La droga, la política y el dinero
22 de abril de 2016
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Desde hacía 18 años el tema de la droga no había sido analizado –o enjuiciado– en el marco de Naciones Unidas.
Ahora, en estos dos últimos días, volvió a los salones de la ONU y una vez más se puso de manifiesto un mundo dividido, tanto en la forma de abordar el tema como en la búsqueda de una solución para que ese flagelo no siga matando seres humanos y provocando guerras que cruzan fronteras y se extienden por todo el planeta.
Los polos opuestos en el análisis son los mismos de hace décadas y poco o nada podrá hacer la ONU y sus mecanismos sin el apoyo mayoritario de los países consumidores, hacia donde se dirigen cada año millones de kilogramos de estupefacientes que se venden a plena luz del día y muchas veces bajo el amparo de las propias autoridades.
Esta vez la ONU ha discutido durante dos jornadas las políticas internacionales sobre los estupefacientes y la criminalización del cultivo y uso de droga, que tuvo enfoques diversos en un marco donde la política hegemónica optó una vez más por fórmulas que castiguen a los productores y no se metan con los consumidores.
Es obvio, a la cabeza de esa posición está Estados Unidos, el mayor consumidor del mundo que, con ello, estimula que bandas de narcotraficantes se disputen el dominio de zonas geográficas aledañas y hagan porosa una extensa frontera con túneles que sirven de vía expedita para trasladar la “mercancía” desde el vecino México hasta el propio territorio norteamericano.
Ahora bien, la droga es un negocio ilícito que mueve 380 000 millones de millones de dólares al año, lo que explica cuán identificada está con quienes ejercen el poder económico –muchas veces entre bambalinas– en grandes y ricos países que hasta sirven de sede a las discusiones del tema.
En esta cita de la ONU se escuchó una vez más la denuncia del mandatario boliviano, Evo Morales. Igualmente, el gobierno de Estados Unidos ejerció el papel de juez que cada año certifica, a su manera, a los estados que ellos consideran que no brindan colaboración en el tema de la abolición de las drogas.
¿Cómo concebir que el país donde más droga se consume y por tanto el que menos hace para erradicar ese mal, pueda juzgar a otros que se empeñan en eliminar tal flagelo?
El mandatario boliviano se refirió a la existencia de la DEA norteamericana, grupo militar dedicado no a combatir el uso de los estupefacientes o a los narcotraficantes que llevan ese veneno hasta otros países, sino que sirve como mecanismo injerencista que trata de desestabilizar gobiernos progresistas de la región.
En tales circunstancias, de la reunión en ONU para debatir sobre el tema de la droga, no se podían esperar acuerdos convincentes encaminados a la erradicación de un mal que provoca cada año miles de víctimas, principalmente jóvenes consumidores.
También se cuentan por cientos los que mueren o son mutilados en las guerras entre cárteles que se disputan territorios que quieren gobernar a su manera para convertirlos en tránsito seguro de la droga hacia el mayor mercado, el de Estados Unidos, capaz no solo de consumir grandes cantidades, sino de pagar cifras multimillonarias de dólares a las mafias que se enriquecen con la misma.
Droga, política y dinero, están subordinados a quienes en este mundo quieren imponer patrones nada saludables ni para la salud humana, ni para el bienestar de los pueblos.
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