Hablando de la Nueva Trova (I)
3 de mayo de 2017
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Para el lector habitual de mis comentarios, no es ningún secreto la profunda admiración y el gran respeto que siento por Leonardo Acosta. Creo tener todos sus libros publicados, los que he leído, y releído varias veces y siempre encuentro nuevos motivos para hacer mención de ellos, como es el caso de Móviles y otras músicas, donde acabo de incursionar en el capítulo que da nombre a este comentario. Aunque data de 1975, cuando fue publicado en “Revolución y Cultura”, mantiene su vigencia y estoy segura de que será de mucho interés para los amantes del género, pues es un conversatorio informal de Acosta con tres destacadas personalidades de la Nueve Trova: Noel Nicola, Vicente Feliú y Silvio Rodríguez. Por su extensión, aquí podrá leer la primera parte y su continuación estará en próximos comentarios.
Leonardo comienza haciendo una reflexión respecto a un trabajo de Noel, publicado en “El Caimán Barbudo” donde hace referencia a ese Movimiento, su nombre, y la importancia de la guitara para un trovador, en oposición al piano “porque es transportable y asequible a la gente humilde. Inclusive los trovadores la hacían ellos mismos, ¿no?”. Luego de esta reflexión, Silvio se refiere al piano y añade: “…en la época en que surge la trova el piano era un instrumento que cuando no era utilizado en teatro, o sea, profesionalmente, ya desde el punto de vista del consumo popular, se reducía exclusivamente a las familias burguesas que tenían las posibilidades materiales de comprarse un instrumento y de pagarle a un profesor para que sus hijos –o hijas– se educaran y tuvieran una educación más o menos “integral” (entre comillas, claro). Eso era partede la educación de la burguesía. /…/ Y entonces el instrumento, no sólo más asequible, más barato, sino inclusive más fácil de hacerse por el mismo trovador, era la guitarra, que hasta con cajones da bacalao ellos se hacían una guitarra”.
En cuanto a lo de “transportable”, evoca Silvio a la vieja tradición trovadoresca de llevar el instrumento a cuestas, trasladándose de un lugar a otro para ofrecer serenatas haciendo una labor de juglar. “Aunque se puede haber dado el fenómeno después, con el tiempo, que otras clases adoptaran la forma musical, generalmente el trovador era un tipo harapiento, humilde, que no tiene un quilo…” Y añade Acosta: “Sí, antes cantaban en los bares”, y Silvio continúa: “Cantaban en los bares, pasaban el cepillo… el mismo Sindo, hay innumerables anécdotas sobre las tribulaciones económicas de Sindo. Y en otros tantos trovadores también, del hambre que pasaban, de cómo la tenían que inventar para ganar un poco de dinero. Entonces yo creo que una de las cosas que también ha caracterizado la trova desde sus inicios es el carácter humilde de sus integrantes, de los trovadores.”
Después de estas reflexiones, es Noel quien interviene: “Tal vez haya que analizar cómo a partir de un instrumento se llega a un producto artístico en el que influye el mismo instrumento. Tal vez eso haya dado lugar a esa misma situación de la época anterior a la que aparece el filin. Esa es una época que y no toco en el artículo, porque a diferencia del filin cuyos creadores parten de la guitarra, en esa época la mayoría de los compositores partían del piano, componían a partir del piano. Tú sabes quiénes son: Orlando de la Rosa, Bobby Collazo…”. A quienes añade Acosta: “Juan Bruno Tarraza, Mario Fernández Porta, Fernando Mulens, Julio Gutiérrez…” Y cuando Noel señala que en ese momento domina la canción… “Y casi siempre en una onda lírica, amelcochada, tristona, decadente…” Leonardo le recuerda: “Entre los compositores del filin hay varios que también cultivaron el cha-cha-cha, el son…El mismo José Antonio: “Cemento, ladrillo y arena”.
En mi próximo comentario usted conocerá más acerca de lo criterios manejados en este diálogo informal.
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