Luchar contra la involución
18 de octubre de 2016
|
No sé si por tendencia, o de buena fe, o cumpliendo un resorte interno dictado por los medios de información al servicio de los enemigos de los pueblos, pero siempre hay gente que dice que el imperialismo tiene sus días contados y llaman a esperar sentado su entierro.
La realidad es otra, porque cualquier intento revolucionario, en menor o mayor grado, si no actúa consecuentemente, tiende a terminar como aquellas revoluciones de colores que invadieron algunas naciones europeas y se instalaron malignamente en el norte de África, sirviendo finalmente a los intereses de la contrarrevolución.
Nuestro continente, sobretodo su parte sur en la actualidad, es un ejemplo de ello, con gobiernos electos democráticamente o no, pero que, ya instalados, incumplen promesas, echan abajo el andamiaje de progreso construido por sus predecesores y actúan inopinadamente, porque saben que tienen detrás poderes interno y eterno que lo respaldan financiera y políticamente.
Tal es el desbarajuste provocado por el presidente Mauricio Macri en Argentina, que en muy poco tiempo se ha quintuplicado la pobreza, que ya es de casi el 33% de la población, mientras privatiza, acepta inversiones en términos leoninos y paga la parte de la deuda impagable a los delincuenciales “fondos buitres”.
Lo de Brasil es tan malo o peor, porque la presidenta Dilma Rousseff fue victima de un golpe de Estado legislativo y jurídico y de la traición de un vicepresidente que la sustituyó para privatizar decenas de empresas, intentar eliminar beneficios sociales durante 20 años y tratar de meter en lacárcel al más importante líder popular del país, Luiz Inácio Lula da Silva, a fin de evitar que aspire nuevamente en las elecciones presidenciales del 2018.
Bolivia, Ecuador y Venezuela son las otras tres naciones sudamericanas que están siendo atacadas por todos los flancos por una derecha que quiere retornar al poder, no importa si los métodos utilizados lastiman a la población, como en Honduras y Paraguay.Chile, Perú y Colombia juegan el el papel que les han asignado junto a México en la Cuenca del Pacífico, para inutilizar las políticas de integración del Mercado Común Sudamericano y la Unión de Naciones del Sur, y golpear a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América.
Como se recordará, hace unos años, el fracaso de las oligarquías, los partidos políticos tradicionales la falsa democracia, la fallida experiencia de la lucha armada y el fin de la ilusión neoliberal, junto al triunfo de la Revolución Cubana, abrieron el camino al poder a los movimientos sociales y a la nueva izquierda en América Latina, caracterizada por enfoque que, lejos de omitirla, auspiciaron la democracia, mezclando un creativo nacionalismo con opciones integracionistas, con una política que trata de evitar la violencia y la ruptura.
Pero este tipo de política no siempre funciona, cuando el imperialismo utiliza todo tipo de métodos para desprestigiar a los gobiernos progresistas, llevar a los pueblos a la desesperación, con Venezuela como el principal ejemplo, por lo cual no siempre se puede utilizar el guante de terciopelo para eliminar la amenaza contrarrevolucionaria, privatizadora, neolberal, que va calando cada vez más.
Luchar contra ello, mediante la unión y una política coherente, se hace imprescindible. Hay que dejar atrás, no importa los obstáculos, y hacerla funcionar a la inversa, la tan temida ecuación de que cuando la derecha tiene éxitos, la izquierda carece de oportunidades.
Comentarios