Una obra monumental: el Museo Observatorio del Convento de Belén (+Video)
22 de mayo de 2017
| |Fotos: Chris Erland
Una muy buena noticia: se trabaja intensamente en lo que muy pronto abrirá sus puertas como el Museo Observatorio del Convento de Belén, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, institución que ofrecerá información sobre la evolución histórica de la meteorología y la climatología en Cuba.
Asimismo, el público que lo visite recibirá datos del observatorio meteorológico, geomagnético y astronómico que funcionó en ese lugar durante 67 años.
La instalación ocupa la torre noroeste del antiguo Convento de Belén, con cinco niveles, tres salas expositivas, aula multipropósito, estación meteorológica y observatorio astronómico.
Sin dudas, uno de los instrumentos que llamará la atención al visitante será la réplica del Meteorógrafo de Secchi que existió en el observatorio desde 1883 hasta 1972, bajo la custodia del padre Benito Viñes Martorell.
Sin dudas, la figura más prominente del Observatorio fue precisamente el padre Viñes (Cataluña, 1837-La Habana, 1893), quien redactó – el 11 de septiembre de 1875 – el primer aviso de ciclón tropical documentado en la historia de la meteorología. De igual manera, llegó a establecer regularidades en las trayectorias de los huracanes, según su posición geográfica y la época del año, las cuales publicó en 1877 y fueron conocidas entre navegantes y meteorólogos como «Leyes de Viñes».
Habana Radio obtuvo declaraciones exclusivas de uno de los especialistas que trabajó en la réplica de esta valiosa pieza. Se trata del español Prepedigno Martín Iglesias, quien afirmó que en Cuba tienen que agradecer mucho a ese instrumento y a quienes lo utilizaban porque, gracias a él, pudieron prever la llegada de los huracanes, prepararse y dejar de sufrir lo que sufrieron hasta entonces”.
“Casi se puede hacer un libro – continuó – con todo lo que tuvimos que investigar para lograr esta reproducción. Fue una experiencia muy bonita; es de esas cosas que te pasan una vez en la vida y bien vale la pena.
”Cuando buscamos información para realizarlo, lo único que encontramos fue una fotografía del padre Viñes con el meteorógrafo (instrumento de meteorología clásico, con el cual se puede medir y representar gráficamente la evolución de los valores de temperatura así como registrar diversos fenómenos atmosféricos). Había una instantánea más del meteorógrafo que está en Roma en un observatorio en la montaña, pero hasta ese momento no teníamos acceso a él”.
Cuenta Martín Iglesias que el intercambio con el Dr. Luis Enrique Ramos Guadalupe, “un gran conocedor del padre Benito Viñes Martorell y la historia de la meteorología en Cuba nos facilitó la fotografía y nos habló del de Roma. Empezamos a trabajar y lo primero que hicimos fue marcharnos allá para localizar el instrumento original y ver in situ cómo era, porque no contábamos con ningún croquis u otro dato.
”Nos juntamos tres personas: el astrónomo con quien trabajo hace mucho tiempo, Juan Barén – una enciclopedia con pies que anda sola –; el ebanista con años de experiencia, Juan Oliver, que se encargó del mueble; y yo que asumí la parte de los mecanismos. Fuimos hacia Monte Porzio Catone, observatorio astronómico romano donde está la primera y única pieza que existe en el mundo de meteorógrafo, exceptuando la copia nuestra. Solo pudimos verlo dentro de una vitrina a la que no pudimos acercarnos, ni tomar medidas, ni tocarlo, pero sí fotografiarlo. Solo eso, porque no existe información del equipo allí”.
“Un antiguo jesuita que nos acompañó en la visita durante dos días – prosiguió – nos fue paseando por puntos de Roma y pueblos a su alrededor, en los que podía existir documentación original del padre Angelo Secchi. Visitamos bibliotecas muy privadas, pero gracias a él nosotros tuvimos acceso. Estuvimos en el Monasterio de San Nilo, de unos monjes cristianos ortodoxos que tenían documentos originales, y en la biblioteca privada del Papa, donde apenas entran personas, pero también tuvimos la suerte de acceder y recoger documentación original con datos necesarios. Con mucha ilusión regresamos a Barcelona y, a partir de ahí, nos reunimos los tres y comenzamos a fabricarlo: el ebanista en su taller por un lado; el astrónomo Barén buscando más información por otro, y yo en mi propio taller montando los mecanismos. Cada uno por su sitio trabajando hasta que hicimos el montaje, la puesta en escena”.
