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Eusebio Leal Spengler: conocer, sentir y pensar a Cuba

16 de septiembre de 2016

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Eduardo TORRES CUEVAS 2 (Medium)

Eduardo Torres Cuevas, Presidente de la Academia de Historia de Cuba y Director de la Biblioteca Nacional. Foto: Alexis Rodríguez

 

Doctor Gustavo Cobreiro Suarez, Rector de la Universidad de La Habana; compañero Homero Acosta, Secretario del Consejo de Estados y de Ministros; asesores de la presidencia de nuestro País; Jose Ramón Fernández; Ministro de Educación Superior José Ramón Saborido; Ministro de Cultura, Abel Prieto; Doctor Carlos Delgado, Decano de la Facultad de Filosofía e Historia; profesores invitados; académicos de la lengua y de la historia; personalidades que hoy nos acompañan en este acto solemne de otorgamiento de la condición de Doctor Honoris Causa al Doctor Eusebio Leal Spengler.
Puedo asegurar que en pocas ocasiones me he sentido en una situación tan difícil y tan honrosa como la de hoy. Honrosa, por el privilegio que se me confirió para hablar en este acto solemne a nombre de nuestra Universidad, de su dirección y de su claustro de profesores. Honor que agradezco. Difícil, porque es tal la envergadura, la variedad, la riqueza, la originalidad, la osadía y el rigor de la obra del Doctor Eusebio Leal Spengler que no puedo menos que confesar que lo que hoy exprese aquí es, simplemente, una aproximación; quizás, más bien, una incitación al necesario estudio de lo que ella significa en la captación y análisis inteligente y profundo de muy variados componentes de la nación, de las ciencias, de la cultura y del espíritu vivificador que lleva por nombre cubanidad. Se trata de indagar, más allá de la superficie de los hechos, la calidad esencial de lo cubano; sentimiento y pensamiento, pasión y reflexión, ciencia y conciencia en este complejo universo que, a su vez, no es más que una forma muy cercana de la creatividad humana. En pocas personas como en Eusebio Leal Spengler he hallado el modo armonioso en que se articulan tan diversos componentes del conocer, el sentir y el pensar a Cuba.
No somos originales cuando destacamos la magnitud de la obra de Eusebio Leal. Ya con anterioridad ha recibido la investidura de Doctor Honoris Causa o de Profesor de Mérito de 18 universidades nacionales y extranjeras; y ha pronunciado conferencias magistrales y académicas en más de 70 universidades en no menos de 45 países, colocando la imagen científica y cultural de Cuba en lo más egregio de los espacios académicos de diversas partes del mundo. A su vez, ha recibido altas condecoraciones de por lo menos 29 naciones.
A ello puedo agregar los títulos que no llegan en pergaminos, que no los otorgan los académicos, que lo confiere una multitud de pueblo impresionado y agradecido, no ya por la palabra sino por la reducción de la pesantez de la piedra y el ladrillo, o la construcción pétrea y vivificadora de la obra de Eusebio. Esta llena más que las pupilas, las mentes amplias y agudas y los corazones sensibles y nobles ante la exorbitante riqueza del rescate urbanístico y humano de la huella de los hombres que construyeron la imagen que de La Habana o de otras ciudades y localidades cubanas disfrutamos hoy. El quehacer del Doctor Leal, ante todo pensado, después organizado, con posterioridad espiritual y culturalmente materializado, que todos podemos observar al peregrinar por Cuba y por su capital, está inscrito ya como patrimonio de la humanidad.
Ha sido una voluntad férrea, una inteligencia certera y un conocimiento profundo lo que le ha permitido a este hombre domesticar el pasado y convertirlo en joya del presente. Su dirección, al frente de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, recoge la restauración y terminación de 80 obras del patrimonio cultural, 14 hoteles que rememoran espacios y momentos de la cultura cubana en tiempos diferentes, reunidos en un todo por el presente que contempla un centenar de instalaciones turísticas y 171 obras sociales, a lo que se añaden 3092 viviendas beneficiadas. Todo ello en un periodo de 10 años, y no incluyo aquí lo que se ha hecho en el último lustro.
En las búsquedas tras la impronta de Eusebio Leal, he encontrado una joya de la bio-bibliografía cubana. La misma está compuesta de 4 gruesos volúmenes y se debe a la autoría de dos de nuestras más reconocidas y eficaces bibliógrafas, Araceli y Josefina García-Carranza, destacadas investigadoras de la Biblioteca Nacional de Cuba. Allí se encuentran recopiladas las descripciones bibliográficas de Eusebio Leal Spengler. Sorprende la cifra. Estamos hablando de 3 531 registros que abarcan desde 1942 hasta el 2010. Hago esta acotación porque faltan aún 5 años de producción intelectual en el conjunto que señalamos. Es variado el conjunto: artículos, folletos, discursos impresos y libros. Todos responden a un conocimiento adquirido en esas incesantes búsquedas que parecen no haber dejado tiempo al descanso o, quizás, con más propiedad, al disfrute del tiempo en crecer por dentro para ayudar a otros a encontrar caminos para identificarse a sí mismos e identificarse con su propia cultura.
Si se observa con detenimiento, no hay palabra flácida ni perdida ni colocada inadecuadamente. Al que se asoma a estas obras plasmadas en palabras, no le quedará más remedio que reconocer que, paso a paso, descubre y se identifica con las propuestas de Eusebio, del Doctor Leal, porque en ellas están contenidos descubrimientos hallados en innumerables documentos materiales y en la espiritualidad de nuestros tiempos. Se observa la incansable indagación y el rescate permanente que sostiene la obra creadora de Eusebio Leal. Algunos títulos – hablo ya de libros –, constituyen un imprescindible legado de una época, ya aparentemente lejana, pero que expresan un mundo de ayer que explica, en cierta forma, el mundo de hoy. Esas son espléndidas rememoraciones que constituyen ya parte de nuestra historia. Libros como Fiñes; Fundada esperanza; Para no olvidar; Legado y memoria y El Diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes, constituyen aportes innegables, rigurosamente recogidos y pensados, no para una historia muerta, sino para el pensamiento vivo de la creatividad presente y futura de nuestro país.
