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Destinos replicados

1 de abril de 2017

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660418c00bda9a83f7d882b2139947bbEntre el propietario y el arquitecto sacaron partido a cada metro del terreno. Aquellos apartamentos apedillados “de interiores” constituían en la escalera inmobiliaria social, unos escalones superiores a los denigrados solares. Parados en la acera, a la entrada del ancho pasillo: a la derecha, las puertas de la sala y la única ventana. A la izquierda, las ventanas de los dormitorios de los construidos enfrente, con sus cortinas que ocultaban la visión y permitían la visita del aire. Hacia el final del pasillo, la alta tapia separaba de un conglomerado de habitáculos idénticos. Aquel rincón despreciado por la infancia actual acostumbrada a la encerrona en los juegos informáticos o a la apertura total a la libertad callejera, desestimaban el uso de aquel rincón tomado por aquel par de viejos, a quienes acudían los necesitados de algún dato referente a la antigüedad del barrio o a la historia de algún hecho trascendente o el destino de un vecino. Además, servían de relojes humanos. Tomaban el banco al atardecer, después de la comida temprana y se marchaban con la exactitud del noticiario de la TV.
Hablaban en voz baja y jamás uno subía el tono ante el otro. Al parecer, siempre estaban de acuerdo. Así pensaban algunos adolescentes observadores, adecuados a griterías intercambiadas en conversaciones alegres o discusiones ácidas. Ninguno los consideraba el selfie adelantado de un programado futuro.
¿Quién piensa en la vejez cuando corre y gana la puerta de un ómnibus, es capaz de saltar y desarticularse al compás de una música durante horas y horas y está programado para hacer el sexo con el frenesí de un caballo desbocado?
En los teléfonos inteligentes existirán aplicaciones a precios módicos con las normas de vida, posibilitadoras del arribo a una vejez saludable. Abrazados a los últimos adelantos científicos, no les interesarán. Confían en los progresos en las células madres que borrarán el vocablo ancianidad de los diccionarios. Serán eternamente jóvenes.
Mientras, el par de octogenarios en voz baja porque además de respetar la convivencia, respetan la decadente fuerza de sus laringes, continuarán pasando revista al pasado. Seguirán un estricto orden. En el primer punto, visitarán los instantes felices. La “neblina del ayer” les aumentará las heroicidades tanto laborales como eróticas. Saborearán platos exquisitos que solo conocieron en un menú caído en sus manos por casualidad y narrarán la esplendorosa belleza de paisajes retratados en revistas en colores. El tiempo pasado será el mejor hasta que de improviso, un engarce en sus endrinas, les recordará que los dos se conocieron en la brigada de un corte de caña y después la casualidad, los encontró en estos apartamentos de interiores. Y caerán en la cuenta de que por el exceso de cigarros y de ron a pesar de los consejos leídos en los periódicos de papel y vistos en la TV en blanco y negro, molestan en la noche con sus toces de perros atorados.

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