El primer gran paso
23 de junio de 2016
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Quizás muchos opinen que el inicio de las pláticas de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de lasFuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo en La Habana, ya constituía de por sí el primer gran paso para que la paz llegara a la nación sudamericana, luego de más de 50 años de lucha armada, mejor dicho, guerra.
Pero las diversas gestiones, avances , sinsabores y fortaleza de espíritu para proseguir conversando sumaron lo que sí considero el primer gran paso: la firma este jueves en la capital cubana de un acuerdo de cese al fuego, algo que durante mucho tiempo la guerrilla había realizado unilateralmente de forma ocasional para hacer efectivo el cónclave.
Cierto que la presencia de numerosos dignatarios, entre ellos varios presidentes –además de Santos– dieron mayor seriedad y compromiso a una rúbrica que ofrece esperanza al pueblo colombiano, a toda América y al mundo.
Esas cuartillas deben nadar en un mar de seriedad y compromiso para que nada de lo que debe ser hecho se ahogue y elimine cualquier obstáculo al proceso del propio cese al fuego, indispensable para la dejación de armas, el fin de la represión oficial, la desaparición del paramilitarismo y otras variantes que lo están sustituyendo y sigue poniendo en peligro la vida humana.
Anterior esfuerzo similar y aceptado, fracasó con un saldo de más de 5 000 activistas políticos de izquierda asesinados, pérdida que apenas constituye un tomín entre las decenas de miles de vidas perdidas y cerca de siete millones de refugiados solo en las últimas tres décadas.
El cese del paramilitarismo y la entronización de la represión a los desposeídos, aún presentes,son compromisos oficiales que deben dejar de lado el invento de excusas para perseguir a la ciudadanía, reprimir protestas contra desmanes militares y perseguir a campesinos, 80% de los cuales son pobres y 30% indigentes.
El compromiso de este 23 de junio del 2016 en La Habana es la primera gran piedra del basamento para que se haga justicia a una población que ha vivido marginada, carente de información objetiva y tiro al blanco de latifundistas que controlan el 90% de las tierras y narcotraficantes, muy abundantes en la hermana nación y que se aprovechan de la gran desigualdad y miseria.
Este primer gran paso tiene que ser seguido por otros tan importantes y que lo hagan consecuentepara que, como expresara Martí, no se convierta en palabrería, “la que pide derechos y no los prepara y asegura con las prácticas”.
Hay extrema necesidad, y debe ser así, subrayo, de que llegue el fin de larepresión ilegal y arbitraria en manos de los terratenientes, narcotraficantes, grupos de ultraderecha y militares, todos con una larga tradición de desapariciones, asesinatos, torturas, expropiaciones de tierras, etc.
Han logrado incluso que se exilien dirigentes y activistas de grupos de derechos humanos a los que estos cuerpos de asesinos, acusan de terrorismo y/o de izquierdismo, pretendiendo con ello no solo la deslegitimación de tales derechos sino, además, justificar el crimen y el terror en que tienen sumida a gran parte de la población colombiana.
Es conocido en todas las regiones y ha sido reiteradamente denunciado por la prensa, cómo ha sido el actual tránsito de muchos paramilitares desmovilizados a un estatus en el que los jefes están recluidos en cárceles, pero, al mismo tiempo, algunos mantienen estructuras de crimen organizado, intervienen con violencia y amenazas en negocios legales e impulsan y organizan sectores de la clase política.
Cierto, un primer gran paso hacia la paz en Colombia ha tenido lugar en nuestra Cuba, cuando tiempos atrás parecía imposible que sucediera, ese es el mérito. Pero hay que cuidarlo y avanzar, para que sea realmente definitivo.
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