El cerco de Estados Unidos a la Unión Europea
10 de junio de 2016
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Muchos advierten en estos días, acerca de las medidas de cerco económico, político, militar y mediático que el gobierno imperialista de los Estados Unidos viene aplicando de manera gradual pero persistente a Rusia y a China, a quienes considera los potenciales y mayores obstáculos a los delirantes proyectos de dominación mundial llamados a ser impuestos por este país, en correspondencia con su autoasignada “excepcionalidad” y al supuesto “mandato divino” recibido con esos fines, según ha dicho su propio presidente.
Menos se habla sin embargo, acerca de que como parte de ese febril cerco y de la política de intimidación y amenazas contra rusos y chinos los gobernantes estadounidenses han establecido también – de hecho – un cerco a la Unión Europea, como aliado estratégico llamado a servir como punta de lanza de los planes de Washington en los más diversos terrenos, según se aprecia.
Mediante el pacto político-militar de la OTAN, que los enyuga de conjunto bajo el mando supremo de los Estados Unidos, los países europeos agrupados en la Unión con él propósito de una presencia mundial más consistente y conjunta están resultando en la práctica también cercados e inmovilizados , evitando cualquier posición propia que asume a un mejoramiento o normalización de las relaciones con Rusia – por ejemplo – que les son tan necesarias a los europeos, como se ha demostrado en años recientes.
Esta situación se ha hecho más evidente y aguda en los últimos tiempos con la reinstalación de un verdadero espíritu de Guerra Fría tanto contra Rusia como contra China por parte de Washington , con episodios altamente peligrosos como los agresivos ejercicios militares de la OTAN en Polonia y el Báltico, el despliegue del sistema antimisiles yanquis y las constantes provocaciones contra China en las aguas de su Mar Meridional.
Por mucho que quiera disimularlo, la Unión Europea lamenta y padece la conformación de una situación mundial que le impide desarrollar pacíficamente sus lazos de convivencia económica e incluso política, de mutuo beneficio, con importantes socios que también aspiran a ese tipo de relación, sin la interferencia imperial del otro lado del Atlántico.
Estados Unidos no sólo ha arrastrado a la Unión a la irracional política de sanciones contra Rusia, sino que también presiona a sus integrantes para elevar los gastos militares en momentos de una difícil situación económica para todos los países europeos y obliga a los que forman el G-7 a pronunciarse innecesariamente contra China, creando tensiones con Beijing.
Por otra parte, dentro de la Unión Europea tiene lugar un claro forcejeo entre los llamados “países del Este” o ex socialistas – hoy directamente dependientes de la política exterior de los Estados Unidos –, y las viejas potencias de Europa occidental, que tratan de mantener los últimos reductos de su autonomía y apoyándose en su condición de ex metrópolis mantener una visibilidad importante aun en el escenario internacional.
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