El busto de José Martí en el Pico Real del Turquino
19 de mayo de 2016
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“Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad.”
Esta frase llena de simbolismo patentizada por José Martí, nuestro Héroe Nacional, se encuentra situada en el punto más alto de Cuba, el Pico Real del Turquino, a 1974 metros sobre el nivel del mar, en el principal sistema montañoso existente en el país y que se localiza en la zona suroriental del territorio cubano.
Lo expuesto por Martí, en la carta que le escribió a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal, el 25 de marzo de 1895, se halla ubicado exactamente en la base del busto suyo que fuera inaugurado en ese sitio de Cuba el 21 de mayo de 1953, año en que se cumplió el centenario del natalicio del hombre de estatura universal que consagró una gran parte de su vida a la lucha por la independencia de su patria.
La iniciativa de situar simbólicamente a Martí en la mayor elevación de Cuba, a 1974 metros sobre el nivel del mar, fue propuesta por la maestra Emerida Segredo en la etapa final del año 1952.
Esa idea fue acogida con beneplácito por los miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, un aula creada y dirigida desde 1941 por el Doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, heredero del mismo fervor martiano de su padre Gonzalo de Quesada y Aróstegui, quien fuera secretario del Partido Revolucionario Cubano creado por el Martí y su amigo entrañable.
A partir de la fecha en coordinación con el Instituto Cubano de Arqueología (ICA), la Asociación comienza a tratar de hacer realidad el proyecto como la mejor forma de homenajear al Maestro en el centenario de su natalicio.
La escultora Jilma Madera Valiente (quien había realizado el simbólico frontispicio de la Fragua Martiana: un libro abierto del cual surge una llama que forma una estrella), fue la encargada de ejecutar el busto de Martí fundido en bronce en los talleres del Ministerio de Obras Públicas con un peso de 163 libras. Allí igualmente se forjó la tarja que escoltaría el busto.
Desde finales de 1952 se contactó con el doctor Manuel Sánchez Silveira, un ferviente martiano, delegado del Instituto Cubano de Arqueología en Oriente, médico de Manzanillo e incansable arqueólogo de las zonas montañosas de la Sierra Maestra, quien después fungió como director técnico de la expedición que condujo a los que depositarían el busto de Martí en el Pico Real del Turquino.
El monumento fue diseñado por el arquitecto Antonio Luís Sánchez, miembro también de la Asociación y proyectista de la Fragua Martiana. Originalmente se pensó efectuar la inauguración el 28 de enero de 1953, pero por dificultades que se presentaron y limitaciones de carácter económico no pudo realizarse hasta varios meses después.
El 17 de mayo de 1953 tanto la autora del busto como otros miembros del Seminario Martiano salieron de La Habana en un ómnibus y llegaron a Santiago de Cuba al día siguiente, donde visitaron algunos lugares de interés histórico y cultural.
Temprano en la mañana del día 19 de mayo, aniversario de la muerte de Martí en Dos Ríos, le rindieron homenaje con una guardia de honor en el Mausoleo que acoge sus restos en el cementerio de Santa Ifigenia, y a las 10 y 30 abordaron la goleta Glenda con el busto y los materiales necesarios y los trabajadores que tuvieron la misión de construir la base de dos metros de altura.
Y al hacer referencia a la presencia de este busto de Martí en la mayor altura de Cuba, cabe recordar que en su vasta obra también el Apóstol de la Independencia Cubana habló y o escribió acerca de la relación metafórica entre las alturas de las montañas y la de los seres humanos.
No solo calificó a las montañas como pezones que tiemblan al influjo del fuego planetario, sino que afirmó que “no se es visto a distancia, desde lejos, sino a condición de ser montaña”.
En un trabajo titulado “El Poema del Niágara”, publicado en Nueva York, en 1882, destacó que “una gran montaña parece mejor cuando está rodeada de colinas. Y esta es la época en que las colinas se están encimando a las montañas; en que las cumbres se van deshaciendo en llanuras; época ya cercana de la otra en que todas las llanuras serán cumbres.”
También afirmó en ese material: “La montaña acaba en pico: en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo, en copa el árbol; y en cima ha de acabar la vida.”
A su vez en el trabajo “Libros Nuevos”, reflejado en La América, en Nueva York, en abril de 1884, aseguró que el conocimiento de una montaña será diverso según lo sea el punto de vista, mientras que La Nación, de Buenos Aires, en la edición del 27 de septiembre de 1887 expresó, “Culminan las montañas en picos y los pueblos en hombres.”
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