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Sin una verdadera opción

13 de junio de 2016

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Concluyó en Perú una segunda jornada electoral que, lejos de definir uno u otro contendiente, ha dejado un sabor amargo y de pocas perspectivas.
Allí han votado, casi la mitad de los electores, contra la candidata Keiko Fujimori, y la otra mitad contra el modelo neoliberal que encarna Pedro Pablo Kuczynski. Pero uno de los dos debía alcanzar la presidencia y por solo un pequeño puñado de votos le correspondió a Kuczynski.
A este resultado contribuyeron muchos factores, incluyendo la decepción de millones de peruanos con el gobierno anterior de Ollanta Humala, del que fueron más las expectativas que los resultados a favor del pueblo.
En esta oportunidad, Keiko Fujimori pargará por su descendencia de un padre, ahora en la cárcel, que cuando fue presidente peruano dejó una larga estela de actos corruptos y acciones violadoras de los más elementales derechos humanos.
Es muy claro el mensaje de muchos peruanos que han enfatizado en que se sumaron al voto a favor de Kuczynski solo porque Keiko representaba el regreso a la corrupción y las prácticas antidemocráticas.
Algo muy parecido sucedió en los comicios de 2011, cuando la Fujimori, candidata del derechista Fuerza Popular, obtuvo el 48,55 % de los sufragios mientras el electo presidente Ollanta Humala obtuvo el 51,45%.
En todo caso, tanto en las elecciones anteriores como en estas de 2016, los mandatarios peruanos son elegidos con solo la mitad de los votantes, cifra muy inferior si se tiene en cuenta el alto nivel de abstención que hubo en ambas ocasiones.
No olvidemos que estamos hablando de un país, Perú, donde el hoy reo, Alberto Fujimori, llegó a gobernar durante una década (1990-2000) y en el que su hija Keiko, seguidora del legado paterno, ha llegado a acumular, además de millonarias cifras de dinero, votos suficientes como para tener mayoría en el Congreso de la República, luego de perder por pocas boletas su codiciada aspiración a la silla presidencial.
Su partido sí tendrá como influir a partir del 28 de julio sobre el rumbo del país desde el Palacio Legislativo de Perú, sede del unicameral Congreso, donde desde el pasado 10 de abril, Fuerza Popular consiguió tener 73 representantes de un total de 130.
De acuerdo con un despacho noticioso de la agencia italiana IPS, la bancada fujimorista es conocida por boicotear investigaciones sobre casos de corrupción que vinculan a sus representantes, o para presionar a sus adversarios.
Con esta correlación de fuerzas hay otro peligro, el de las posibles alianzas entre los representantes del partido derechista que encabeza el nuevo mandatario electo, y algunos parlamentarios que representan a sectores de la izquierda y centro izquierda, que ahora pueden dar carta blanca a Kuczynski y con ello a la aplicación de nuevas medidas neoliberales que van en detrimento de una población ya cansada de promesas y necesitada de verdaderos planes sociales que favorezcan la vida de los millones de peruanos pobres.
Tampoco podrá gobernar Kuczynski sin pactar acuerdos con el partido Fuerza Popular de la derrotada Keiko, habida cuenta de que la misma está lista para condicionar cualquier mandato del mandatario, desde las bancadas de un Congreso adverso.
Sin dudas, Perú tiene ahora un nuevo presidente; tiene, además a una Keiko Fujimori con mayoría congresional; y lo peor, vuelve a quedarse sin una verdadera opción para enfrentar sus graves problemas de desigualdad social y falta de una verdadera perspectiva popular.

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