Presidente nuevo, vida vieja
9 de febrero de 2017
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En Somalia hay un nuevo presidente, uno más en el largo limbo que vive la empobrecida nación africana, hollada una y mil veces por el imperialismo norteamericano, el cual, de una u otra manera, ha estado presente desde que en 1991 el país se mantiene acéfalo.
Sí, porque a pesar de que se han impuesto a numerosos mandatarios al frente de un denominado Gobierno Nacional de Transición, este apenas domina una pequeña zona en la que se incluye la capital Mogadiscio.
En relación a Somalia todo es complejo, porque Israel mantiene una base en la parte este, a fin de controlar el Cuerno Africano, y las fuerzas especiales estadounidenses no abandonan totalmente el lugar, aunque utilizando ahora numerosos drones y menos tropas en tierra, debido a que sufrió cuantiosas bajas a manos de los diferentes grupos guerrilleros.
Algunas de estas organizaciones, se afirma, están penetradas por la Agencia Central de Inteligencia, como la principal de todas, Al-Shaabab (La Juventud, en árabe), condición que, como es costumbre, es ignorada por la inmensa mayoría de los combatientes, aunque no por sus principales jefes.
Oficialmente se trata de hacer creer por Washington que el interés histórico de por ese inestable país del este de África se limita a cuestiones de seguridad internacional y, en los últimos años, a impedir que se convirtiera en un santuario de Al Qaeda. En esa dinámica, Estados Unidos ha lanzado varios ataques contra objetivos somalíes supuestamente vinculados a esa organización a la que considera responsable de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Peroese papel estadounidense lo que ha promocionado es la expansión de la insurgencia en condiciones que ya son complejas para Somalia, un país de unos diez millones de habitantes, con el 40% de analfabetos y una expectativa de vida de apenas 50 años, quizás menos.
No sabemos que le puede deparar al nuevo mandatario, pero todo sigue dependiendo de Estados Unidos y su influencia sobre países de la región que siguen generalmente su política en la cuestión somalí, entre otras.
Expertos norteamericanos han propuesto que si EE.UU. no puede con la insurgencia musulmana, se debe unir a ella, y eso me recuerda el papel que el Pentágono jugó al atacar y destruir gran parte de Iraq, lo cual dio origen a vendettas internas y coadyuvó a la creación del Estado Islámico, del que ha sido cómplice, con la esperanza de que le sirviera para agredir a sus enemigos en la región, como Siria, la rama chiita de los musulmanes en Iraq e Irán, pero nunca a Israel, así como crear un estado kurdo fantoche.
El influyente grupo de estudios Consejo de Relaciones Exteriores, ha vuelto a poner sobre el tapete su teoría de que EE.UU. debería aceptar una “autoridad islámica” en Somalia, dentro de una estrategia de “retirada constructiva”.
En el informe “Somalia, A New Approach” (Somalia, un nuevo enfoque), de 39 páginas, se llama a Estados Unidos a reconocer esa “autoridad islamista” aun si ésta incluye a Al-Shaabab.
El texto considera contraproducente la postura que ha mantenido durante años de Estados Unidos, porque todo tipo de gobernó y gobernante que a puesto en el poder solo está segregando a grandes sectores de la población somalí, a la cual divide en moderados y extremistas.
La cuestión somalí está muy lejos de ser resuelta, a Estados Unidos le importa un bledo el futuro de su población y el papel que tendrá el nuevo mandatario está aún por ver, pero sería una agradable sorpresa que pudiera sentar bases para lograr una paz estable, sin injerencia foránea.
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