María Teresa Vera: autora, vocalista e intérprete (I)
24 de junio de 2016
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María Teresa Vera (1895-1965), casi una niña experimentó el traslado de su familia desde su natal Güines a la Ciudad de La Habana. Para esta etapa el genio artístico de la futura artista asombraba a sus familiares por sus prometedoras posibilidades como cantadora.
Desde muy temprana edad inició estudios de guitarra con los maestros José Díaz y Manuel Corona
En 1911, con tan solo 16 años, ya María Teresa era conocida en los más selectos círculos de cantadores capitalinos. En ese año, el teatro Politeama Grande conoció de una función a beneficio del célebre actor del bufo cubano Arquímedes Pous, precisamente fue en esta actividad donde fue presentada María Teresa, por primera vez, al gran público. Ya para el año 1918 María Teresa en compañía de Rafael Zequeira viaja a Estados Unidos para realizar presentaciones en el teatro Apolo de New York y un grupo de grabaciones para el sello discográfico Columbia, entre las que toman destaque: “Pare motorista”, “El Servicio Obligatorio”, “Papa Montero”, “Los Cantares del Abacuá”, y otras; estos viajes de María Teresa a Estados Unidos se repetirían en cinco oportunidades.
Indiscutible resultó para la crítica especializada el éxito alcanzado por nuestra cantante en aquella inolvidable noche. Esto la llevó a inducirse definitivamente en la vida artística profesional, quizás retomando la huella de las legendarias trovadoras Isabelita Cruz y Angelita Becké.
Aunque María Teresa no era dueña de una voz de gran extensión, la emisión de sus cantares llenaba los resquicios vacíos en cualquier teatro donde se presentara. De esta manera, se fue fraguando el tejido de una de las más grandes leyendas de la trova cubana y una de las más largas y sólidas carreras artísticas que ha conocido el amplio cancionero del país. Desde entonces, las más connotadas “tandas de trovadores” se disputaron a esta musicante de cuerpo menudo y frágil aunque de un recio temperamento artístico.
Pero en verdad, no sería hasta el año 1914 en que ocurre la feliz impronta de María Teresa en el cada vez más creciente recurso fonográfico, donde la entonces ausencia de micrófonos no resultó óbice para que nuestra cantante dejara dos históricos registros para el entonces encumbrado sello discográfico Victor, las canciones “Tere” y “Gela”, ambas de la carpeta autoral de Rosendo Ruiz.
En 1916, y por espacio de ocho fructíferos años, María Teresa mantuvo un antológico dúo trovadoresco con el notable cantador habanero Rafael Zequeira, con quien llegó a realizar decenas de grabaciones de fonogramas, primero para la etiqueta Victor y luego para el pujante sello Columbia; en 1918, María Teresa Vera deja para el recurso discográfico, la primera grabación realizada del bolero “Mujer Perjura”, de la carpeta autoral del trovador espirituano Miguelito Companioni, para el sello Columbia.
Luego de la inesperada muerte de Zequeira en 1924, María Teresa se entregó a la búsqueda de un vocalista capaz de ajustarse a sus necesidades expresivas. Todo parece indicar que en principio, estas expectativas quedarían decididas con el fortuito encuentro y luego enlace artístico con el gran cantante Miguelito García. En ocasiones, a este dúo se incorporaba el compositor, trovador y excelente guitarrista Manuel Corona, trascendiendo para los registros fonográficos como Grupo Son Santiaguero.
En estos años el arranque musical de María Teresa no parecía encontrar obstáculos; no por gusto, en 1918, cuando la casa discográfica Victor registró para sus preciados discos de 78 rpm a la Orquesta Habanera de Godínez, la voz de María Teresa se distingue como una genial “clarina” o voz prima de privilegio.
La incursión en el canto de María Teresa, primero con Zequeira y luego con Miguelito, en ocasiones la apartó de la romántica canción trovadoresca para entonar guarachas, sones, rumbas y claves ñáñigas, expresiones felizmente atrapadas en grabaciones para la historia, como un puntual aporte a lo mejor del Patrimonio Musical Cubano, entonces aparejado al acopio de valiosos soportes de las pocas grabaciones de María Teresa junto a su Sexteto Occidente, regalo inapreciable para la industria discográfica, y el patrimonio musical de Cuba, con un alcance entonces insospechado.
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