Liborio Noval: retratar a Fidel
25 de noviembre de 2017
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“Hasta que no veo impresa una fotografía no estoy tranquilo. Tengo que velar porque quede con los tonos debidos, la calidad de impresión… Dejo que esa magia se vaya descubriendo sola a pesar de todo el tiempo que llevo en esta profesión: me gusta que siempre me sorprendan las imágenes”. Entrevista con Liborio Noval, Premio Nacional de Periodismo José Martí 2001.
La primera vez que Liborio Noval tuvo en sus manos un negativo fotográfico, decidió echarlo a la basura luego de imprimir la foto. Suponía que esa pequeña película podría utilizarse solo una vez. Pero bastó un tiempo breve para comprender la prolongada magia de las instantáneas atrapadas por el lente de su cámara, tras el sencillo y definitivo acto de apretar el obturador.
Recibió noticias de la existencia de la fotografía gracias al tío, cuyas instantáneas, captadas cada domingo durante los bojeos familiares en bote alrededor de la bahía habanera, formaban parte del álbum de recuerdos que su madre atesoraba en casa. Aquella camarita fue una suerte de objeto anunciador de su futura vocación: captar a vuelo de pájaro el rostro del mundo que vivimos y preservarlo de la desmemoria.
De esa época son memorables sus paseos por La Habana, donde aprendió a detectar y disfrutar los detalles, a veces imperceptibles para el transeúnte inmerso en la vorágine cotidiana: “contemplo la panorámica, la vista general, pero no dejo escapar los detalles – asegura –. Nada más apasionante que descubrirle a esta ciudad una cornisa, un balcón, un farol, sea antiguo o moderno; detenerse en la cerradura de la catedral imaginando al cura en tiempos de la colonia con un manojo de llaves inmenso…”. Habilidades imprescindibles a un fotorreportero.
Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para su entrega definitiva al apasionante universo de las cámaras, las películas, el revelador y las químicas del laboratorio fotográfico.
¿Qué circunstancias le hicieron tomar para siempre una cámara fotográfica en sus manos?
Antes del triunfo de la Revolución trabajaba en una agencia de publicidad. Estuve muchos años haciendo investigaciones de mercado. Un día me dijeron que hacía falta alguien en el laboratorio de fotografía y como estaba un poco hastiado de las investigaciones de mercado acepté. Ahí empecé a descubrir un mundo nuevo casi mágico que todavía sigue teniendo una magia irresistible para mí.
¿Descubrimientos fotográficos después de tantos años?
Hasta que no veo impresa una fotografía no estoy tranquilo. Tengo que velar porque quede con los tonos debidos, la calidad de impresión… Dejo que esa magia se vaya descubriendo sola a pesar de todo el tiempo que llevo en esta profesión: me gusta que siempre me sorprendan las imágenes.
¿Cuál es la condición imprescindible en un fotorreportero?
No pensar en las musarañas. Tiene que estar metido en lo que va a hacer, tratar de imaginarse qué va a pasar, estar pendiente de lo que haga el personaje principal de la actividad que cubre en ese momento. No puede dedicarle tiempo a otra cosa aunque le esté doliendo una muela, la columna, el corazón… aunque tenga un hijo o un nieto enfermo, o esté lejos de tu casa.
¿Cuándo sabe que una foto es buena?
Cuando me gusta. Hay personas que ven determinada foto que dicen que es buena pero a mí no me llama la atención, no me agarra. Las fotografías son un conjunto de cosas: composición, luces… No siempre se puede lograr la mayor calidad en el periodismo, en ese ejercicio de la inmediatez, pero debes tratar de hacerlo; darles un sentido, una lectura. También una foto puede ser muy buena técnicamente y no decir nada, y otra puede no ser tan buena técnicamente y decir muchas cosas. Pero prefiero las que dicen algo.