¿Cómo se convierte usted en el protagonista de esta historia? ¿Con quién fue su primer contacto en Cuba para este encargo?
Estuve 70 días en el Planetario de La Habana, durante su puesta en marcha. Gustó lo que hicimos y de nuevo nos contactaron para hacer este otro trabajo que es muy especial; es complejo y tenía que ser gente con vocación, con ganas y sin intereses porque había que emplear mucho tiempo.
Vengo del mundo de la museología. Durante 17 años fui responsable del mantenimiento técnico y expositivo del museo más grande de la ciencia de España, el que está en Barcelona. Lo aprendido allí me ha servido totalmente. Soy electromecánico de formación; los conocimientos ya los tenía, pero este es un tema anticuado de buscar elementos, de tener ganas de hacerlo, de tener cariño, de que te guste lo que estás trabajando y de sacrificarte mucho tiempo. Con eso se hace maravillas.
Todo mi trabajo fue en base a la fotografía dentro del ordenador y para tomar medidas o aproximarme, ampliar, calcular, hacer muchísimos números para que cuadrara todo. En esa labor descubrí que uno de los brazos trazadores tenía una configuración extraña, algo que seguro no era original, y era un puente hecho con un material que no tiene la nobleza que hay en el meteorógrafo que yo analizaba. Al principio no lo entendía, pero después deduje que había un problema mecánico en el funcionamiento del instrumento de La Habana que al montarse aquí se lo encontraron, y no podían llamar a Roma para que le mandaran un recambio porque no existía. Entonces, aplicaron un sistema lógico a partir de una invención para que funcionara; se trata de un puente que se accionaba mecánicamente para que el meteorógrafo trabajara correctamente. Fue una solución cubana que respeté, pues está en la foto.
Cuando lo echamos a andar fue emocionante. Ver el resultado de una investigación de mucho tiempo y bien hecho – no lo digo por ganarnos méritos –. Tenía alma aquel elemento y traerlo aquí a La Habana, al punto de partida, fue como tocar la cima. Aprender de la historia de las personas que estuvieron aquí y, en especial del padre Viñes, fue muy especial. Me encantó, pues apenas lo conocía, pero hoy puedo ser su biógrafo.
Lo interesante del meteorógrafo original es que el padre Viñes le dedicó toda su vida, estuvo “colgado” de esa máquina y no permitía que alguien más la tocara.
La conversación con este apasionado de la museología duró casi media hora porque, además, nos reveló la existencia de otros instrumentos que, gracias a su pericia, hoy ya se colocan en el Museo Observatorio de Belén. Así nos siguió precisando: “para completar el meteorógrafo, y basándome en los dibujos, construí una veleta, un pluviómetro y un anemómetro que eran las tres piezas que no estaban en ningún lado y que nadie especifica en ningún sitio. Aquí en La Habana están hechas para colocarlas como elemento positivo y entender cómo funcionaba el meteorógrafo. También hicimos un termómetro que lo tenemos instalado en la fachada del Colegio de Belén.
”En la actualidad que funcione en su totalidad el instrumento no podrá ser porque es muy complejo; es una máquina muy delicada, pero si he hecho un sistema eléctrico con unos pulsadores y una botonera de control para que las personas, tocando los botones, puedan ver el movimiento que realmente hace este interesante equipo.
”La placa de grabación puede subir y bajar a través de un sistema eléctrico a poca velocidad con las láminas registrables; para ello hemos traído un paquete de 100 para poderlas cambiar cuando se rayen con los lápices.
