Zuleica Romay: ensayos para la mente y el corazón

18 de octubre de 2016

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Thays Roque Arce

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Academia Cubana de la Lengua, Colegio de San Gerónimo, Cuba, Cultura, Literatura, Oficina del Historiador de La Habana, Premio Acul 2016

 

 

El pasado 14 de septiembre, el portal web de la Academia Cubana de la Lengua publicó: “Premio Acul 2016 es otorgado al título Cepos de la Memoria de Zuleica Romay”. La buena nueva no sorprendió a muchos, Romay ha despuntado como una de las más lúcidas ensayistas del contexto investigativo cubano, y prueba de ello lo fue el lauro Extraordinario de Estudios sobre la presencia negra en las Américas y el Caribe contemporáneos, correspondiente al Premio Casa de las Américas 2012, con su libro Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad.

Luego de ese texto, la escritora, investigadora y presidenta del Instituto Cubano del Libro no tardó en abordar nuevamente la discriminación racial. Así surgió Cepos de la memoria. Impronta de la esclavitud en el imaginario social cubano (Ediciones Matanzas, 2015), su segundo libro, donde “continúa explorando la dimensión subjetiva de las relaciones de dominio, mediante el estudio de las relaciones interraciales en la sociedad cubana”, según el politólogo e investigador Carlos D. González Torres, a cargo de las palabras de la nota de contracubierta del volumen.

“En consideración al eficaz equilibrio entre el lenguaje literario y el científico alcanzado”, la Academia Cubana de la Lengua distinguió el texto de Romay, a quien calificaron de ser “dueña de un estilo donde se armonizan lo coloquial y lo problemático con el objetivo de generar un pensamiento crítico y una actitud reflexiva”, anunció la entidad cultural en el comunicado de septiembre.

 

 

En sesión pública celebrada este lunes 17 de octubre en el Aula Magna del Colegio Universitario de San Gerónimo de La Habana, y durante las jornadas por el Día de la Cultura Cubana, el galardón fue entregado finalmente a Zuleica Romay entre constantes ovaciones.

Al aceptar el premio, la autora reconoció en esta una de las experiencias más importantes de su vida, no solo por el estímulo y su significación “en la historia profesional de cualquier persona”, sino por el “ejercicio de someter a unos lectores tan exigentes como los académicos cubanos de la lengua un esfuerzo por explicarme a mí misma y a los demás la manera en que percibo lo enrevesado y lo complejo de algunos de los procesos de formación nacional”, aseveró Romay.

Agradeció a la profesora y ensayista matancera Alina López Hernández, a cargo de la edición, por ser la encargada de dar forma al contenido y a los enfoques multidisciplinarios acerca de las relaciones raciales de la autora, con “sinceridad descarnada”.

 

 

“El libro en realidad es el resultado de un descarte” de su predecesor Elogio de la altea, señaló Romay, quien entre los apuntes de este encontró la lógica para comenzar un nuevo proceso creativo, esta vez orientado al ensayo de ciencias sociales.

“Yo no creo que la ciencia tenga solo la función de apelar al intelecto, al razonamiento del lector. Las ciencias que tienen que ver con el hombre también tienen que apelar a la emoción. La gente debe leer los libros con el cerebro pero también con el corazón”, declaró a Habana Radio Zuleica Romay.

 

 

Como lo ha hecho en ocasiones anteriores, aseguró que el texto puede llegar a ser un poco inquietante por revelar con toda crudeza el hecho de que el racismo no desaparece por decreto, ni siquiera por políticas igualitarias e inclusivas, sino se incorpora a la subjetividad. Y ello explica de algún modo las actitudes de las personas en sus relaciones de acuerdo con el color de la piel.

“Como se trata de una problemática que es tan vieja en Cuba, tan compleja, como son las relaciones interraciales, pero que a la vez es tan esencial para que sigamos avanzando en nuestros procesos de integración nacional; yo me propuse tratar de llegarle a la gente también al corazón. Y lo que más feliz me hace no es ningún premio, es haberlo logrado a partir de que la gente, con la lectura del libro y los problemas que plantea, está también haciendo un auto reconocimiento no solo de la historia del país, sino de su propia historia familiar y personal.

“Para cambiar las cosas hay que implicar a la gente. No se pueden proponer el país, el Estado y la sociedad una batalla final contra el racismo sin antes proponerse conquistar, una a una, la voluntad de sus ciudadanos. El libro lo escribí tratando de aportar a ese esfuerzo”, concluyó la escritora e investigadora cubana.

 

 

El acto también contó con las palabras del Dr. Rogelio Rodríguez Coronel, director de la ACUL y de Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura y miembro desde el año 2005. Y de la presencia del resto de integrantes de la Junta Directiva como son Elina Miranda Cancela, subdirectora; Nuria Gregori Torada, secretaria; Mirta Yáñez, bibliotecaria y Enrique Saínz de la Torriente, tesorero.

“Es un texto de significación alta en el panorama actual de las publicaciones cubanas, sobre un tema merecedor de espléndidos abordamientos en los que se empeñaron talentos extraordinarios”, apuntó Reynaldo González en su elogio.

 

 

“Desde el título el libro nos pone en contacto con un pasado imprescindible. Evoca el siglo XIX, nuestro siglo de las luces, con la barbarie de la esclavitud, emporio del crimen, frente al despertar de las letras y las artes, la forja de la cubanidad, nuestras guerras libertadoras y el azaroso decurso de miedos y contradicciones que demoraron la independencia”, continuó el ensayista y periodista, quien también describió a Cepos de la memoria. Impronta de la esclavitud en el imaginario social cubano como un libro parcial pero de razonada cordura.

González destacó entre los aciertos del volumen sus elementos de humor, rasgos de cubanía que “nos retratan, oleadas donde nos reconocemos” y que no “se atiene a mirar desde la distancia sino con implicación en la materia misma”.

 

 

“En su acertada expresión, uno de los valores más considerables, debemos reconocer que muchos de estos asuntos en la actualidad padecen de un tratamiento rutinario, cargado de lugares comunes del periodismo propagandístico. Zuleica Romay ha sorteado esos obstáculos con una prosa eficaz y precisa concediéndole mayor importancia a la documentación. Un elogio que merece, y que no derrochamos, es que en la porosa temática su contenido resulta un libro necesario”, concluyó.

 

 

Para finalizar, el pianista Franco Rivero Bello amenizó el encuentro con su música, interpretando cuatro obras inéditas del compositor Ernesto Lecuona, tales como “España”, “Pasacalle” y “Canción de boda”, cierre de lujo para el encuentro gracias al virtuosismo del joven autor.