RETRATAR A FIDEL
Más de cuarenta años tras el lente de una cámara le confieren las ventajas de la experiencia. En esa sabiduría de larga data, pesan las 90 mil instantáneas tomadas al líder de la Revolución cubana. Fidel Castro es alguien cercano y entrañable para Liborio quien ha sabido contener las pasiones y la admiración en los más disímiles escenarios donde aparece el Comandante en Jefe. Sobreponerse a las emociones es requisito impostergable cuando “los nervios pueden perder la mejor fotografía”.
¿Cuándo comenzó esa relación profesional con Fidel?
A principios de los sesenta. Antes, en el 59, había entrado al periódico Revolución como laboratorista. Un día me mandaron a la calle a hacer un trabajo: retratar al Comandante, y a pesar de que cumplía con el reporte para el periódico empecé a recopilar otro tipo de negativos, sin ningún interés de publicarlos. Resultó que ahora ese trabajo de años ha venido a conformar un libro diseñado cronológicamente, desde esa época inicial hasta la reciente visita de Juan Pablo II a Cuba. Estuve todo este tiempo buscando a Fidel como siempre lo he sentido, como mi sensibilidad lo ha captado.
No se trata de fotos oficiales o tradicionales. Me dediqué, si se quiere intuitivamente, a encontrar en fotografías al Fidel humano: ese hombre que habla con todo el mundo en la calle, que carga espontáneamente a un niño, que abraza a una señora cuando se le acerca para darle un beso, que se pone a jugar pelota o se ríe con un chiste. Estuve allí en esos momentos. Tal vez no era el único fotógrafo pero tengo esas imágenes.
¿No hay peligro de redundancia al retratarlo tantas veces por más de cuarenta años?
Fidel es muy fotogénico y es el personaje del siglo XX, aunque nos acusen de chovinistas. Siempre nos sorprende con algo nuevo y solo debes estar dispuesto a que lo haga. Vas tirando fotos, tirando fotos… A lo mejor gastas dos rollos de 36 exposiciones cada uno y nada más que puedes sacar dos fotos que valgan la pena. Las otras no sirven, pero por esas dos vale la pena.
¿Después de tantos años se produce una relación especial entre el fotógrafo y el retratado?
Debe producirse algo muy especial. Cuando aparece ante un auditorio ya sé si viene cansado, si durmió o no, si está contento… Y aunque no he sido el único, son cuarenta años viéndolo a través de un lente. Tiene que haber una relación peculiar entonces que la da una cosa que se llama experiencia. Aunque a veces me equivoco porque sé que se acostó a las 4:00 de la mañana y a las 9:00 lo veo caminar cansado, con ganas de seguir durmiendo como todo el mundo cuando falta el sueño, pero media hora después él revive y amaneces al otro día junto a él acompañándolo. Entonces el que está muerto eres tú.
¿No lo puede seguir?
No es que no lo puedas seguir; hay que seguirlo. Si él lo hace por qué tú no.
¿Se ha reprimido Liborio de tomar alguna foto al Comandante en Jefe?
