Trabajos de José Martí publicados en “Patria”
28 de abril de 2017
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El 30 de abril de 1892 se publican en el periódico Patria los trabajos de José Martí titulados “Generoso deseo”, “Carta de Cuba”, “Del cayo ejemplar”, “Los Clubs” y “El alma cubana”.
Destaca en la parte inicial de este último trabajo citado: “Otros propagarán vicios, o los disimularán: a nosotros nos gusta propagar las virtudes.”
Se refiere a la anciana Carolina Rodríguez quien residía en La Florida.
Era una cubana que vivió en la provincia de Las Villas y que había perdido con la guerra su gente y su hogar.
Martí señaló que un ápice le queda de su holgura de otros días. Y agregó: “Su cuarto pulcro revela aún, con sus paredes blancas y su vaso de flores, la vida cómoda del tiempo pasado.”
Contó Martí que por la mañana fría, con los primeros artesanos sale a las calles, arrebujada en su mantón, camino de su taller, y sube la escalinata de la entrada, y se sienta, hasta que oscurece a la mesa de su trabajo.
Añadió seguidamente: “Y cuando cobra la semana infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos, para un cubano que está enfermo en Ceuta, y otros en otro sobre, para el cubano a quien tienen en la cárcel de Cuba sin razón, y en el sobre que le queda pone dos pesos más, y se los manda al Club Cubanacán, porque le parece cubano muy bueno el presidente de ese club, y porque ése, Cubanacán, es el nombre que llevó ella cuando la guerra.”
También Martí detalló: “Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad; adivina a sus enemigos, sabe donde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos, en la mañanita fría, arrebujada en su manta de lana. ¡Esa es el alma de Cuba!”
No sólo en esa ocasión sino también en varios de sus trabajos periodísticos, discursos y cartas, Martí resaltó el valor y la actitud de aquellos hombres y mujeres que aún con escasos recursos daban su contribución al desarrollo de la causa de la independencia de Cuba y además patentizaban su solidaridad con otros seres humanos.
Y lo que fue capaz de admirar en los demás, él supo aplicarlo en forma consecuente durante su breve pero fecunda existencia.
Precisamente en relación con esa devoción por el sacrificio llegó a exponerle consideraciones muy elocuentes a su querida madre en las dos últimas cartas que le escribió.
En la penúltima, fechada el 15 de mayo de 1894, Martí le expresó: “Pero mientras haya obra qué hacer, un hombre entero no tiene derecho a reposar. Preste cada hombre, sin que nadie lo regañe, el servicio que lleve en sí.” Y tras asegurarle que su pluma corría de su verdad le planteó en la citada misiva al detallar como concebía su vida: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas.”
Y le añadió seguidamente: “El hombre íntimo está muerto y fuera de toda resurrección, que sería el hogar franco y para mí imposible, adonde está la única dicha humana, o la raíz de todas las dichas. Pero el hombre vigilante y compasivo está aún vivo en mí, como un esqueleto que se hubiese salido de su sepultura; y sé que no le esperan más que combates y dolores en la contienda de los hombres, a que es preciso entrar para consolarlos y mejorarlos.”
Estos criterios fueron, de hecho, nuevamente reflejados, por supuesto de otra forma, con el empleo de palabras distintas, en la última carta que le escribió a su querida madre desde Montecristi el 25 de marzo de 1895.
Se hallaba ya desde hacía algo más de mes en esa ciudad dominicana desde la cual anhelaba salir en unión de Máximo Gómez hacia Cuba para participar de modo activo en la guerra por la independencia que ya se había reiniciado desde el 24 de febrero.
Y en la carta a Leonor le expresa a la vez con cariño y firmeza: “Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Ud. Yo sin cesar pienso en Ud. Ud se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil.”
Ese mismo día que le escribe a Doña Leonor, Martí también se dirigió a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal. En una carta que ha sido considerada por diversos especialistas como una especie de testamento político, él reflexiona en torno a su deber para con la causa de la independencia de su tierra natal.
Le comentó a Henríquez y Carvajal lo siguiente: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo; sino agonía y deber.”
No es de extrañar que Martí hiciera ese planteamiento puesto que hay que tener en cuenta que él desarrolló su vida sobre la base de principios éticos muy firmes y al respecto puede decirse que consideró que el deber había de cumplirse sencilla y llanamente.
Por ejemplo en algunos fragmentos de apuntes suyos reflejados en el tomo 22 de sus Obras Completas, se pueden apreciar algunas consideraciones que hizo en torno a este tema.
Al respecto Martí enfatizó: “Cuando se conoce la vida, sólo el deber es grato; sólo él es digno de obediencia, sólo él da fuerzas para afrontar la malignidad de los hombres.”
También Martí señaló que ver un deber y no cumplirlo es faltar a él y en este caso en uno de sus trabajos publicados en la Revista Universal, de México, en la edición correspondiente al 7 de agosto de 1875.Igualmente resaltó: “ … no es la nobleza de corazón cosa exigible; harta pena tiene con olvidarlo aquel que olvida su deber.”
Para Martí sólo había verdadera grandeza en los seres humanos que actuaban en forma honesta y desinteresadamente.
Él además destacó que sólo en el cumplimiento del deber estaba la verdadera gloria y precisó que el deber ha de ser cumplido en beneficio ajeno porque si va con él alguna esperanza en bien propio, por legítimo que parezca, o sea, ya se empaña y pierde fuerza moral.
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