La casa del Marqués de Arcos
9 de noviembre de 2016
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Destaca en la Plaza de la Catedral, uno de los espacios públicos más significativos de La Habana intramuros, la conocida casa del Marqués de Arcos; sin embargo, la antigua y principal entrada –envuelta en formas barrocas–, tiene su frente por la calle Mercaderes, por donde se accede al zaguán, el patio y los locales que tipifican la casa colonial habanera. El hecho de poseer dos fachadas con sus pórticos correspondientes, la hace singular e interesante, y aunque lo mismo ocurre a su vecina, la llamada casa del Conde Lombillo, la solución dada a la del Marqués de Arcos es mucho más compleja y relevante, acaso por la acción emprendida de sus antiguos propietarios, así como por las diversas funciones que el edificio desempeñó.
Uno de los dueños del terreno y las primeras construcciones de planta baja que allí existieron fue el Presbítero Francisco de Vargas; entonces estas casas tenían su fondo hacia la plazuela de la Ciénaga, aún sin la distinción que le otorgara la iglesia de los padres jesuitas, consagrada a Catedral a fines del siglo XVIII y de la cual tomara su nombre hasta el presente. Según el arquitecto Joaquín Weiss, a inicios de esta centuria habitó la casa el doctor Francisco Teneza, ilustre galeno que practicó por muchos años en la ciudad y fue reconocido por la Corona con el título de Protomédico de La Habana, instituyendo, a la vez, el Real Tribunal de Protomedicato de La Habana con las mismas facultades que poseían los fundados en México y Perú.
En más de una ocasión, Teneza solicitó al Cabildo la autorización para ampliar su casa: hacer un local donde guardar la calesa que transportaba a los enfermos, construir portales y rectificar con 8 varas de terreno la línea del fondo de su vivienda que daba a la plazuela, de las cuales, solo la primera le fue permitida. Será don Diego de Peñalver y Angulo, Tesorero de la Real Hacienda, quien reconstruya la edificación de altos y bajos y reciba licencia del Capitán General para fabricar portales, tomando para ello 4 varas del área de la plazoleta.
Peñalver, que había instalado aquí su residencia hacia 1741, con el objetivo de ampliarla compró las casas del otro lado del vecino callejón llamado precisamente “del doctor Teneza”, el cual conectaba la calle Mercaderes con la plaza. Como ya era dueño de ambos extremos y fundamentando lo innecesario de la circulación por dicha callejuela, en 1746 pidió cerrarla y le fue aprobada la solicitud. Unificaba con ello su propiedad y condenaba este ángulo abierto de la plaza, que junto a la formación del callejón del Chorro, limitarían el flujo por su extremo sur. Como afirma el historiador Carlos Venegas, en su libro Plazas de intramuros: “Estas transformaciones en el tejido interno de las manzanas fueron procesos habituales en la aparición de estas viviendas de nueva planta y mayores dimensiones a partir del siglo XVIII”.
Cuando fallece don Diego de Peñalver en 1771, heredó la casa su primogénito Ignacio de Peñalver y Cárdenas, quien obtuvo el título de Marqués de Arcos por Real Despacho del 15 de noviembre de 1792. Fue además Tesorero General del Ejército, Real Hacienda y Marina de La Habana, Intendente Honorario de Provincia y Comisario Ordenador de los Reales Ejércitos.Naturalmente; a partir de entonces se conoció como la casa del Marqués de Arcos o de los Marqueses de Arcos dada la permanencia en el lugar de tres de ellos.
Peñalver y Cárdenas realizó transformaciones en el inmueble con el fin de instalar en él la Tesorería, nombre con el que también se bautizó poco después. Alternó esta función con la residencial hasta que la familia se trasladó a mediados del siglo XIX a su palacio de Inquisidor y Acosta.
En 1828 la Administración de Correos alquiló la casa, permaneciendo en ella hasta 1842. Probablemente, el buzón hallado por la calle Mercaderes durante el proceso de restauración actual, y señalado luego con el mascarón, corresponda al período en que la casa acogió esta actividad. Dos años más tarde fue ocupada por la Sociedad del Liceo Artístico y Literario de La Habana. Fundado por iniciativa de Ramón Pintó, junto a otros patriotas cubanos en 1844, el Liceo instituyó el antiguo Teatro Nacional, posteriormente propiedad del Centro Gallego y los certámenes sobre ciencia y literatura, celebrados anualmente para promover estas ramas del conocimiento. Asimismo, contó primero, con un órgano oficial denominado El Artista, y después, con el periódico El Liceo de La Habana. Ambos fueron portavoces de las grandes figuras que en la Isla no solo difundían el amor por las bellas artes y las letras, sino también, proclamaban sin temor su adhesión a Cuba.
Por estos años, la antigua mansión del Marqués de Arcos albergó igualmente una escuela de pintores y muralistas, y fue objeto de importantes modificaciones, entre ellas, el cambio de las logias originales en los altos por los vanos rectangulares con lucetas, en la fachada hacia la plaza; la sustitución del antiguo pavimento por otro de mármol blanco que cubría toda la planta alta, cambio muy usual en el siglo XIX cuando la arquitectura doméstica se magnifica y engalana con los modernos ropajes del neoclásico y los materiales constructivos que lo acompañaron.
Con el estallido de la Guerra de los Diez Años en 1868 y la muerte de Ramón Pintó en 1869, el Liceo comenzó a languidecer hasta su total desaparición. Al abandonar la casa, esta se convirtió en sede de distintos negocios que instalaron aquí sus oficinas y almacenes, y unas décadas después, como tantas otras mansiones coloniales, devino casa de vecindad con todo lo que trae aparejado este uso: transformación y deterioro.
El 23 de octubre de 1934, a través del Decreto Ley No.693, fue declarada la Catedral de La Habana y los edificios que la rodean Monumento Nacional. En 1935 la Secretaría de Obras Públicas llevó a cabo una restauración general en la Plaza de la Catedral, dirigida por el arquitecto Luis Bay Sevilla.
Excepcional dentro del conjunto de la plaza y de la ciudad toda, la antigua casa del Marqués de Arcos, al decir de Venegas, “…se distingue de otras de su tipo por su notable altura, la gran portada de entrada por la calle Mercaderes que abarca sus dos plantas y su monumental caja de escalera”. Por sus valores históricos, arquitectónicos y urbanísticos posee Grado de Protección I.
Entre las funciones que tuvo en las últimas décadas sobresale la de haber sido sede en 1982 del Taller Experimental de la Gráfica.
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