”Los instrumentos que llevan electroimanes – que en aquella época eran con batería – y el pluviómetro funcionan; se pueden hacer actuar en cinco movimientos. El barómetro no, porque el mercurio no se puede colocar; el anemómetro tampoco puede accionarse porque el elemento que estará en el exterior, el que fabriqué, me da hasta un poco de miedo ponerlo en la calle porque tiene una estatura muy grande y podría coger una velocidad tal que se arrancaría de su soporte y más vale enseñarlo. Pero están ahí, la gente podrá interactuar con algunos de ellos”.
Pero el aporte de Martín Iglesias, al Museo Observatorio de Belén, va más allá. También ha realizado un simulador de tornados: “pude fabricarlo gracias a mi experiencia como mantenedor del Museo de la Ciencia de Barcelona. Allí tenemos un tornado que nos dio bastante trabajo y problemas, y tuve que intervenirlo mucho para que trabajara bien. Gracias a eso pude hacer este que funciona mejor que el de Barcelona. Es una pieza que cuando la vean quedarán fascinados. Existen muy pocos que yo conozca: uno en París, el de Barcelona – existió otro en Madrid –, y ahora el de aquí. Este de La Habana funciona maravillosamente bien.
”Hemos construido además un nefoscopio de espejo (instrumento que permite observar el movimiento de la nube por su reflexión en el espejo); era utilizado para determinar el porcentaje de nubosidad dentro de la bóveda celeste. Esto fue posible gracias a mi experiencia en la reparación del nefoscopio de espejo en el Observatorio Astronómico de Fabra, situado en Barcelona, internacionalmente conocido; nunca había visto uno hasta que me tocó reparar ese.
”Otros de mis aportes a este Museo Observatorio de Belén es el nefoscopio de rastrillo. Existió en los años 1850 hasta 1900, pero con los datos de la enciclopedia lo hice y ya está expuesto.
”También de cara a los niños hemos hecho un simulador de pararrayos o una maqueta explicativa muy elemental y muy ilustrada de por qué existen y cómo funcionan, entendibles para niños de hasta 5 años. Muy visual, muy didáctica porque es un experimento con movimiento; no es una cosa estática, hay efectos de imágenes y sonidos que llaman la atención. Es una pieza muy curiosa.
”Asimismo hemos trabajado en unos ensayos sencillos para que los pequeños los hagan con botellas, con cuerdas, elementos que los puedes tocar. En este mundo lo que tocas, lo aprendes; lo que te explican, se te olvida; lo que ves, no le prestas atención, pero si haces las cosas las aprendes a memorizar; o sea, hay muchos experimentos como generar un tornado con dos botellitas de plástico, hacer un barómetro con una botella de plástico también, hacer una especie de telefonía con un potecito y una cuerda muy larga y trasmitir el sonido. Jugar es aprender”.
El museo contará, además, con miniaturas de anemómetros, veletas, barómetros para el juego; posters explicativos para que vean cómo funcionan cada uno de los elementos. Serán aulas educativas e interactivas y, al mismo tiempo, para divertirse.
El especialista confesó que todo lo que ha realizado es como “devolver lo que recibes. Nadie aprende por simpatía; siempre alguien te enseña, y que menos que devolver lo que has aprendido. El saber ha de terminar corriendo; no te lo puedes almacenar tú.
”Todo lo que des es primero en beneficio propio, la satisfacción de hacerlo y lo otro es mantenerlo. Y eso de continuar es una rueda que gira; no la pares, ayuda y transfiere lo que tienes.
”Me gustaría añadir que he tenido de ayudante a un trabajador del personal de mantenimiento del Planetario; también, técnicos eléctricos que me han apoyado, y te confieso que es de admirar la gente de La Habana, porque con pocos recursos también hacen grandes cosas. Yo solo no hubiera hecho nada aquí”, concluyó.
El Museo Observatorio de Belén posee equipos con medios para la visualización y el enlace digital, y una terraza-mirador a 24 metros sobre el nivel del mar, que justo cuando finaliza la escalera de acceso a ella, el público quedará impresionado ante la imagen de un hermoso vitral – de la autoría de Rosa María de la Teja – que asemeja un huracán, una verdadera obra de arte.
Al primer Museo Meteorológico de Cuba se acerca este audiovisual de nuestra serie Visión Habana
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