Eusebia Cosme
16 de junio de 2017
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Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que se vende en varias de las librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.
Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.
Cosme y Almaza, Eusebia Adriana (Santiago de Cuba, 1901-Miami, Florida, 1976). Declamadora y actriz. A pesar de su origen humilde, un matrimonio de su ciudad natal –con buena posición económica y del que su madre era cocinera– ayudó a criarla y se preocupó por su educación. Más tarde daría allí su pasos iniciales en el arte de la declamación y debutó en el teatro Cuba. Vino a residir a La Habana en 1933, y el 16 de marzo de este año fue presentada ante el público, en el teatro Payret, durante un homenaje al recitador español José González Marín, quien la consideró su única discípula. Ya en 1934 recitó en un acto auspiciado por la Institución Hispano-Cubana de Cultura, y Fernando Ortiz, presidente de la entidad, la consideró una revelación de la poesía mulata en la isla caribeña: “Eusebia Cosme […] ha demostrado que puede declamar poesía negra conmoviendo y haciendo llorar”. En agosto de 1934 ofreció dos recitales en el Principal de la Comedia, valorados en la revista Chic como “la mayor atracción artística” del mes. A ese coliseo volvió los días 10 y 17 de septiembre de 1935 para brindar sendas presentaciones con obras de Nicolás Guillén, Luis Palés Matos, Emilio Ballagas, Félix B. Caignet, José Antonio Portuondo, Regino Boti y otros poetas. El crítico Rafael Suárez Solís apuntó entonces en las páginas del diario El País: “Una de las sorpresas más grandes que ha recibido el público frente a las recitaciones, Eusebia Cosme, fue la de no encontrarle parecido a ninguna de las antecedentes. Si quisiéramos expresar mejor el arte recitativo de la Cosme, diríamos que es una sacerdotisa bruja a la que le da el ‘santo’ en la fatiga de sus recitaciones religiosas…”.
Integró en 1936 la Sociedad de Estudios Afrocubanos –cuyo primer presidente sería Ortiz–, que tuvo importancia capital en el desarrollo de la tendencia estética del afrocubanismo en la cultura nacional. El 6 de agosto de aquel año actuó ante los micrófonos de la radioemisora CMCG en la inauguración del espacio Sensemayá, en el cual ese día intervinieron, además, Fernando Ortiz, Rita Montaner, Gustavo Urrutia, Bola de Nieve y Zoila Gálvez. Tras recibir el apoyo de varios intelectuales cubanos y la adhesión de un numeroso público, en el propio 1936 comenzaron sus giras al exterior. Una de las primeras plazas visitadas sería Puerto Rico, país en el que ofreció más de veinte recitales en la Universidad de San Juan. Dos años más tarde se presentó en Venezuela.
Según la crítica especializada, la Cosme difundió en escenarios nacionales y foráneos la poesía negra con su voz aguda y estilo único. En pleno dominio de tal arte, determinó radicarse en Estados Unidos casi a finales del decenio de los treinta. A principios de la siguiente década, tenía un programa en la CBS: El show de Eusebia Cosme, sin ello impedirle trabajar ante los micrófonos de la NBC. Su repertorio se extendería entonces a los poetas negros de expresión inglesa Langston Hughes y Paul Laurence Dunbar. Por esa época actuó en el Carnegie Hall y el Town Hall.
El semanario Bohemia incluyó en su edición del 8 de junio de 1952 la siguiente opinión de Guillén: “Artísticamente, ella es en la actualidad la creadora y recreadora de toda una poesía: la poesía mulata, que es la nuestra, y hasta tal punto, que sin la Cosme… el esfuerzo de nuestros poetas populares habría encontrado escollos insuperables para devolver a la masa sus más puras esencias; la Cosme en ese sentido, es puente lírico, la genuina portadora de un mensaje difícil a causa de esa misma sencillez. E históricamente, representa también la figura inicial de lo que será en definitiva todo un género: el punto de partida de una escuela llena de posibilidades”. Asimismo la publicación agregó criterios de Palés Matos sobre la declamadora criolla: “…Con ella queda asegurada para siempre una nueva modalidad literaria; en ella adquiere su expresión más pura el ritmo afrocubano y afropuertorriqueño; por ella Cuba y Puerto Rico se sitúan hermanadas en el mapa ideal de la poesía del mundo…”. Sucesivos compromisos profesionales le impidieron viajar asiduamente a su patria hasta 1953, cuando hizo recitales en La Habana y Santiago de Cuba. Se incorporó en 1955 a una compañía teatral mexicana y dio paso a su quehacer como actriz. En el neoyorquino coliseo Santurce interpretó el personaje de Mamá Dolores, de la radionovela El derecho de nacer, de Félix B. Caignet, la cual despertó furor en la isla antillana luego de comenzar sus transmisiones en 1948 por el Circuito CMQ. Obtuvo insospechados elogios en 1957 a causa de su recital en el Instituto Hispánico de la Universidad de Columbia, durante el cual declamó cuentos de las cubanas Lydia Cabrera e Hilda Perera y poemas de Guillén, Ballagas y Roberto Díaz de Villegas.
Su labor cinematográfica despuntó en 1964 al participar en el drama norteamericano El prestamista (Dir.: Sidney Lumet). En 1966, durante un período de residencia en México, repitió su caracterización de Mamá Dolores al filmarse un serial televisivo basado en El derecho de nacer (Dir.: Ernesto Alonso), del que también se hizo una versión para cine ese mismo año con la Cosme en tal personaje (Dir.: Tito Davison). A esa etapa mexicana correspondieron, además, los seriales para televisión Tres vidas distintas (1968, Dir.: Carlos Salinas) y Cristo negro (1971, Dir.: Tony Carbajal); al igual que los largometrajes Rosas blancas para mi hermana negra (1970, Dir.: Abel Salazar), Vuelo 701 (1971, Dir.: Raúl de Anda), Mamá Dolores (1971, Dir.: Tito Davison) y El derecho de los pobres (1973, Dir.: René Cardona).
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