Existe un género literario que por su complejidad suele ser de difícil dominio, la oratoria. No creo exagerar si afirmo que el discurso oral de Eusebio Leal constituye ya uno de los legados más importantes que será objeto de estudios académicos en los próximos años. La oratoria, como género, constituye uno de los más difíciles porque aúna el conocimiento de un tema, la elegancia del discurso, la belleza del lenguaje, la lógica armoniosa del contenido, lo poético que deleita y la dialéctica que enseña. Como pocos en nuestra historia más reciente, Eusebio Leal ha desarrollado la oratoria de modo extraordinario y muy personal. Ha aportado a la Academia y a la tribuna un arte de decir.
Viene a mi memoria el momento en que lo conocí con carretilla en mano y su exclusivo modo de vestir con su ropa de trabajo gris. Aquellas búsquedas arqueológicas e históricas llevaban a muchos, burlonamente, a pensar que aquellos sueños de reconstrucción eran como los de Calderón de la Barca. Hoy puede parecer que todo fue fácil y, en mi opinión, fue muy difícil perforar una realidad bruta con la punta fina de la voluntad, del ingenio y del conocimiento. Al escucharlo, percibe el interlocutor que más allá de lo que la Academia enseña, está la búsqueda incesante de un autodidacta que disfruta traspasar los límites de las disciplinas, es un escritor trasdisciplinario. Quizás, como él mismo se ha llamado, ha sido un hijo de su tiempo, de este tiempo de temeridades que el futuro juzgará con la fría lógica que otorga la distancia; pero ello es un privilegio no de los dioses sino de los hombres. También recuerdo ahora cuando al entrar en un aula universitaria, hace ya no sé cuántos años, me lo encontré sentado como estudiante de la carrera de Historia. Le era necesario el título que tanto se exige pero sus conocimientos sobrepasaban ya a los de un licenciado. Aquí buscó los métodos, las sistematizaciones, las teorías que la academia discute y promueve. El joven profesor – que era yo entonces – disfrutaba y aprendía del grato diálogo con el sabio historiador sin título.
Habanero, supo amar su ciudad y trabajar en el rescate y prevalencia de sus valores materiales y espirituales. Pero al observar en conjunto su obra en esta urbe puede también entenderse la amplitud de su visión. Museos, bibliotecas, escuela, hogares, colegio, le dieron al proyecto una calidez que hizo revivir la ciudad que solo tenía sentido como el hábitat de nuestro espacio humano. Recordando una frase de José de la Luz y Caballero, pronunciada en 1832, al referirse al Obispo Espada, me gustaría decir que Eusebio Leal me hace gustar el noble orgullo de que sea habanero el corazón que en mí late. Y esa “habanidad de habanidades” no es otra cosa que el hecho de que Cuba late también con ese corazón habanero y el mundo entero contribuyó a la riqueza de sus calles.
Distinguidos asistentes, distinguidos miembros de la presidencia no pudo haber un lugar más honroso que esta Aula Magna de nuestra Universidad de La Habana para conferir la condición de Doctor Honoris Causa de la misma al Doctor Eusebio Leal Spengler. Ella toda es un simbolismo y una historia, templo sagrado de nuestra cultura y de nuestra ciencia. A mis espaldas, la representación de las vías o caminos del conocimiento que conformaron el punto de partida, la primera agrupación de las ciencias, es decir, las siete ciencias o artes liberales. Ellas fueron las bases de la organización del conocimiento universal. Quedaron como un símbolo de la universalidad del conocimiento, como un símbolo de la Universidad. En la parte inferior pueden observarse los seis medallones que enmarcan el busto a relieve de los destacados profesores de esta Universidad que en el siglo XIX le dieron método y rigor al nacimiento de nuestros saberes. Ahí está Felipe Poey, ahí está Joaquín Fabián de Aenlle Mongeotti, esos sabios nuestros del siglo XIX, los que fundaron la Universidad no como construcción pétrea, sino como construcción de saberes. Aquí se encuentra el más alto símbolo del nacimiento de las ciencias y de la conciencia cubanas: el cenotafio que contiene los restos mortales de Félix Varela y Morales, “el que nos enseñó primero en pensar”. El célebre filósofo, y entendiendo la filosofía en los términos de su época, esa filosofía implicaba la lógica, la metafísica y la física; fue uno de los grandes introductores de las ciencias físicas y naturales en nuestro país. No hay duda, en este lugar al cual Eusebio ha estado tan cercano por su cercanía con Félix Varela, por su cercanía con Felipe Poey, por su cercanía con todos los que de un modo u otro construyeron nuestra Universidad en los siglos XVIII, XIX y XX, no hay duda, este es el lugar adecuado para otorgarle al Doctor Eusebio Leal Spengler la condición de Profesor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Él ha sido fiel a sus apellidos, leal a sus ideas y a sus principios, Spengler –que el que les habla traduce a capricho– como espléndido en su entrega a Cuba, a su Revolución y al legado patriótico de todos los constructores de esta, como el título de uno de sus libros: “Patria amada”.
Muchas gracias a todos y felicidades Eusebio por todo lo que has hecho y te mereces.

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