Casa de la familia Abreu o de Steinhart (II)
20 de mayo de 2016
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A finales del mismo año de 1906 don Pedro Estévez y Abreu, ya separado de Catalina y residiendo en París, vendió la edificación a su madre quien junto a su esposo, don Luís Estévez y Romero, igual radicaba en la capital francesa. El precio fue de 100 000 pesos en oro del cuño español, 80 000 pesos por la casa y 20 000 por la venta de todo cuanto tenía dentro, incluyendo el mobiliario de todos los departamentos, la vajilla, el servicio de alumbrado, los coches y los caballos. En esta vivienda las habitaciones estaban decoradas con los paneles del célebre pintor cubano Leopoldo Romañach y de un descendiente del paisajista Esteban Chartrand, aunque con temas del academicismo de Europa.
Al fallecimiento de Marta Abreu y Luís Estévez, en 1909, su único y universal heredero, su hijo Pedro, se adjudicó las pertenencias de sus padres entre los que se encontraba este inmueble, por lo que vuelve nuevamente a sus manos, esta vez por herencia. Fue tasado en aquel momento en 90 000 pesos oro español, cifra que por sí sola habla de los valores de esta finca.
Sin embargo, Pedro Estévez Abreu, no fue por mucho más tiempo su propietario, pues en 1910 la vendió al señor Franck Steinhart, por el precio de 110 000 pesos en moneda de los Estados Unidos.
Franck Steinhart fue el primer cónsul norteamericano en la Isla, y más tarde se convirtió en magnate de la electrificación y la transportación en ella. De origen alemán, pero nacionalizado en los Estados Unidos, llegó a Cuba como parte del ejército de ocupación y se quedó cuando las tropas interventoras se retiraron del país. Custodió los archivos del gobierno provisional estadounidense y se granjeó luego los favores del presidente Tomás Estrada Palma para tratar los asuntos tocantes a las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, cargo que desempeñó en el consulado hasta 1907, en que renunció a su puesto diplomático para hacerse cargo de la compañía Havana Electric Railway Company. Preocupado por la política de esta empresa, fundada en 1899 por capitalistas de Montreal, con aportes de capital cubano, español y norteamericano, Steinhart decidió tomar cartas en el asunto para poseer la mayor cantidad de acciones y logró obtener, en Nueva York, el apoyo financiero del arzobispo de la ciudad y de la banca Speyer para cumplir su fin. Debido a sus mañas y a sus múltiples relaciones personales, el servicio público de los tranvías habaneros se convirtió en un sustancioso negocio, y el propio Steinhart en uno de los grandes industriales de los primeros años de la República. Llegó, incluso, a tener el control absoluto del servicio público de electricidad en la capital cubana, a través de la Havana Electric Railway, Light &Power Company, empresa que había constituido en los Estados Unidos en 1912.
Este señor, junto a otro socio y su esposa Alice F. Steinhart, Constituyeron una Sociedad Anónima denominada La Habana Compañía Inmobiliaria, en inglés The Havana Realty Company, con domicilio en esta edificación, la que a su vez constituyó una aportación de Franck Steinhart a dicha sociedad, por lo que desde 1925 figuró en el Registro de la Propiedad como su dueña. En 1942 se disolvió la mencionada sociedad quedando el dominio de la finca entre los socios y herederos a partes iguales. En 1953 la señora Florence Steinhart y Ledden aún vivía en esta casa, de lo que se infiere que durante toda la década del cincuenta se mantuvo en manos de la familia Steinhart, de allí que también esta residencia se conozca con ese apelativo.
Según Juan de las Cuevas Toraya, en La industria cubana de materiales de construcción, el 7 de julio de 1895 se inauguró en La Habana la fábrica de Cemento Cuba de los hermanos Ladislao y Fernando Díaz, con tecnología belga y una capacidad de 6 000 toneladas anuales. Sin embargo, la fabricación con hormigón armado en esa época todavía se encontraba en fase de experimentación. Por ello, como apunta Venegas en la obra mencionada, las casas de los Abreu se convirtieron “en propuestas de futuro; en otro sentido también establecieron un camino a seguir entre las viviendas de su clase e introdujeron comportamientos inéditos. Eran hitos donde se cumplían las aspiraciones de universalidad de la burguesía cubana, que ascendía al poder político mezclando un especial europeísmo con la modernidad norteamericana y unos signos emblemáticos de cubanidad”.
En la actualidad radica en ella la Escuela Primaria Especial Emma Rosa Chuy. Por sus altos valores históricos, arquitectónicos y artísticos forma parte de los inmuebles que integran la lista con Grado de Protección I.
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