Miedo a la plebe
13 de diciembre de 2016
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Descontento con lo que le están obligando a hacer, el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, sacó fuerzas de flaqueza y se alejó un tanto del cumplimiento de la deuda “eterna” que contrajeron gobiernos anteriores, al dedicar parte del superávit logrado económicamente este año, para dedicárselo al pago de los jubilados y otros atrasos pendientes, con el fin de aliviar en algo la vida de un pueblo que confió –¿confía?– en él para librarse de las ataduras neoliberales.
Alarmados, tecnócratas de la Unión Europea acudieron a lacanciller alemana, Ángela Merkel, para que convenza a Tsiprasde que no puede alejarse del cumplimiento de sus obligaciones como premier y mantener el compromiso de seguir pagando a la perversa troika todo el dinero que Grecia le debe.
Recordemos como fue la reacción de quienes manejan los destinos del continente en materia económica, al recibir Tsipras el respaldo popular en un referéndum para que se librara de las ataduras a que tienen sometida a Grecia.
Individuos y organizaciones descalificaron la consulta ciudadana directa, la llamaron populista y demagógica, de trampa al electorado, y uno de ellos, José María Aznar, reprochó a Tsipras que eludiera sus responsabilidades y se las transfiriera al resto de la sociedad. Aunque no se expresó públicamente, al genuflexo español y a otros como él no les cayó bien que el Premier griego viajara a Cuba para homenajear al eterno líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
En fin, fue algo que mostró que los explotadores y sus leales servidores no pueden permitir la irrupción de la plebe en cosas que solo les incumbe a ellos, y mostraron su enojo por la reducción en los márgenes de ganancia de endeudar a un país más allá de sus posibilidades reales de pago, como lohicieron con Grecia las cúpulas gubernamentales y financieras de Europa, así como de esquilmar a la población para que pague los lujos y los robos de los gobernantes locales.
Pero esta cuestión no solo abarca a Grecia, porque demuestra que quienes gobiernan realmente desdeuna democracia formal en Estados Unidos y Europa solo admiten regímenes encabezados por oligarquías que se sirven de las instituciones para concentrar la riqueza en manos propias porvías legales, legalizadas y hasta ilegales, y que se reservan para sí la potestad de las grandes decisiones.
Y qué decir de esos parlamentos supuestamente democráticos, si están controlados por cúpulas partidistas involucrados en la red de negocios. Por eso, para salir electo, no es tan necesario el respaldo popular como el económico.
Dos ejemplos notorios son España y México.
Ante los reclamos independentistas de vascos y catalanes, las fuerzas en ese momento hegemónicas, con Aznar –y que hoy vuelven a estar en el poder–, con Mariano Rajoy, aseguraban que tales reivindicaciones eran inviables, porque la Constitución de 1978 era inalterable.
Pero en el 2011, el Partido Socialista Obrero Español, entonces en el gobierno, no tuvo empacho en convocar al derechista Partido Popular para adulterar el artículo 135, con el fin de entregar al Banco Central Europeo (uno de los verdugos del pueblo griego) la potestad hasta entonces soberana de emitir deuda pública y consagrar el pago de la deuda como prioridad absoluta del presupuesto público.
Rajoy presumió que en diez minutos había otorgado su apoyo total a tal reforma, y nadie consultó al país antes de causar una lesión tan grave a la independencia financiera.
En el caso mexicano, el periódico local La Jornada, dice que “el régimen peñista desvirtuó de manera grave el texto constitucional a fin de repartir de manera legalizada –ya se repartía, pero en forma ilegal– la industria energética a las transnacionales y a sus socios locales”.
Hubo un clamor para que aquella desnaturalización fuera sometida a consulta popular, “pero, dice la fuente, los tecnócratas, los cleptócratas, y oligarcas que operaron la reforma sabían perfectamente que el país se oponía mayoritariamente a semejante saqueo y cerraron de tajo cualquier posibilidad de referendo”.
En este contexto, Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón, comparados con esos regímenes abyectos, pudieran parecer menos corruptos. Pero, ¿de donde provienen una parte sustancial de sus ingresos?
Pues de sus corporaciones que hacen negocios inmundos en naciones, en las que, según la versión oficial, también imperan democracias representativas.
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