A veces me reprimo porque hay cosas que no deben hacerse. ¿Cómo cuidar la imagen de un dirigente querido? He visto fotos de los presidentes norteamericanos que son vergonzosas, metiéndose el dedo en la nariz, cayéndose… Nunca haría eso aunque me he arriesgado a presentar en el periódico fotografías no muy tradicionales. Recuerdo una pequeña discusión en Shangai con un compañero que no encontraba bien que lo retratara comiendo con palitos chinos, y estábamos en China y nadie en Cuba había visto esa imagen de Fidel que después apareció en el periódico. Eso forma parte de lo que tengo que reflejar. Viendo el libro recién publicado recuerdo las veces que algunas de esas fotos eran rechazadas simplemente porque al director en ese momento no le parecían buenas o consideraba otras mejores. Pero la historia es una aplanadora. En el libro “Instantáneas” hay una imagen de Fidel cargando un niño. Es el hijo de Pierre Trudeau, quien fuera Primer Ministro de Canadá. Yo tenía que hacer la foto oficial de la despedida, la del abrazo y el adiós en la escalerilla del avión pero registré ese gesto y ahora es una de las fotografías más tiernas del libro. Aparecen otras como la del Comandante en camiseta jugando baloncesto, con traje de pelotero o muerto de risa por un chiste que le estaban haciendo. La propia portada es una instantánea del año 77 donde tiene un tabaco en la mano. Un año después dejó de fumar y fue del dominio público que la Organización Mundial de la Salud reconoció su esfuerzo. Veintiún años más tarde, en Ginebra, al celebrarse el 50 Aniversario de la Organización Mundial de la Salud, mientras él hablaba de que fumar hace daño y yo lo tenía enfocado con el telefoto, pensé que se me había caído la portada del libro. Pero es una buena foto suya, con los espejuelos en la frente, el tabaco en la mano y una expresión muy típica que todo el editor prefirió conservar y todo parece indicar que con acierto. De las 77 fotos 28 no se habían publicado nunca. ¿Y por qué no si forman parte de nuestra historia?
¿Qué ha representado retratar a Fidel durante tantos años?
Fidel es el hombre más codiciado fotográficamente en el mundo y aquí hay un grupo de compañeros que hemos tenido la oportunidad de hartarnos entre comillas de hacerle fotos. Al principio no sabíamos por qué lo estábamos haciendo. Era nuestro trabajo común y corriente. Pero después nos empezamos a dar cuenta de que estábamos haciendo historia. Quien nos fijó eso en la mente fue Celia Sánchez que era una especie de hormiguita recogiendo fotos, papeles, noticas… No soy historiador pero he sentido la responsabilidad de conservar la historia de mi país para mostrársela a las generaciones que vienen.
En lo personal ¿cómo ve al líder de la Revolución cubana?
Como un ser humano. No es para mí un extraterrestre. Hay personas que a veces lo ven como un ser del otro mundo. Y nada más ajeno a Fidel. En el libro está reflejada esa condición humana en imágenes que a veces que no se ven por la televisión o se olvidan. Cuando habla con las personas en la calle, cuando confiesa que se quisiera sentar en el Malecón (bueno, no lo puede hacer tranquilamente, tendría que disfrazarse, porque a dondequiera que llega se arma otra Revolución), al conversar con una niña, abrazar a una anciana al pedir una foto con toda la familia en casa de un campesino… lo hace con la naturalidad de cualquier otra persona.
¿Le gustará la fotografía?
Pienso que sí pero nunca se lo he preguntando. El día que nos pongamos a hablar, hablaremos y veremos qué pasa. Aunque como ya te he dije alguna vez mi función no es hablar con Fidel, lo mío es retratarlo.
Liborio Noval (La Habana, 1934) se inició como fotorreportero en el periódico Revolución en 1959 y desde 1965 trabaja en el diario Granma. Ha realizado numerosos viajes por todos los continentes entre los cuales destacan sus coberturas de las visitas del Comandante en Jefe a diversos países del mundo. Sus obras aparecen en libros colectivos como Cien imágenes de la Revolución Cubana, Secreto de generales, Che en la Revolución Cubana, Un personaje llamado Hemingway, e Instantáneas, compilación personal de fotografías tomadas en diversas épocas al presidente de Cuba, Fidel Castro. Ha sido condecorado y distinguido en varias ocasiones y es fundador de la Unión de Periodistas de Cuba, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, así como miembro de la Organización Internacional de Periodistas y del Capítulo Cubano de la Organización Iberoamericana de Periodistas Especializados y Técnicos. Acaba de recibir el Premio Nacional de Periodismo José Martí, por su sobresaliente y sostenida labor de más de cuarenta años y la Medalla Alejo Carpentier, otorgada por el Ministerio de Cultura de la República de Cuba.
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