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Medicamentos asesinos (II)

1 de julio de 2016

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El pasado 21 de abril de 2016 numerosos medios de comunicación de Estados Unidos dieron a conocer la noticia del fallecimiento del célebre músico norteamericano Prince. Según los resultados finales de la autopsia que le fue practicada, la causa de la muerte fue una intoxicación por fentanilo.
A pesar de que la mayoría de los datos de este suceso se consideraron privados y no fueron revelados, pudo conocerse que el cantante fue encontrado inconsciente en el ascensor de su residencia en Minnesota, desde donde se hizo la llamada al servicio telefónico de urgencias médicas 911.
Tras su muerte, se supo que el inolvidable autor de “Purple Rain” hacía un repetido uso de fuertes analgésicos para paliar los dolores crónicos que sufría tras someterse a una operación de cadera en el año 2010.
Solo seis días antes de su muerte, Prince había sido hospitalizado por una sobredosis de Percocet, otro medicamento opiáceo compuesto por acetaminofen y oxicodona. Debido a esta adicción, el equipo del cantante había contactado con un médico especialista en adicciones, apenas un día antes de producirse su deceso.
Este lamentable episodio hizo que nuevamente el nombre de un fármaco, esta vez fentanilo, fuera incluido en la ya larga lista de medicamentos implicados en la muerte de un conocido artista. Pero una vez más, se tuvo como denominador común, una adicción de base y el empleo del fármaco de manera irracional.
El fentanilo es un agonista narcótico sintético opioide, utilizado en medicina por su acción analgésica y anestésica. Tiene una potencia superior a la morfina, por lo que se emplea a dosis más baja que esta, siendo el efecto final a dosis equivalentes, similar al de la morfina.
Como uso médico, este fármaco integra el “tercer peldaño” de la escalera analgésica establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el tratamiento del dolor, después de los antiinflamatorios no esteroideos. Se utiliza para aliviar el dolor intenso agudo y crónico, siembre bajo control médico. Para su administración se emplea preferentemente la vía transdérmica en forma de parches, aunque también se administra por vía oral en forma de comprimidos.
Al igual que todos los opiáceos, el fentanilo puede provocar numerosos efectos adversos. Es de destacar la dependencia o síndrome de abstinencia tras un consumo prolongado o en caso de retirar el tratamiento súbitamente, lo que daría lugar a síntomas relacionados con la abstinencia como diarrea, vómitos y escalofríos.
La sobredosis de fentanilo en pequeño grado, puede causar rigidez muscular de la pared torácica, abdominal, el cuello y las extremidades. En caso de sobredosis por una ingesta excesiva, puede ser causa de paro respiratorio y coma.
Son sumamente serias también las interacciones farmacológicas del fentanilo cuando se administra de conjunto con otras sustancias, ya que se trata de un potente opioide que actúa sobre el sistema nervioso central. Resulta peligroso combinarlo con otros psicodepresores como el etanol, la heroína o la metadona, por el riesgo de adicción al fármaco o la muerte. Si se combina con anfetaminas, fenotiacinas o antidepresivos tricíclicos, existe riesgo de aumentar la depresión respiratoria. De conjunto con sedantes, narcóticos, anestésicos volátiles o bien óxido nitroso, se potencian los efectos sobre el sistema nervioso central, la analgesia y la depresión respiratoria.

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