Los procesos constituyentes en América Latina
10 de mayo de 2017
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La tradición constitucional en los países de América Latina y el Caribe viene de larga data, tras las luchas independentistas contra el colonialismo en el siglo XIX, buscando generalmente con la proclamación de una Carta Magna el establecimiento de espacios políticamente soberanos donde debería imperar la mayor suma de justicia, en la búsqueda de una mayor felicidad y prosperidad para los pueblos recién emancipados.
Estos eran teóricamente los propósitos de esas constituciones nacionales, que evidentemente quedaron frustrados al no poder romper con las estructuras feudales y explotadoras heredadas de la colonia, enmascaradas con un nuevo ropaje aparentemente más aceptable o atractivo, que continuaron su labor depredadora y saqueadora siendo incapaces de conducir a las amplias masas populares por los caminos de la justicia social y de una verdadera liberación.
La Segunda Declaración de La Habana, desde 1962, explicó con claridad didáctica y lujo de detalles ese proceso que impidió la definitiva independencia de América Latina y, por el contrario, fue abriendo las puertas, – habitualmente mediante sangre y violencia, – al voraz imperialismo estadounidense que emergía sediento de poder económico y político sobre los pueblos de América.
José Martí, Héroe Nacional y Apóstol de la independencia de Cuba, explicó a lo largo de su obra detalladamente y alertó sobre ese proceso, que se apoyó en las oligarquías traidoras del continente, siempre alineadas al poder extranjero para sojuzgar a sus propios pueblos.
En el enjundioso y trascendental ensayo “Nuestra América” Martí lo describe y argumenta como nadie lo había hecho hasta entonces, con rigor científico y visión política, de manera que lo convierte en base teórica y conceptual para la liberación americana, válida aun en nuestros días.
La llegada del siglo XX marcó para América Latina el inicio de una nueva etapa donde diversos movimientos emancipadores –con mayor o menos éxito– tuvieron lugar en muchos países del continente, buscando quebrar ese yugo explotador, antipatriótico y antinacional. De entre ellos, la Revolución Mexicana fue el más significativo y profundo.
Cinco décadas después la Revolución Cubana, al proclamar su carácter socialista y democrático “con los humildes, por los humildes y para los humildes”, dio continuidad a muchas de esas ideas de redención nacional y social en la segunda mitad de la centuria; ellas se prolongan hasta nuestros días y avanzan en marcha indetenible hacia el futuro.
La Revolución Bolivariana de Venezuela marcó la llegada del siglo XXI americano y produjo un cambio cualitativo en la situación continental y de ese país tan codiciado por el Imperio, con importantes riquezas y una estratégica ubicación geopolítica e influencia histórica pues es la cuna de la libertad en América.
Tanto en uno como en otro, en estos tres casos prominentes dentro de la heroica tradición latinoamericana y caribeña, surgieron procesos constitucionales inéditos, propios de las condiciones y las características de cada momento y país que propiciaron la búsqueda de una nueva Carta Magna para la construcción integral de una nueva realidad.
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