimboldo, Vemeer, Van Gogh, es decir, sobre las corrientes clásicas: fue el diálogo o la confrontación entre el arte que se considera legitimado o consolidado como buen arte, y el otro arte, nuevo, y que desafía lo impuesto por siglos.

Esa era la tesis, pero no cuestioné uno u otro sino que puse a dialogar a los maestros con los discípulos para tratar de entender qué ha pasado y esa es la razón por la que la exposición se tituló Maestro, ¿pudiera usted explicarme?


"Madame Aché", acrílico-lienzo 150 x 120 cm, 2016

“Madame Aché”, acrílico-lienzo 150 x 120 cm, 2016

 

En diciembre de 2004 —junto a Ernesto Rancaño y Vicente Rodríguez Bonachea y durante los días del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana— expusiste Un, dos, tres, que trazo más chévere; en 2005 en el Palacio del Conde Lombillo, en La Habana colonial, realizaste la exposición ¡Ay, Dios mío!; en 2004 la titulada Las once mil vírgenes en la sede del Consejo Nacional de la Artes Plásticas y estuviste involucrado con Cita con ángeles, en el Memorial José Martí. En esta última quiero detenerme porque fue una obra realizada por encargo, algo que, a veces, molesta a los artistas.

¡Al contrario!, lo asumo como un reto; incluso, mientras más difícil, más me motiva. Me encanta sumergirme en mundos que nunca he estado y exponer con otros artistas, que a lo mejor sí han incursionado en determinadas temáticas. Es una experiencia siempre interesante; es una manera de medirse aunque entrañe un riesgo. Hay artistas que cuando llegan a la llamada ‘zona de confort’, se acomodan y se estancan. A eso sí le temo y por eso constantemente me estoy poniendo trampas a mí mismo y trabajando con materiales diversos.

 

 

En una ocasión afirmaste: “mi pintura es una búsqueda de la identidad; lo que despierta mi interés es esa manera de ser de nosotros los cubanos”, ¿continúa esa afirmación siendo una brújula para ti?

Hablo de la identidad porque trabajo sobre estéticas que no son cubanas y pudiera parecer algo enajenado, pero en mi trabajo lo cubano está en lo que sucede, en la historia que estoy contando en cada obra. Muchas veces lo particular es lo universal y por eso trabajo mucho con las historias de la nación cubana, sus costumbres, su música tradicional, etc. Mi iconografía tiene que ver con el pop o con lo gótico, pero lo que se narra es puramente nacional: la esencia, la médula, es absolutamente cubana y la corteza es solo un pretexto.

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